Viajar por trabajo forma parte de mi rutina. Reuniones, visitas a clientes, ferias, proyectos que avanzan en distintas direcciones… y siempre, un compañero de viaje que me recuerda lo esencial: mi fiera, Raimundo.
Él me acompaña desde hace años, observando el mundo con esa serenidad que parece ajena al ritmo frenético en el que solemos movernos quienes lideramos equipos y organizaciones. Mientras todo a su alrededor cambia y se acelera, él permanece tranquilo, atento, presente. Y en cada trayecto me enseña una lección que también aplico al liderazgo de mi empresa: liderar no siempre significa correr; a veces, significa saber avanzar con calma.
Oficina de trabajo en una empresa s
Hoy, la sostenibilidad se ha convertido en un reto que todas las empresas debemos afrontar. No es una opción ni una tendencia pasajera: es una responsabilidad ineludible. Pero también es un camino complejo, lleno de decisiones que requieren equilibrio, análisis y convicción. Y ahí es donde esa calma que Raimundo me inspira cobra sentido.
En un entorno donde la inmediatez parece dominarlo todo, la sostenibilidad nos obliga a detenernos un momento y mirar más allá de los resultados a corto plazo. A preguntarnos qué impacto tiene cada decisión, no solo en nuestra cuenta de resultados, sino también en nuestro entorno, en nuestros empleados, en nuestros clientes y en el futuro que queremos dejar.
Liderar con responsabilidad implica construir este compromiso desde la coherencia. No entender la sostenibilidad como un apartado dentro de la estrategia, sino como una forma de pensar y de actuar. Está presente en cómo innovamos, en cómo producimos, en cómo gestionamos los recursos y en cómo nos relacionamos con quienes confían en nosotros. Cada paso que damos debe equilibrar la eficiencia con la responsabilidad, el crecimiento con el respeto.
Cuando hablo de sostenibilidad, pienso más allá de los materiales o de las técnicas: hablo de una manera de ser y de actuar. De una cultura que integra la innovación, la ética y el bienestar de las personas como parte de un mismo propósito. Porque en este camino he comprendido que la sostenibilidad no se mide por la velocidad, sino por la coherencia y la constancia con la que avanzamos.
Y eso exige serenidad. Porque liderar el cambio sostenible no es una carrera, sino una transformación profunda. Requiere paciencia, visión y, sobre todo, coherencia. Implica escuchar más y reaccionar menos, observar los resultados con perspectiva y mantener el rumbo incluso cuando los avances parecen lentos.
Solo quien lidera con calma puede ver con claridad hacia dónde dirigir sus pasos. Solo quien se detiene a reflexionar puede tomar decisiones que dejen una huella positiva”
En mi experiencia, la serenidad no está reñida con la ambición. De hecho, creo que es una de las claves para sostenerla en el tiempo. Solo quien lidera con calma puede ver con claridad hacia dónde dirigir sus pasos. Solo quien se detiene a reflexionar puede tomar decisiones que dejen una huella positiva.
Porque al final, tanto en la vida como en el mundo empresarial, no se trata solo de llegar antes, sino de llegar mejor. Y en ese viaje, la calma —igual que la sostenibilidad— no es un freno: es la fuerza que nos permite avanzar con sentido.