El señor Miquel y los comicios en Extremadura

Relato ficción

El señor Miquel y las elecciones extremeñas
Periodista

Durante varios meses, se le dio por desaparecido. La quietud reinaba en su residencia de una sola planta en el distrito de Sant Joan de Alzira, un lugar donde la humedad se filtraba hasta lo más profundo y el patio interior esperaba en vano un alivio refrescante contra el calor sofocante. Su diario de tapa gastada, el que anotaba con caligrafía perfecta cada predicción electoral desde 1977, ya no estaba. Hubo quienes afirmaron que lo había incinerado; otros, que lo había sepultado con él. Yo, quien durante décadas fungió como su único confidente, guardé mi duelo en privado. Hasta que una mañana de diciembre, mientras la rueda electoral empezaba a girar una vez más —Extremadura al principio, seguida de Aragón, Castilla y León, y Andalucía en el verano—, mi teléfono móvil recibió un mensaje codificado: “Al valle. Trae café. No digas nada.”

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La presidenta de la Junta de Extremadura y candidata del Partido Popular para un futuro mandato, María Guardiola

Vicente M Roso / EFE

Fue como escuchar la voz de un fantasma.

El Valle de la Murta reposa en calma, resguardado por la formidable presencia del Cavall Bernat. En medio de pinos y romero, discreta a la vista desde la senda, se erige una pequeña morada de piedra que aparenta brotar del suelo. Fue allí donde lo hallé, recostado en un asiento de madera bajo un alero, contemplando el valle como si descifrara en sus contornos el porvenir de gran parte del planeta. Don Miquel, con sus más de ochenta años, no mostraba el paso del tiempo; se había integrado al entorno. Vestía una blusa de tela rústica, pantalones anchos, y en sus palmas, aunque vacilantes, con firmeza, sostenía un cigarrillo ya consumido.

—Creí que habías muerto —le dije, sin poder disimular el temblor en la voz.

La muerte es una predicción como cualquier otra —contestó, sin desviar la vista del valle—. En ocasiones, es mejor permitir que las personas mantengan las creencias que les resultan necesarias.

Me hizo un gesto para que tomara asiento. Vertió dos tazas de café fuerte, el habitual, y entre los dos se extendía la vieja mesa de madera. Encima, no había ninguna libreta. En su sitio, un cuaderno con páginas vacías, como si hubiera optado por un nuevo comienzo.

—Has vuelto porque el mundo se está rompiendo —afirmé.

Asintió despacio. Sus ojos de un verde gélido, aquellos que antes podían paralizar de miedo, ahora mostraban una melancolía profunda.

—He estado prestando atención —comentó—. Desde esta perspectiva, uno puede percibirlo todo. No se trata de los sufragios ni de las bancas, sino del temor. El temor es la brisa que actualmente se siente. En Extremadura, en Aragón, en cada localidad y urbe. Proviene de Europa, de regiones más lejanas, y aquí se enreda entre los cítricos y se filtra por los ventanales.

Encendió otro cigarrillo. El humo ascendió en lentas espirales, trazando figuras fugaces en el ambiente.

—¿Y tu libreta? —pregunté.

—La libreta representaba el pasado —contestó—. Ahora empleo este —indicó el cuaderno—, pero no para registrar cifras. Para trazar líneas. Trazos que se unen, que se distancian, que se quiebran. De forma similar a las personas.

Inició entonces su divagación, ese rito visceral que tantas veces había observado. No se escucharon ruidos inusuales en esta ocasión, sino un murmullo grave, similar al sonido de un caudal subterráneo. Mantenía los ojos cerrados, inhalaba el ambiente impregnado de azahar y pino, y sus dedos dibujaban trazos etéreos sobre la superficie de la mesa. Se trataba de un curandero desprovisto de sacrificios, un vidente sin despojos animales. Pura perspicacia, refinada con el paso del tiempo.

—This cycle isn't like the others —he stated upon opening his eyes—. Previously, people voted with their heads or their stomachs. Now they vote with fear, and fear is an animal that knows no loyalties. It feeds on shouts, on flags, on invented enemies. In Extremadura, you'll witness the first wound. Then in Aragón, the scar. In Castilla y León, the infection. And in Andalucía… in Andalucía, it will be decided whether the wound heals or festers.

Sus palabras no eran un pronóstico electoral al uso. Eran una advertencia.

—¿Y Europa? —pregunté.

—Europa —repitió, como saboreando la palabra—. Europa es un espejo hecho añicos. Cada fragmento proyecta una imagen diferente, pero todas comparten la misma fisura. Donde las personas cesan de dialogar, surgen los soliloquios. Donde la tolerancia se agota, florece la furia. Lo he presenciado desde este lugar, en los reportajes, en las alocuciones. Es similar a contemplar al Cavall Bernat bajo el resplandor de la luna llena: es imponente, causa temor, pero al alcanzar la cumbre, se percibe la interconexión de todo. El océano, el cauce fluvial, el núcleo urbano. Absolutamente todo.

Europa, un espejo roto, refleja facetas distintas pero unidas por la misma grieta, donde el monólogo sustituye al diálogo.

Se incorporó con dificultad, utilizando el bastón que hasta ese momento había estado guardado cerca de la pared. Me condujo hasta el límite del porche, desde donde se podía ver el camino que conduce al monasterio de Santa María de la Murta.

—Mi padre —comentó de repente— tuvo un percance con una motocicleta Guzzi, en un viaducto de giros pronunciados. Se precipitó a un despeñadero, se fracturó casi todo, pero logró salir con vida. ¿Sabes la razón? Porque aterrizó sobre suelo mullido, repleto de agrets. El terreno lo acolchó. Hoy en día el suelo está firme, Salva. Árido. Y las personas se precipitan desde mayores alturas.

Volvimos a la mesa. Ella descorchó el cuaderno y, por primera vez, agarró un lapicero. Empezó a anotar números, no de sufragios, sino de algo más intangible: proporciones de recelo, baremos de mutismo, factores de enojo. Lo ejecutaba con la misma certeza de siempre, sin vacilación.

—No publiques esto —me previno—. Pero consérvalo. Cuando la situación se resuelva, comprenderás que mi predicción era correcta. No en cuanto a quién prevalecerá, sino a lo que se extraviará.

El astro rey iniciaba su descenso, pintando de carmesí la cima del Cavall Bernat. El señor Miquel clausuró el bloc de notas y me lo devolvió.

Regresa una vez que Extremadura haya emitido su voto. Sírveme más café. Y asegúrate de no mencionar que me viste. Que continúen pensando que he fallecido. En ocasiones, una aparición resulta más provechosa que una persona real.

Antes de partir, volví la vista. Él continuaba en el porche, un lugar que se sentía a la vez diminuto y vasto, con la mirada fija en el valle. No era un exmatarife, ni un sabio, ni un curandero. Era un individuo que había llegado a comprender el mundo a través de la quietud, y que ahora, con inquietud, compartía su pensamiento final: no una guía de triunfos, sino un esquema de las debilidades.

Y como es mi costumbre, me marché con más interrogantes que certezas, consciente de que, en este renovado ciclo electoral, no solo se decidían administraciones, sino algo considerablemente más delicado: la oportunidad de comprendernos mutuamente.

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