La invasió dels bàrbars es la última película en valenciano que se puede ser en algunas salas de la Comunidad Valenciana y, desde del pasado viernes, también en Catalunya. Tras una exitosa première en València la semana pasada con más de 1.000 personas en los Cines Lys, que se convirtió en un acto de reivindicación del audiovisual en lengua propia, la película ha logrado más proyecciones y abrir un camino muy complicado para los largometrajes rodados en valenciano.
De hecho, como explica su director, Vicent Monsonís, cuando acabó el rodaje, en el que no se escatimaron recursos para hacer una película que pudiera competir con los filmes más comerciales y con más músculo económico, “estábamos endeudados y sin dinero”. Y para distribuir, promocionar y exhibir una película en las salas, hay que tener cierto presupuesto. De hecho, explica Monsonís que, gracias al micromecenazgo y el interés que la ciudadanía mostró en el proyecto, se lograron casi 50.000 euros que, unido a la complicidad de algunos exhibidores, han sido claves para lograr que La invasió dels bàrbars llegue a algunas salas; todo un logro en el sector.
El rodaje de una de las escenas del largometraje.
El largometraje -protagonizado por Olga Alamán, Jordi Cadellans, Rosa López o Jordi Ballester, entre otros- se basa en la obra de teatro homónima del dramaturgo valenciano Chema Cardeña, estrenada en la Sala Russafa de València en 2020. Desde que la vio, Monsonís tuvo claro que el texto tenía todas las características para convertirse en una gran película. La invasió dels bàrbars se ubica en dos tiempos diferentes, el de la represión franquista del inmediato final de la Guerra, y la actualidad, con la lucha de las asociaciones memorialistas para recuperar los restos de sus familiares soterrados en fundiciones comunes. Dos momentos entrelazados que también explican la historia escondida de nuestro país. Un tema, el de la memoria histórica, que algunos, comenta el director, consideraban “demasiado político” o que “no tocaba” y “no iba a gustar al público”.
La invasió dels bàrbars es la última película de una hornada de largometrajes en valenciano como L'àvia i el foraster o Valenciana, que han surgido en los últimos años con relativo éxito en un mundo tan competitivo gracias al impulso que desde la anterior Administración pública se dio al audiovisual en lengua propia. Tanto las ayudas del Institut Valencià de Cultura (IVC) como la línea del Ivace (de un millón de euros) para que la televisión pública À Punt comprara los derechos de antena de las futuras películas contribuyó a esta pequeña burbuja que ahora ya se acaba. “Ya no existe ninguna categoría para la producción en valenciano, da puntos, pero no es un requisito”, explica en una conversación con La Vanguardia Vicent Monsonís.
El director y productor -ha producido 10 largometrajes de los que ha dirigido siete- va más allá en sus críticas. “Mucho del dinero a la cultura cinematográfica va a películas de fuera que no dan trabajo a creadores e intérpretes valencianos. Hacen rodajes en València y poco más”. Por ello, defiende que el verdadero gasto que se hace en hoteles, taxis y restaurantes para los equipos técnicos y actores debería de salir de los departamentos de turismo o industria y que “el dinero de cultura se dedicara al cine hecho desde aquí y no al de fuera rodado aquí”. Unos argumentos que, admite, le han causado más de un enemigo en el sector.
“Tal vez no haya logrado la carrera que tendría de haber trabajado en Madrid, pero tengo la satisfacción de haber hecho lo que quería hacer y no lo que otros querían que hiciera”, enfatiza. Una convicción que adquirió cuando volvió de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Cuba) con el convencimiento de que las películas son “una herramienta para defender una cultura, una manera de expresar tu lugar en el mundo y no solo un negocio”. Y en cierta manera, su primera experiencia cinematográfica le dio la razón.
Vicent Monsonís (izquierda) habla con uno de los actores de la película.
El cine es una herramienta para defender una cultura y una manera de expresar tu lugar en el mundo”
Vicent Monsonís rodó Dripping, a principios de los 2000, y la distribuidora le dijo que no había ninguna posibilidad de que funcionara en valenciano. Esa distribuidora logró 2.000 espectadores en castellano en toda España, mientras que la versión valenciana que él mismo distribuyó llegó a los 35.000. Una experiencia que ha marcado su camino.


