Vivimos en una sociedad que valora la productividad constante y ser eficaz, cueste lo que cueste. Trabajamos sin descanso, incluso tratando de sentirnos útiles cuando tenemos tiempo libre -y sintiéndonos mal si no lo hacemos-, lo que ha llevado a lo que los expertos ya denominan la “cultura de la sobrecarga”.
Con el ritmo frenético en el que vivimos por culpa del trabajo, el tratar de cumplir con todas las expectativas personales y estar constantemente conectados a través de la tecnología, muchas personas sienten que nunca pueden desconectar. Se nos “anima” a producir más, a establecer nuevas metas a pesar de no haber cumplido las ya impuestas, a estar siempre disponibles… Generando un agotamiento físico, mental y emocional profundo.

Vivimos estresados por producir más y llegar a todo.
La saturación de tareas y la presión por ser siempre productivos crea un ciclo interminable que termina por drenar nuestra energía y bienestar. Un asunto sobre el que llama la atención la psiquiatra Rosa Molina en una de sus últimas publicaciones en Instagram, señalando la importancia de dejar descansar al “director de orquesta” que es nuestro cerebro, quien organiza, planifica, cambia de tarea, prioriza y mantiene la memoria de trabajo activa.
“En la vida moderna, ese director nunca descansa”, señala Molina. “Entre notificaciones, contraseñas, decisiones mínimas y mil interrupciones, vivimos con una función ejecutiva agotada”, asegura.

La doctora Rosa Molina insiste: tenemos que descansar, pero de verdad.
La especialista da un ejemplo de cómo nuestro cerebro se ve sobrepasado con las tareas del día a día. “Vas a buscar una camiseta. Ves ropa sin guardar, por lo que la guardas y, de paso, ordenas un cajón. Te pones a trabajar en algo. Recuerdas que no hiciste una reserva. Llamas, pero no abren hasta las 12”, continúa.
“Abres el ordenador, metes la contraseña, pero tienes doble verificación y hay que seguir con un captcha con cinco intentos, todos fallidos. “Elija todos los semáforos”. Escribes. Recibes un correo electrónico sobre un servicio que juras haber cancelado. Vas a cancelar, te pide una contraseña nueva que debe incluir un símbolo, una mayúscula, un dinosaurio extinto y el alma de un unicornio”, dice, bromeando.
Como señala la especialista, no es la última de las tareas. “Finalmente abres Power Point. Aparecen actualizaciones. Reiniciar. Recibes un mensaje de tu pareja, a ver si puedes recoger a los niños.” Con esta reflexión, Molina lanza un mensaje: nuestro cerebro está agotado. “No es que no hagas nada. Es que haces demasiado, todo el tiempo”, escribe.
Este agotamiento generalizado refleja una desconexión entre lo que realmente necesitamos como seres humanos y lo que la sociedad exige. A medida que las demandas de productividad crecen, perdemos de vista la importancia de la pausa, la reflexión y el descanso.

Utiliza recordatorios en tu teléfono o calendario para no olvidarte de tomar pausas.
El equilibrio entre la vida personal y profesional se diluye, y el tiempo para cuidar de nosotros mismos se reduce a horas mínimas. Para frenar este ciclo, es necesario reconsiderar nuestras prioridades y aprender a decir no, a establecer límites claros y a valorar la calidad sobre la cantidad, priorizando el bienestar sobre la constante necesidad de producción.
Rosa Molina: “Vivimos con una función ejecutiva agotada”
Para ello, Molina tiene algunos consejos que pueden ayudar.
- Hacer pausas “reales”. Puedes implementar pausas cortas y largas, combinando actividad física con actividades relajantes, y utilizar técnicas como el método Pomodoro para estructurar tu tiempo
- Agrupar tareas similares y aprender a dar prioridad.
- Eliminar aquellas tareas que sean innecesarias de manera inmediata o en el día de hoy.
- Reducir las notificaciones.
- Cuidar el descanso y dar prioridad a la calidad del sueño.