El empresario comprometido
Diario de València
Conocí bien a José Vicente González. Compartimos no pocos ágapes envueltos en el humo de sus cigarrillos: era un fumador empedernido y un conversador incansable. Directo en las formas, tajante en las declaraciones, tenía muy claro su papel como presidente de la patronal autonómica CIERVAL (hoy Confederación Empresarial de la Comunitat Valenciana, CEV) allá por 2013: defender a los empresarios, no a la clase política de turno. Lo demostró en la batalla por el corredor mediterráneo. Estuvo donde debía estar, sin importarle si los actos en defensa de la infraestructura los organizaba la Generalitat, el PP, el PSPV, las patronales o incluso el agitador cultural Eliseu Climent. Para él, el fin era más importante que los medios, y entendía que, en cuestiones fundamentales para la sociedad valenciana, siempre resulta más útil sumar que dividir.
José Vicente González, en foto de archivo
En aquellos años, junto a Vicente Boluda, presidente del influyente lobby AVE, González pidió a las fuerzas políticas —PP, PSPV-PSOE, Compromís y Esquerra Unida— que aparcaran diferencias y se unieran en torno a otro objetivo decisivo: reformar el modelo de financiación autonómica. De aquello han pasado ya casi quince años.
Con la muerte de José Vicente González se va no solo un empresario de relieve, sino también un hombre íntegro. Hasta su llegada a la presidencia de CIERVAL, las organizaciones empresariales valencianas se movían al dictado de la Generalitat. El PP de Zaplana y Camps supo regar de subvenciones a la sociedad civil, incluidas las patronales, hasta domesticarlas. El discurso oficial apenas hallaba contestación, salvo la de una oposición entonces sumida en su travesía del desierto. Las consecuencias de esa connivencia fueron graves: la desaparición del sistema financiero valenciano (Bancaja, CAM, Banco de Valencia), la apuesta ciega por los grandes eventos, el fiasco de proyectos como Terra Mítica, la desinversión en sectores productivos en beneficio del ladrillo y, aún más dramático, la condena de decenas de miles de jóvenes valencianos a quedarse sin la formación necesaria para afrontar el futuro.
Con González al frente de CIERVAL, y con el apoyo de las Cámaras de Comercio y de AVE, comenzó a abrirse otro rumbo: resituar prioridades. El corredor mediterráneo fue el ejemplo más nítido. Durante años fue bandera de la sociedad civil y de algunos medios de comunicación que apostaron con firmeza por él. El PSPV-PSOE de Joan Ignasi Plà y Jorge Alarte lo miró con incomodidad, y el PP no lo tomó en serio hasta que ya se habían celebrado decenas de actos en València, Castellón, Alicante, Barcelona y Bruselas. Camps nunca creyó en la idea; sería Alberto Fabra quien la haría suya al llegar a la presidencia de la Generalitat. También es de justicia reconocer el papel del Institut Ignasi Villalonga, impulsado por Eliseu Climent y con Josep Vicent Boira como referencia intelectual, así como la temprana implicación de Compromís, mucho más atento que otros partidos a la urgencia de esta infraestructura.
Hombre de ideas firmes, González advirtió con claridad lo que estaba en juego si se prolongaba el actual modelo de financiación: deterioro de la sanidad y la educación, imposibilidad de cumplir con los objetivos de déficit y una creciente condición de ciudadanos de segunda para los valencianos en esta España desigual, donde algunas autonomías disfrutan de privilegios que se niegan a otras. El tiempo le dio la razón. Él soñaba con la unión de la sociedad civil en torno a proyectos comunes capaces de sostener el crecimiento de la Comunitat Valenciana. Tras su retirada, Salvador Navarro recogió el testigo, consolidando la unidad de las patronales bajo la CEV y defendiendo también la necesidad de un nuevo modelo de financiación.
José Vicente González apostó fuerte por el corredor mediterráneo, por una nueva financiación autonómica y por unir a las patronales y a la sociedad civil en proyectos comunes. Su memoria no debería perderse en el magma empresarial”
Hoy, con su fallecimiento, conviene que su memoria no se diluya en el magma del mundo empresarial. Fue un liberal clásico que creyó en la cohesión social y en el diálogo. Algunos de los proyectos por los que luchó avanzan, como el corredor mediterráneo; otros, como la financiación autonómica, siguen encallados. Y quienes compartimos con él mesas, conversaciones y arroz en la sede de la CEV recordaremos el humo de sus cigarrillos como el telón de fondo de discusiones sobre una Comunitat Valenciana que, aún hoy, está lejos de ocupar el lugar que merece en el tablero político español. Descanse en paz.