Edu García, entrenador de movimiento natural, lleva años promoviendo una idea sencilla, pero parece revolucionaria: el cuerpo sabe lo que necesita. No hay que reprimir el movimiento, hay que exprésalo, insiste.
El lenguaje olvidado del cuerpo
Y uno de los gestos más inesperados de esta desconexión con nuestro organismo es algo tan cotidiano como un bostezo. Cuando el cuerpo pide bostezar, no hay que sentirse mal por estar en público. Es un mensaje claro de que se tiene que regular el sistema, indica el entrenador. Este gesto involuntario, que se suele asociar con la fatiga o el aburrimiento, tiene en realidad una función mucho más compleja. Según el portal especializado Psicología y Mente, el bostezo está vinculado con los ritmos circadianos y la necesidad de activar determinados músculos faciales que permanecen inactivos durante largos periodos. Es una forma natural de desperezarnos, pero también de entrar en un estado de mayor alerta y concentración. Lejos de ser un simple tic social, el bostezo tiene incluso efectos sobre el sistema nervioso, incluso para fetos y muchas especies animales. Es, en esencia, una herramienta de regulación interna.

Bostezar, estirarse y moverse mientras estás sentado es muy beneficioso.
Además del bostezo, Edu García señala otros dos movimientos reprimidos que, inconscientemente, van desconectándonos del cuerpo: cambiar de postura y estirarse. Es normal que uno quiera moverse si se lleva mucho tiempo sentado. Si el cuerpo pide levantarse o moverse, hay que hacerlo. Es el cuerpo hablando con uno mismo, sostiene el entrenador. Esa necesidad de moverse, según los expertos, responde a una lógica fisiológica. Estar demasiado tiempo en la misma posición puede comprimir tejidos, ralentizar la circulación y aumentar la fatiga mental.
Estirarse (ese gesto que tantas veces evitamos por vergüenza en el trabajo o en lugares públicos) es, de hecho, una vía efectiva para liberar tensión muscular y recuperar la movilidad. Desde la neurociencia también se apunta a beneficios menos evidentes. Algunos estudios sugieren que estirarse podría mejorar la oxigenación del cerebro y la producción de endorfinas, esas moléculas asociadas al bienestar.
Reprimir estos gestos del día a día (bostezar, moverse, estirarse) es silenciar necesidades básicas que el cuerpo expresa con claridad. Edu García no se anda con rodeos: no se trata sólo de moverse, sino de escucharse. De recuperar una comunicación instintiva que hemos ido perdiendo entre normas sociales y asientos de oficina. Volver a sentirnos cómodos en nuestro cuerpo, como cuando somos niños, sin culpa ni pudor, puede ser el primer paso hacia una vida más consciente, libre y saludable.