La escena se repite verano tras verano: estás disfrutando de una tarde tranquila cuando descubres, con sorpresa, una roncha rojiza en el brazo. No sabes cuándo ha ocurrido, pero ahí está, palpitante y con un picor desesperante. Laura, bióloga y divulgadora científica, lo explica con claridad quirúrgica: “No te enteras cuando te pican los mosquitos porque te inyectan su saliva, que tiene componentes anestésicos y anticoagulantes para que no tapone la herida”.
Solo las hembras pican (y tienen muy buenas razones)
Lo primero que aclara Laura en su vídeo es que los únicos culpables de nuestras noches en vela no son todos los mosquitos, sino solo las hembras. “Necesitan los componentes de la sangre para desarrollar sus huevos”, señala, mientras que los machos llevan una vida bastante más pacífica: se alimentan de néctar y jugos vegetales.
Pero el verdadero prodigio está en cómo lo hacen. El aparato bucal del mosquito no es una simple aguja, sino una sofisticada herramienta formada por seis piezas alargadas. Cuatro de ellas se encargan de cortar y separar la piel. Otra localiza un vaso sanguíneo y la sexta inyecta la famosa saliva. Sí, la clave está en esa mezcla química.
La saliva del mosquito está perfectamente diseñada para pasar desapercibida: contiene anestésicos, que adormecen ligeramente la zona para que no notemos el pinchazo; anticoagulantes, que impiden que la herida se cierre y así asegurar un flujo sanguíneo continuo; y vasodilatadores, que facilitan la circulación en la zona. Como si fuera poco, el mosquito busca activamente un capilar donde picar y mantener esa sangre fluyendo con eficiencia quirúrgica.
La culpa (también) es del sistema inmune
Tarde o temprano, el sistema inmune se da cuenta de que algo no cuadra. Detecta la presencia de sustancias ajenas y reacciona liberando histamina, una molécula responsable de la clásica inflamación, el enrojecimiento y ese molesto picor.

Las picaduras de mosquito son una de las cosas más incómodas del verano
Lo has oído mil veces y probablemente lo has hecho: aplicar un poco de amoniaco justo después de una picadura. ¿Funciona o es solo un mito de abuela? Según Laura, tiene sentido. La reacción inmunológica produce una leve acidez en la zona, y el amoniaco puede neutralizarla. Esto interfiere en la transmisión de las señales nerviosas del picor, ofreciendo alivio. Eso sí, advierte con humor: “Tampoco te pases echando amoniaco, que grandes cantidades te pueden quemar”.
Los mosquitos necesitan los componentes de la sangre para desarrollar sus huevos
La explicación de Laura no solo nos ayuda a comprender por qué sufrimos en silencio las picaduras, sino que pone en valor la complejidad de un acto aparentemente trivial. El mosquito, ese diminuto enemigo del verano, es también un sofisticado químico capaz de burlar durante unos segundos a todo un sistema inmunológico.