El próximo 29 de octubre, en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, se celebrará un funeral de Estado en memoria de las 233 víctimas (229 valenciana y el resto de otras geografías) que dejó la trágica dana. Ese día no pertenece a las instituciones, ni a los partidos, ni a los debates políticos. Ese día es, y solo puede ser, el día de las víctimas. Serán ellas, y el dolor irreparable de sus familias, quienes deben ocupar el centro absoluto de la atención. Nada ni nadie debería desviar el foco de lo que en verdad se honra: la memoria de quienes perdieron la vida.
Los Reyes Felipe VI y Letizia saludan a los familiares de las víctimas tras la misa funeral por los fallecidos que se celebró en la Catedral de Valencia el pasado 9 de diciembre
Un funeral de Estado, con presencia de los Reyes, no es un escenario para la confrontación, sino un rito de recogimiento colectivo. Se trata de un acto de silencio y respeto, en el que la sociedad entera se une para abrazar, aunque sea simbólicamente, a quienes sufren la pérdida. Convertir ese momento en una arena de enfrentamientos políticos sería una injusticia insoportable, un agravio añadido al dolor de los familiares. Lo que se espera de todos —instituciones, partidos, medios de comunicación y ciudadanía— es altura de miras, contención y humanidad.
Es necesario recordar que este acto no pertenece a ningún dirigente ni a ningún gobierno: pertenece a la sociedad entera. Y la sociedad debe saber situar en primer plano únicamente a las víctimas. La política tiene y tendrá su momento. Habrá días y espacios para la rendición de cuentas pendientes, con una investigación judicial en marcha, para la discusión sobre lo que se hizo bien o mal, para seguir con el trabajo periodístico en busca de la verdad. Pero el funeral no es ese espacio. El funeral es el lugar del recogimiento, del respeto y de la compasión compartida. Y debemos comprender el dolor de sus familias, incluso la de aquellas que no desean ver a Carlos Mazón en el funeral.
La dignidad del acto dependerá de la capacidad de todos de mantenerse en silencio, de apartar cualquier tentación de convertir la ceremonia en un escaparate o en un plató. Los partidos harían bien en renunciar de antemano a cualquier declaración que pueda enturbiar la jornada y las instituciones, en limitarse a cumplir con la sobriedad que la ocasión exige. El protagonismo, y solo el protagonismo, corresponde a las víctimas. Al respecto, se agradecen las palabras de la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, en este sentido.
Ese día, lo verdaderamente importante no serán las sillas ocupadas en la primera fila ni los nombres de quienes acudan o no acudan. Lo importante serán las ausencias de quienes fallecieron bajo el fango de la dana”
El 29 de octubre será un día de luto y de recuerdo. Honrar a las víctimas significa no añadir ruido a su memoria, no arrojar sobre su ausencia las sombras de la discordia. Significa acompañar en silencio, tender la mano, guardar la palabra, abrazar con respeto a quienes lloran. Ese día, lo verdaderamente importante no serán las sillas ocupadas en la primera fila ni los nombres de quienes acudan o no acudan. Lo importante serán las ausencias de quienes fallecieron bajo el fango de la dana, los huecos que ninguna ceremonia podrá colmar. La sociedad valenciana tiene la oportunidad de demostrar que sabe estar a la altura de su propio dolor, que sabe rendir homenaje sin contaminarlo, que sabe poner el acento en lo esencial.