El Día de Todos los Santos, fecha en la que muchas personas recuerdan a quienes han perdido, es un momento propicio para reflexionar sobre el duelo y cómo afrontarlo. Perder a un ser querido es una de las experiencias más difíciles que enfrentamos. El dolor, la tristeza y la confusión que acompañan a esa pérdida pueden ser abrumadores, y cada persona vive el duelo de manera única. Afrontar la ausencia implica adaptarse a una nueva realidad y aprender a convivir con los recuerdos y la nostalgia. Aunque el proceso puede ser doloroso, atravesarlo es fundamental para aceptar la pérdida.
Para comprender mejor este proceso, hablamos con Xavier Fábregas, médico, quien nos explica cómo funciona el duelo, qué errores se cometen al enfrentarlo y cómo el acompañamiento profesional y los rituales pueden ayudar a transformar la pérdida en un recuerdo más llevadero.
Hablamos de duelo complicado o patológico cuando, por su intensidad o por su duración, excede los tiempos que consideraríamos razonables para que ese malestar se haya atenuado
En términos sencillos, ¿cómo definiría usted el duelo y qué papel juega en la vida de las personas?
El duelo es el proceso que permite que el dolor y la frustración provocados por una pérdida vayan disminuyendo hasta un nivel que nos permita seguir adelante. Por este motivo resulta tan importante y desempeña un papel fundamental en la vida: porque facilita que ese malestar derivado de la pérdida se atenúe y podamos volver a mirar hacia el futuro.
Día de Todos los Santos.
¿Cuándo podemos decir que el duelo se está convirtiendo en un duelo complicado o patológico?
Hablamos de duelo complicado o patológico cuando, por su intensidad o por su duración, excede los tiempos que consideraríamos razonables para que ese malestar se haya atenuado. Generalmente, situamos ese marco en unos pocos meses. Además, un indicador clave es que la intensidad del malestar no disminuya con el tiempo, sino que incluso vaya en aumento.
¿Qué factores hacen que algunas personas atraviesen el duelo de manera más difícil que otras?
En términos generales, el factor principal suele ser una gestión inadecuada de las emociones antes de la pérdida. Las personas que habitualmente no manejan bien lo que sienten tienden a tener más dificultades para afrontar un proceso de duelo. Otro elemento es la magnitud de la pérdida. No es lo mismo una ruptura de pareja que la muerte de una persona; y tampoco es lo mismo el fallecimiento de alguien mayor y enfermo —para lo cual suele haber cierto proceso de preparación— que la muerte inesperada de una persona joven. Estos serían los dos factores esenciales que pueden dificultar la capacidad de poner en marcha un proceso de duelo adecuado.
¿Existen diferencias notables en la manera de vivir el duelo según la edad o la relación con la persona fallecida?
Sí, existen diferencias en cómo nos enfrentamos al duelo según la edad, el género y el vínculo con la persona fallecida o desaparecida. En el caso de los niños, hay que explicarles que esa persona que formaba parte de su vida ya no estará, y esto puede resultar complejo, especialmente en los más pequeños, porque aún no comprenden bien el concepto de muerte. Esto puede generar inseguridad y miedo, y es importante acompañarlos para que entiendan que la muerte forma parte natural de la vida. En nuestra sociedad hemos intentado alejar la muerte de nuestro día a día, hacerla casi aséptica, y eso hace que afrontarla sea más difícil cuando llega. Dar una explicación acorde con las posibilidades de comprender de un niño pequeño, ayuda a que ese proceso se maneje mejor.
Quizás el error más habitual es el miedo a expresar las emociones. Una de las formas más eficaces de aclarar lo que sentimos es precisamente ponerlo en palabras
¿Y en el género?
También han existido diferencias culturales en la expresión emocional. Tradicionalmente, se consideraba que los hombres tenían que ser mucho más parcos en la manera de expresar lo que sentían, que llorar era algo inadecuado para ese personaje machote y, por tanto, ha habido diferencias culturales en la forma de expresar la tristeza, la rabia, la frustración, el dolor que nos provoca una pérdida. Además, cuanto más estrecha sea la relación y más profundo el vínculo, mayor será la intensidad del dolor. Sin embargo, estas diferencias siempre dependen de cada persona: la forma de vivir el duelo es muy individual. A veces se piensa que quien expresa menos dolor quería menos al fallecido, y no tiene por qué ser así. Cada uno transita el duelo como puede, y no es necesario exhibir emociones para estar elaborándolo de manera adecuada.
¿Qué errores comunes comete la gente al intentar “superar” un duelo?
Quizás el error más habitual es el miedo a expresar las emociones. Una de las formas más eficaces de aclarar lo que sentimos es precisamente ponerlo en palabras, porque al hacerlo nos vemos obligados a sintetizar, ordenar y explicar esas emociones de un modo que los demás puedan comprender. Ese mismo proceso nos ayuda también a entendernos mejor a nosotros mismos. Guardarse las emociones y pensar que no pueden compartirse suele dificultar el trabajo del duelo y hacerlo más pesado de transitar.
¿Qué estrategias o herramientas ayudan a procesar la pérdida de forma saludable?
Las estrategias más útiles suelen estar relacionadas con compartir el duelo. Los grupos de apoyo, así como participar en ceremonias de despedida, pueden ser muy beneficiosos para facilitar el proceso.
¿Qué papel juegan los rituales, como el Día de Todos los Santos, en la elaboración del duelo?
Estos rituales son importantes porque permiten recordar a las personas queridas desde el cariño. Ir al cementerio, llevar flores, reunirse para hablar de quien ya no está… Todo ello nos conecta con lo que esa persona significó para nosotros. Es un homenaje que ayuda a transformar el dolor en memoria afectuosa y en gratitud por lo compartido.
¿Cómo afecta el duelo no resuelto a la salud física y mental a largo plazo?
Un duelo no resuelto mantiene el sufrimiento. Esa tristeza sostenida puede conducir a un cuadro depresivo y afectar tanto a la vida diaria como a las relaciones. La persona puede aislarse porque siente que los demás ya han avanzado. Esa afectación emocional también repercute en la salud física. El malestar se mantiene mientras no se produzca ese proceso de disminución del sufrimiento que caracteriza al duelo.
¿Puede el acompañamiento profesional cambiar la manera en que alguien enfrenta un duelo complicado?
Sí. Cuando se producen dificultades para gestionar las emociones ante una pérdida, es importante pedir ayuda profesional para intentar racionalizar lo que se está sintiendo. El hecho de poder explicarlo ya es, en sí mismo, una herramienta, porque permite delimitar aquello que sentimos y, en el momento de expresarlo, uno también se escucha a sí mismo, haciendo esa valoración y comparándola con lo que sería, habitualmente, la manera de resolver un proceso de duelo.
Aunque las diferencias son individuales, es importante entender que el duelo es un proceso natural, una forma de ser resilientes y de enfrentarnos a algo que ha ocurrido a lo largo de la historia innumerables veces. Todos afrontamos pérdidas de manera continua: algunas forman parte del ciclo natural —cuando desaparecen personas importantes porque envejecen o enferman— y otras ocurren de forma súbita, cuando ese fallecimiento o desaparición no era esperable. Aceptar que debemos adaptarnos a estos acontecimientos vitales forma parte de la esencia del ser humano.
No todo el mundo elabora el duelo al mismo ritmo, pero sí hay situaciones que muestran que la expresión emocional ha quedado detenida en un punto del proceso; en esos casos, se hace evidente la necesidad de buscar ayuda
¿Qué señales pueden indicar a familiares o amigos que alguien necesita ayuda para gestionar su duelo?
Habitualmente comparamos nuestras sensaciones con las de las personas de nuestro alrededor y, muchas veces, resulta evidente que alguien está anclado en un momento que no ha podido superar. No todo el mundo elabora el duelo al mismo ritmo, pero sí hay situaciones que muestran que la expresión emocional ha quedado detenida en un punto del proceso; en esos casos, se hace evidente la necesidad de buscar ayuda. Suele ocurrir cuando, pasado un tiempo, la persona sigue sintiendo la pérdida con una intensidad que no sería la esperable: no la acepta, no la afronta y permanece ligada a ese dolor sin poder avanzar. Ahí estamos ante un indicador de que no se está progresando en el proceso de duelo y de que puede ser necesario buscar apoyo.
¿Las redes sociales han cambiado la forma en que las personas viven el duelo?
A pesar de los cambios que traen las interacciones sociales digitales, el duelo sigue siendo un proceso profundamente humano, en el que el contacto presencial con los demás resulta fundamental. La interacción a través de redes sociales no puede suplirlo. Podemos expresar empatía, enviar condolencias o mostrar nuestro apoyo, pero nada reemplaza el contacto real: abrazarnos, llorar juntos o compartir recuerdos y anécdotas de la persona fallecida. Por ello, aunque se intente, la vía digital no facilita el proceso del duelo de la misma manera que el acompañamiento cercano y presencial.
Duelo
¿Qué mensaje daría a alguien que siente que no logra superar la pérdida de un ser querido?
Que comprenda que se trata de un proceso absolutamente natural. A veces surgen resistencias o dificultades para soltar lo que sentimos, pero la humanidad ha sido capaz de enfrentarse a estas situaciones a lo largo de la historia con éxito. Es importante recordar que, en épocas pasadas, la muerte estaba mucho más presente: fallecimientos de niños por enfermedades que hoy tratamos, guerras, epidemias… todos estos eventos provocaban una enorme mortalidad.
Hoy, vivimos en un mundo que busca seguridad y control, algo que la vida no puede garantizar. Sin embargo, el ser humano se caracteriza por su capacidad de sobreponerse a las dificultades que la vida nos presenta. Por ello, el mensaje es un mensaje de esperanza: el dolor inicial que sentimos se irá transformando con el tiempo en un recuerdo nostálgico, más llevadero y amable, que permite que la memoria de la persona fallecida no conserve la intensidad de ese sufrimiento de los primeros momentos.


