Esperanza Sebastián, coach, sobre las vacaciones: “No todas las personas recargan energía viajando, socializando o llenando su agenda de planes”

Desconexión

“El cuerpo para, pero la mente sigue en modo alerta”, explica Sebastián

Esperanza Sebastián, experta en gestión del estrés

Esperanza Sebastián, experta en gestión del estrés

Cedida

Las vacaciones ya están a la vuelta de la esquina, e incluso muchas personas ya las han comenzado. Este paréntesis en nuestras rutinas trae consigo numerosos aspectos positivos: nos ayuda a reconectar con nosotros mismos, a socializar, a reencontrarnos con amigos o a desconectar junto a la familia.

Sin embargo, no todo el mundo vive esta época del mismo modo. Para algunas personas, planificar los días libres puede convertirse en un auténtico quebradero de cabeza, y las ganas de disfrutar de las vacaciones soñadas acaban transformándose en una fuente de estrés.

Cuando llega esta época del año, parece que llega el deseo, o incluso la obligación, de que todo sea perfecto: relax, felicidad, conexión familiar, fotos bonitas… y cero conflictos.

Playa de Formetera vista durante el día

Playa de Formetera vista durante el día

Tono Balaguer

“La frase ‘desconecta y sé feliz’ ha pasado de ser un consejo a una carga emocional”, afirma Esperanza Sebastián, pedagoga, coach y experta en gestión del estrés. “Mucha gente siente que no descansa lo suficiente, que no está aprovechando bien el tiempo libre o que incluso se aburre… y eso también genera malestar.”

Lejos de ser una pausa reparadora, las vacaciones pueden convertirse en un espejo emocional: afloran tensiones no resueltas, aparece el cansancio acumulado y se reactiva la culpa por no rendir como se esperaba. “El cuerpo para, pero la mente sigue en modo alerta”, explica Sebastián.

Claves para un verano emocionalmente saludable

Menos expectativas, más presencia: El mayor enemigo del descanso no es el trabajo, sino las expectativas irreales que proyectamos sobre las vacaciones: la pareja ideal, el viaje perfecto, el descanso absoluto, la conexión familiar soñada.

Cuando idealizamos el verano, nos alejamos del presente y entramos en un juego de frustración constante. La clave está en soltar el “cómo debería ser” y abrirse al “cómo es”. Disfrutar lo cotidiano, permitirnos improvisar y vivir sin exigencias cada momento.

Mujer, en la playa, mientras realiza meditación

Mujer, en la playa, mientras realiza meditación

Getty Images

Acepta los altibajos emocionales: Estar de vacaciones no significa estar feliz todo el tiempo. El descanso no es una garantía de bienestar emocional automático. De hecho, cuando paramos, es habitual que emerjan emociones que hemos ignorado durante el año: tristeza, cansancio, ansiedad o incluso irritabilidad. 

Darse permiso para sentir también en verano es una forma de autocuidado. Validar lo que sentimos, sin juzgarlo ni negarlo, es el primer paso para atravesarlo con más calma.

Escucha tus verdaderas necesidades: No todas las personas recargan energía viajando, socializando o llenando su agenda de planes. A veces lo que más necesitamos es parar, desconectar del ruido, dormir más, o simplemente no hacer nada.

“Descansar no es hacer muchas cosas bonitas, es hacer lo que tu cuerpo y tu mente realmente necesitan” aclara Sebastián. Menos obligaciones, más autenticidad.

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