Andrew Huberman, neurocientífico: “Hacer ejercicio después de una mala noche sin dormir puede compensar algunos efectos negativos de la privación del sueño”
BIENESTAR
“Realizar actividad física en estos casos ayuda a reducir la inflamación, mejora la circulación sanguínea y promueve la liberación de endorfinas, las hormonas del bienestar”, explica Huberman

Andrew Huberman

Dormir bien no es un lujo, es una necesidad biológica fundamental. Y, sin embargo, cada vez más niños, adolescentes y familias enfrentan dificultades para conseguir un descanso reparador. El sueño no solo recarga el cuerpo, también regula las emociones, fortalece la memoria, equilibra el sistema nervioso y sostiene la salud mental. En un mundo acelerado, lleno de pantallas, estrés escolar y rutinas caóticas, dormir profundamente se ha vuelto casi un desafío colectivo. Pero, ¿qué impacto real tiene la falta de sueño en la infancia y la adolescencia? ¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos y a nosotros mismos a reconectar con el descanso como una fuente de bienestar integral?

Y si no dormimos bien, ¿podemos hacer algo para compensarlo? Según el Dr. Andrew Huberman, neurocientífico de Stanford y creador de Huberman Lab, la respuesta corta es sí, pero con algunos matices. “Por ejemplo, madres con niños pequeños, personas que trabajan de noche o cuidan pacientes, o tuviste una muy mala noche…”, en esos casos puntuales, el ejercicio puede ayudar a contrarrestar algunos de los efectos negativos de dormir mal, especialmente sobre la salud del cerebro.
Sin embargo, la clave está en la intensidad. Cuando no hemos dormido lo suficiente, el cuerpo está más vulnerable y sensible: el sistema inmune se debilita, la coordinación motora disminuye y aumenta el riesgo de lesiones. “Si no duermes bien por una noche, el ejercicio es una gran manera de reducir esa pérdida de sueño en el cerebro, o que otra vez afectaría al cerebro. Si estás un poco privado de sueño, por supuesto, haz ejercicio. Pero tienes que estar cuidadoso con lo que haces para que no te enfermes ni te lesiones”, advierte Huberman. Es decir, el ejercicio puede ser un gran aliado, pero no debe convertirse en un parque ni en una excusa para descuidar el descanso y el sueño reparador.
Si tuviste una mala noche, opta por entrenamientos moderados como yoga, un poco de pesas a carga media o moderada, resistencia suave o meditación
En días así, Huberman recomienda optar por entrenamientos moderados: algo de yoga, ejercicios de resistencia suaves, pesas con cargas medias o incluso una buena sesión de meditación. “No quieres entrar en el hábito de usar el ejercicio como una forma de compensar la pérdida de sueño”, dice. Si se vuelve costumbre, el cuerpo no se recupera tan bien como debería, y eso puede provocar que la fatiga aumente, te sientas más estresado y más vulnerable.

Yoga, resistencia, meditación o pesas con carge media
El ejercicio moderado tiene múltiples beneficios para el cuerpo, incluso cuando no hemos descansado lo suficiente. Realizar actividad física en estos casos ayuda a reducir la inflamación, mejora la circulación y promueve la liberación de endorfinas. Además, el movimiento suave activa el sistema nervioso y puede ayudar a restablecer el equilibrio hormonal, favoreciendo una sensación de vitalidad y energía. En resumen, el ejercicio moderado no solo actúa como una “recarga” temporal, sino que también optimiza los procesos de recuperación del cuerpo y el cerebro, preparándonos para enfrentar el día con mayor claridad mental y menos estrés.
La buena noticia es que el cuerpo tiene cierta capacidad de resiliencia, y una mala noche no tiene por qué arruinar todo el día. Si se trata de una falta de sueño leve, como dormir la mitad o tres cuartos de lo que necesitas para sentirte bien, moverte un poco puede ayudarte a restaurar el equilibrio y activar procesos de reparación en el cerebro. Pero siempre con conciencia, suavidad y la intención de volver a priorizar el descanso en cuanto sea posible.