Que cierre de año, válgame dios… Que si el presidente Sánchez hace un prematuro balance de curso, que si el president Llorca se estrena deambulando por La Moncloa, cuanta intensidad contenida. Esta semana y por enésima oportunidad los cinco millones de ciudadanos de la Comunitat Valenciana le entregaremos la carta de los reyes magos a un Pedro Sánchez más Grinch que nunca: que si la mortífera infrafinanciación que padecemos deja de ser despreciada por el gobierno central de turno, que si recuperamos inversiones básicas del finado Plan Hidrológico Nacional, que si dinamizamos de una vez el esfuerzo en la reconstrucción de todo lo arrasado por la gran riada de octubre de 2024…
Juanfran Pérez Llorca en el Palau de la Generalitat
Es que llevamos unos días insoportables, nada prenavideños, oiga. Entre la inmundicia de las corruptelas y escándalos PSOE y la barbarie que nos anuncia el frente PPVOX con Ayuso y Abascal desatados, pues uno no sabe donde meterse. Que si Rufián se descuelga con una opción electoral de un frente amplio plurinacional, que algo me seduce cuando Sánchez apriete el botón, hasta la cascada electoral de cuatro elecciones autonómicas consecutivas (a saber Extremadura esta semana, Aragón en febrero, Castilla y León en marzo, Andalucía en junio) que se presentan como un calvario para las huestes socialistas e izquierdistas. Que desde Madrid Central se marean con tanta convocatoria tonta en esta España plural.
Consumiendo mi dosis mensual aznariana pensé que oasis al menos tenemos con nuestro arzobispo valenciano Enrique Benavent. Algo a que acogerse en estos tiempos ominosos. Como también le puedo reconocer al aragonés Azcón que no haya comulgado con las ruedas de molino voxeras y haya convocado elecciones. Cosa que por estas latitudes no se ha dado y confío ciegamente en que se modifique y corrija. Buenos pensamientos y deseos ingenuos ante el arranque del nuevo gobierno de Pérez Llorca. La magia de la Navidad, quiero pensar…
Y déjenme soñar. El president de la Generalitat que quiero debe ejercer su cargo como el mayor honor para el autogobierno de los valencianos. Es el cargo de mayor rango porque hace falta reivindicar lo que nunca debió degradarse tanto: la figura del president y de la Generalitat Valenciana. La autonomía valenciana se logró en medio de una gran conflictividad, nos costó mucho tener autogobierno como para que ahora en una oscura etapa haya sido arrastrado por el lodo como lo ha sido en todo este último aciago año.
El president que quiero sí comenzó su discurso de investidura con la mano tendida a las familias de los fallecidos de la barrancada y un mea culpa por los fallos acontecidos en la gestión de la tragedia. También marcando diferencias con ese valiente paso adelante en la protección del uso público del valenciano y la dignificación de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, frente a una ultraderecha enloquecida, inculta, miope y gritona en lo que a riqueza, derechos e identidad propia se refiere. Y frente a lo que su antecesor hizo y dejó hacer, como tanto se ha señalado. Ay la torpeza acomplejada alicantona, ay…
El president que quiero sí comenzó su discurso de investidura con la mano tendida a las familias de los fallecidos de la barrancada y un mea culpa por los fallos acontecidos en la gestión de la tragedia”
Parece ser qué desde Génova, esa incólume sede de los nacionales populares, ya ha habido fumata blanca al president Llorca para que se distancie y rompa con el legado de su antecesor si quiere consolidarse como cartel electoral de cara a 2027. Ya se descolgó la semana pasada declarando que el señor Mazón ya no es presidente de todos los valencianos por falta de claridad. Ah mon dieu! Faltaría más… Con todo el exalcade de la valencianísima villa de Finestrat en la Marina Baixa, se sumará a la tan arraigada tradición de los populares del terreno de coronarse president sin pasar por las urnas. A saber, de cinco solo Zaplana y Camps ganaron, de manera bizarra, unas elecciones. Los otros, Olivas, Fabra y ahora Llorca tocaron mare de carambola. Creo que haciendo cuentas me falta uno, pero ya nadie se acuerda de su nombre…
De esperanzas vivimos y existimos. Desde la óptica gallega y galleguista bien entendida de Feijóo el arrinconamiento de la lengua valenciana que el Estatut d’Autonomía reconoce como propia resulta drásticamente sangrante por estas geografías nuestras… Por tanto si alguien está en condiciones de romper con esa lacra es el actual molt horable Pérez Llorca, el primer presidente popular del Consell educado íntegramente en valenciano. La receta es bien conocida y nos hemos dedicado mucho a ella: poner el foco en lo sustancial y lo que renta (expresión últimamente tan en boga) que sencillamente es combatir la caída en picado del uso social del valenciano.
Lo que puede y debe hacer el president Llorca con nuestra lengua propia es prestigiarla en la esfera pública como nunca antes lo hizo un jefe del Consell del PPCV. Y por supuesto prescindiendo de debates estériles como presuntas imposiciones o denominaciones confusas. En una entrevista la semana pasada Pérez Llorca deslizó que pretende una AVL más porosa, y es que la realidad del Diccionari Normatiu Valencià ya recoge infinidad de formas propias e identificadas con como hablamos por estas latitudes. Por que como certeramente señalaba mi correlegionario Víctor Maceda en estas mismas páginas el gran enemigo de la identidad valenciana tiene apellido y se llama Vox, que anhela una lengua valenciana folklórica, asustada, cautiva y desarmada, rendida y entregada al dominio exclusivo del castellano infinito.
Prometo pues adentrarme más en Émile Zola estas entrañables fiestas. Ya que quien decide ser forastero en su tierra es por que quiere, por incapacidad, desinterés o desprecio. Y si nos ponemos podemos recuperar el país de todos y cada uno de los valencianos, teniéndolo siempre en la cabeza y creyéndonos nuestra capacidad y personalidad. Eso sí, siempre desde las terrazas, nunca desde los sótanos. Bon any nou!