En este período previo a las fiestas, es una subestimación decir que algunas cenas de empresa presentan más riesgos que los famosos encierros de San Fermín. Esto afecta tanto a los asistentes como, de manera significativa, al responsable de la organización. Asumir la responsabilidad, nos guste o no, es adentrarse en un terreno complicado.
Previamente, cuando la compañía cubría los gastos, era habitual mantener la compostura hasta la tercera copa de vino; después, como por arte de magia, la inhibición se desvanecía, la gente se colocaba la corbata en la cabeza al estilo Rambo, continuaban los chistes políticamente incorrectos y se agitaban servilletas al grito del nombre de quien firmaba las nóminas. Con la llegada de la crisis, se implementaron recortes en gastos innecesarios, y los primeros en ser eliminados fueron los desembolsos navideños. Aunque la ley exigía el pago de la paga extra, la cesta de Navidad y la comida patrocinada por el empleador desaparecieron. O, mejor dicho, se transformaron.
Autorretrato navideño
La canasta se transformó en el “amigo invisible”, y la comida en un rancho que se pagaba entre todos. Esto último, como les comentaba, pasaría a ser responsabilidad del empleado más dinámico de la compañía, aquel que estuviera dispuesto a organizar el evento. Con estas condiciones, los desembolsos corren a cargo del empleado. Actualmente, y en el mejor de los escenarios, estos gastos ascienden a sesenta euros en promedio: veinte para el “amigo invisible” y cuarenta para la cena. Una de las escasas concesiones disponibles en la situación presente es que ya no se requiere asistencia obligatoria. Asistes si deseas compartir un rato con tus colegas y conocidos. Nadie te fuerza a estar en el mismo lugar que el adulador de turno, ese que te arrebató el ascenso, o a compartir comida con el individuo más envidioso de la oficina. Al abonar, tienes la libertad de seleccionar el lugar y a quién te acompaña. Ya no aplica la antigua frase: “En la mesa 7 van los del departamento comercial, en la 5 administración, y en la punta los reponedores y el encargado de logística”.
En este periodo previo a las festividades navideñas, me aventuro a afirmar que ciertas cenas de empresa conllevan mayores peligros que los tradicionales encierros de San Fermín, afectando tanto a los participantes como, de forma notable, a los responsables de su organización.
Estos eventos generan una considerable ganancia económica para la industria de la restauración, sin pasar por alto otros resultados secundarios que se traducen en ingresos directos para las finanzas públicas, nada insignificantes, derivados de los 25.000 controles de alcoholemia y estupefacientes que la DGT implementará desde este fin de semana. Esta situación es recurrente desde hace tiempo y representa un perjuicio para los establecimientos de comida situados en las periferias. La actividad se concentra casi por completo en el centro urbano. Esto exige desplazarse a pie o utilizar el transporte colectivo. Durante estas fechas, será complicado hallar un taxi, y al momento de abonar los servicios de VTC (Uber - Cabify) nos enfrentaremos a tarifas exorbitantes debido a la elevada demanda específica en la aplicación.
Podemos mitigar otros riesgos que presentan estas liberaciones de empleados eufóricos, en un estado de exaltación de la camaradería, al adherirnos a las siguientes recomendaciones:
¡Atención a los teléfonos móviles! Ya no son lo que solían ser; la tecnología ha progresado enormemente. Ahora cuentan con cámaras 4K que operan en condiciones de luz tan escasas que podrían filmar, con una nitidez asombrosa, el apareamiento en pleno vuelo de dos murciélagos en una noche sin luna, además de un zoom impresionante que permitiría observar hasta el último detalle de un roedor nocturno.
Aprovechen la oportunidad para manifestar ese cariño platónico guardado para aquellos que sin un par de copas jamás lo harían.
No se burlen de la timidez e introversión de los colegas de informática; son individuos rencorosos con gran potencial para complicarnos la existencia.
- Beban con moderación, pero siempre vinos y espirituosos de calidad. Rechacen “cosecheros”, vinos de la casa, happy hours y barras libres.
Eviten esos sitios que se conocen como "karaoke: una invención japonesa que se traduce como (vacío-orquesta) y protejan su garganta.
Estamos cerca de llegar al punto álgido de la temporada de gripe. Si el tiempo lo permite y no llueve, una terraza se presenta como el sitio perfecto para compartir la penúltima bebida con tus amistades. Eviten encerrarse en locales insalubres repletos de gérmenes, humo y bacterias.
Durante los últimos veinte años, he asumido la responsabilidad de coordinar las cenas debido a mi entendimiento de la industria y la fe que mis colegas han depositado en mí. Podría afirmarse que soy la persona que facilita una experiencia culinaria superior, no obstante, incluso con esto, la gratitud nunca será completa; siempre existirán aquellos inconformes que criticarán la comida, el vino, y por supuesto, el costo.
Cenaremos el viernes 19 en un restaurante cerrado para nosotros, 50 comensales.
El menú:
Entrantes cada cuatro personas:
Salad featuring tender sprouts alongside candied pear, nuts, pink tomatoes, mozzarella pearls, and shrimp, all dressed with a homemade fig vinaigrette.
Carpaccio de lomo de res con semillas de calabaza, queso de cabra y puré de mango.
Huevo de corral a baja temperatura acompañado de patata panadera, crema de chistorra, habas tiernas y virutas de jamón ibérico.
Segundos a elegir:
Corvina sobre crema de zanahoria con tabulé de verduritas y hierbabuena.
O
Cerdo cocinado lentamente hasta quedar tierno, servido con puré de patatas cremoso y cebollas dulces caramelizadas en vino, realzado con queso ahumado.
Postre individual:
Tapioca con sorbete de limón.
Vinos y cavas de bodegas Chozas Carrascal: Las Cuatro, Las Ocho y cava Eterno.
Y cerveza, la mejor: Amstel Oro.