En la víspera de su declaración ante la jueza de Catarroja que instruye la causa penal de la dana, conviene recordar que fueron Maribel Vilaplana y el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, quienes tomaron la ingenua decisión de ocultar el encuentro que ambos mantuvieron el 29 de octubre de 2024, hace poco más de un año, en el restaurante El Ventorro de València. Sorprende que un político experimentado y una profesional que imparte cursos de comunicación confiaran en la posibilidad de que pasara desapercibida su reunión “de trabajo” -que no figuraba en la agenda del jefe del Consell-, mantenida mientras el territorio que el primero gobierna y sobre el que ella informó tantas veces en sus tiempos como presentadora de Canal 9 sufría la mayor catástrofe que ha conocido esta generación.
Porque no fue hasta el 8 de noviembre cuando trascendió que, según la primera versión que ambas partes ofrecieron mediante mensajes filtrados por sus respectivos “entornos”, Carlos Mazón había citado a la comunicadora para ofrecerle la dirección del ente público À Punt, una posibilidad que ella dijo haber rechazado de plano. Antes de eso, desde el equipo más próximo a Mazón se había filtrado un supuesto almuerzo con el presidente de la patronal valenciana, Salvador Navarro, con quien había coincidido en una reunión previa. Navarro lo negó de inmediato. Varios medios dijeron que el gabinete del presidente les habló de un almuerzo privado y luego Mazón afirmó, sin ofrecer detalles, que había estado en una “comida de trabajo”.
Fueron Maribel Vilaplana y Carlos Mazón, quienes tomaron la decisión de ocultar el encuentro
Cuando diez días después de la tragedia trascendió la identidad del segundo comensal y se les preguntó por la sospechosa ocultación del encuentro, las mismas fuentes indicaron que se debió a una petición expresa de la periodista, algo que ella confirmó entonces, que habría llamado a Mazón para no verse envuelta en el asunto. Por qué una profesional podría verse perjudicada por mantener una reunión de trabajo con el presidente de la Generalitat es una pregunta a la que nadie ha respondido, como al hecho difícilmente explicable de que tal ruego fuera atendido por Mazón. A quienes reclamaron conocer la factura de aquella comida, que de haberse pagado con fondos de la Generalitat debía ser convenientemente fiscalizada y quedar a disposición del público, se le respondió que el jefe del Consell no había acudido a ella como tal, sino como presidente del Partido Popular valenciano.
En aquella primera versión, se daba por hecho que el encuentro mantenido en el restaurante El Ventorro se había prolongado más o menos hasta las 17.30 y que el presidente fue caminando después hasta el cercano Palau de la Generalitat, donde habría seguido trabajando, informado en todo momento del seguimiento que del episodio meteorológico que azotaba la provincia se hacía en el centro de Emergencias ubicado en l’Eliana. En un momento que el propio Mazón situó ante los periodistas “a partir de las siete”, se desplazó en coche al lugar donde desde las 17 horas estaba en marcha la reunión del Cecopi, dirigida por la entonces consellera de Justicia e Interior, Salomé Pradas, a quien acompañaba el secretario autonómico de Emergencias, Emilio Argüeso, los dos únicos investigados, hasta el momento, en la causa penal que busca determinar si por causa directa de su acción u omisión se produjeron algunos de los 229 fallecimientos y múltiples lesiones ocurridos durante la riada.
Hasta comienzos del mes de septiembre de este año, el papel de Vilaplana había pasado a un segundo plano
Hasta comienzos del mes de septiembre de este año, el papel de Maribel Vilaplana había pasado a un segundo plano, como la persona que tuvo la mala fortuna de acompañar a Mazón en unas horas en las que quizá habría sido más útil en otra parte. Sin embargo, una despreocupada aparición televisiva de la periodista en su condición de portavoz del Levante Unión Deportiva, club recién retornado a la primera división del fútbol español, fue respondida por una oleada de críticas en las redes sociales que la impulsaron a redactar y hacer público un escrito en el que lamentaba haberse convertido en foco de ataques por un asunto que nada tenía que ver con ella.
De nuevo, la comunicadora calculó mal el efecto de sus palabras, sobre todo aquellas en las que variaba de forma sustancial lo que la opinión pública había dado por bueno: la reunión de trabajo se había alargado al menos una hora más de lo que ambas partes insinuaron. Tras dejar claro que el presidente había recibido varias llamadas pero en ningún caso le fue revelada la identidad de sus interlocutores ni el contenido de sus conversaciones, reiterando que Mazón no le transmitió ninguna preocupación por los efectos ya muy dramáticos de la dana, Vilaplana fijaba entre las 18.30 y las 18.45 la hora de su salida del restaurante.
Letrados de varias acusaciones que ya lo habían intentado antes, reiteraron ante la jueza Ruiz Tobarra la petición de que Vilaplana compareciera como testigo. La instructora aceptó incorporar la carta al sumario, pues su contenido podía ayudar a esclarecer algunas de las llamadas telefónicas efectuadas por la investigada Pradas, pero rechazó en varias ocasiones citarla como testigo argumentando que eso implicaría investigar a Mazón, algo que como aforado solo puede ocurrir si el TSJ valenciano lo decide.
Ha sido la Audiencia Provincial, en un auto redactado por su presidente, la instancia que ha forzado la declaración a la que mañana se enfrenta la periodista, entendiendo que su testimonio debe ceñirse a lo que pueda saber sobre las conversaciones entre Mazón y Pradas. Luego se supo otro detalle que se había ocultado, que al salir del restaurante el presidente le acompañó al aparcamiento donde había dejado el coche, cerca de las siete de la tarde. Este viernes, la jueza le requirió los tiques de ese parking o cualquier otra prueba que aclare, de una vez por todas, la flexible duración de aquel encuentro. Mañana, Maribel Vilaplana, con miles de horas ante las cámaras en su bagaje, se enfrenta a su locución más comprometida.


