Los virus no tienen piedad. Se cuelan sin permiso y sin importar cuántos calcetines se lleven puestos o si el pelo está seco o mojado. No entran por los pies ni acechan en el patio del colegio esperando a los niños que salen al recreo.
Los gérmenes aprovechan cualquier oportunidad para saltar de una persona a otra, y no lo hacen a través de los pies ni del frío del patio. Lo logran cuando las cabezas se juntan demasiado en espacios cerrados. Y, sin embargo, la creencia persiste: “Ponte zapatos, que te vas a resfriar”. Nada más lejos de la realidad.
Evitar contagios
El verdadero culpable: la falta de ventilación en las aulas
Según explica la pediatra Lucía Galán, “ni por los pies, ni por salir al recreo, los niños se resfrían en el interior de las aulas con el resto de compañeros y porque no hay ventilación”. De esta manera, la costumbre de cerrar ventanas en invierno crea el ambiente perfecto para que los virus campen a sus anchas. En esos espacios cerrados, cada estornudo y risa cerca de otro es una oportunidad de contagio.
El mito de que los resfriados vienen del frío del patio o de caminar descalzo ha calado hondo, pero no tiene fundamento. De hecho, no hay razón para que los niños no anden descalzos por casa. Los virus no se arrastran por el suelo; viajan a través del aire, escondidos en las gotitas que salen disparadas al hablar.
Otro mito que ha sobrevivido al paso del tiempo es el de acostarse con el pelo húmedo. Sin embargo, eso no provoca catarros ni bronquitis. Lo máximo que puede pasar es que el peinado no amanezca en su mejor versión. Nada más. La pediatra lo deja claro: el problema no es el frío ni el pelo mojado, sino la falta de ventilación en lugares cerrados.
La solución, como explica Galán, es simple pero muy efectiva: abrir las ventanas. Dejar que el aire circule, que se lleve consigo esas gotitas cargadas de virus y gérmenes. Renovar el ambiente en las aulas es suficiente para evitar estos catarros tan indeseados.