‘La velocidad de un automóvil’ de Giacomo Balla

El arte del automóvil

Balla, Giacomo ; 1871-1958.

''La velocidad de un automóvil''. Giacomo Balla, 1913.

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El poeta Jorge Luis Borges era muy bueno en el arte de insultar. Le caía mal Filipo Tommaso Marinetti, el creador del movimiento futurista, del que dijo: “Es un tonto fosforescente”. Un insulto muy bien encontrado, ya que Marinetti, como todos sus camaradas del movimiento de la primera vanguardia italiana del siglo XX, se exaltaba, adoraba las luces y la agitación, el movimiento, las máquinas, el mundo nuevo, la tecnología y la velocidad, y, en cambio, detestaba el saber antiguo, los museos, la tradición.

Decirle a alguien tonto es insultarle muy levemente, pero si a eso le añades fosforescente, lo ves parpadear, lo cubres de ridículo. ¡Es inapelable!

Balla, Giacomo ; 1871-1958.

''La velocidad de un automóvil''. Giacomo Balla, 1913.

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En el primer Manifiesto futurista, de 1909, ya sostenía Marinetti que “un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que la Victoria de Samotracia”. Entonces esta frase, que se hizo célebre, era provocadora; hoy, si te dieran a escoger entre esa escultura del Louvre y un coche potente y nuevecito –dejando aparte el valor económico–, sé sincero: ¿qué preferirías?

¡Toma, yo también! Somos el triunfo póstumo del futurismo de Marinetti. En vida, en cambio, fracasó, porque su movimiento, un tanto espasmódico, quedó desacreditado al ponerse al servicio del fascismo de Mussolini. Marinetti llevó su culto a la energía y a la acción hasta el extremo de alistarse para combatir en la Segunda Guerra Mundial, donde cayó herido, aunque murió de un ataque al corazón antes de que acabara la contienda. ¡Demasiadas emociones, demasiada fosforescencia!

En el primer Manifiesto futurista, de 1909, Marinetti sostenía que “un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que la Victoria de Samotracia”

Uno de sus camaradas más cercanos en el movimiento futurista fue el pintor Giacomo Balla (1871- 1912), que le ayudó a redactar el famoso y escandaloso Manifiesto. También era un exaltado: al sumarse al movimiento, se desprendió de todo lo que había pintado hasta entonces, quemándolo o vendiéndolo en subasta, y a partir de entonces adoptó el seudónimo de FuturBalla.

Varias veces pintó, al igual que otros artistas futuristas, automóviles en marcha, esforzándose en representar la velocidad. Para la pintura al óleo, escapar del estatismo bidimensional era una obsesión, por lo menos desde que, en 1907, Picasso y Braque inventaron el cubismo, que representa simultáneamente varios escorzos del mismo objeto. Duchamp, el artista más importante del siglo xx, lo intentó con su Desnudo bajando la escalera, de 1912, que provocó las burlas de los visitantes a su exposición. Balla lo intentó incorporando líneas cinéticas, cortes en la continuidad de la imagen para sugerir el desplazamiento. Su empeño en lo imposible me parece conmovedor. ¡Y fosforescente!

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