La Navidad es, para muchas personas, una época agridulce del año. Si bien se respira ilusión, en muchas familias las cenas y comidas pueden generar para quienes las organizan estrés y ansiedad.
Mireia Velasco, nutricionista integrativa y psiconeuroinmunóloga, cuenta para Guyana Guardian cómo los factores emocionales afectan a nuestra inflamación durante (y antes) de las fiestas. La autora de La inflamación no es cuestión y Acaba con el SIBO deja claro que “los hábitos que aparecen en Navidad no nacen en diciembre, ya están presentes durante el año”.
Mireia Velasco, nutricionista
Estrés y ansiedad
La Navidad, una época de inflamación
“En Navidad lo que más suele “activar” la inflamación no suele ser tanto la comida, sino cómo llegamos (y salimos) emocionalmente a los encuentros y a los compromisos”, asegura Velasco.
Y es que, en este caso, sentirnos “inflamadas” durante las fiestas no solo está relacionado por los alimentos que ingerimos; nuestro mundo interno y emocional dicta mucho más de lo que pensamos. Esta carga de “sobre planificación” es una de las causas que la nutricionista señala como causantes de inflamación. “La mente entra en un modo de control absoluto en el que queremos prever todo: menús, regalos, encuentros y horarios”, afirma. Esto nos deriva, según la experta, a un estado de hipervigilancia y alerta constante que nos lleva a no sentirnos bien ni por dentro, ni por fuera.
Cuando dejamos de hacer caso a nuestras necesidades, nuestro cuerpo interpreta que no está a salvo
La falta de límites es otro de los motivos por el que nos sentimos inflamadas. “Suele venir acompañada del clásico 'digo que sí a todo para no quedar mal' o 'ya me ocuparé de mí después'”, explica Velasco. De esta forma, cuando el cuerpo siente que estamos dejando de lado nuestras necesidades, como ejercicio, descanso o silencio, interpreta que no estamos a salvo; “es ahí cuando entra en juego la inflamación”, relata.
El último motivo, y el que más predomina entre las mujeres, es la autoexigencia del 'no debería pasarme': no debería comer esto, no debería repetir, no debería sentirme así, no debería estar cansada… “Ese diálogo interno de constante corrección crea una presión interna que, lejos de ayudarnos, nos desconecta más aún del cuerpo. La culpa y la rigidez mental generan un estado de hipervigilancia que inflama más que cualquier turrón”, cuenta la especialista en nutrición.
Mesa puesta durante una comida de Navidad
La realidad es que estos hábitos y señales de alerta no aparecen solo en Navidad: los vamos construyendo durante todo el año. “En estas fechas se intensifican porque hay más estímulos, más expectativas y menos descanso”, aclara.
Según una nutricionista
Cómo evitarlo
Para evitar esta inflamación y no sentir ansiedad es vital volver al cuerpo. “No hablamos de técnicas complicadas, sino de gestos muy simples, pero muy reguladores”, cuenta.
Uno de los ejercicios más accesibles es la respiración cuadrada: cuenta 4 segundos al inhalar y 4 segundos al exhalar por la nariz. “Hazlo despacio, sin forzar, y con la atención puesta en cómo entra y sale el aire. Con 10 respiraciones así, el cuerpo empieza a salir del modo alerta”, afirma la nutricionista.
Mesa de Navidad
Aunque, si hay algo importante, es permitirnos estar como estemos. Debemos intentar no forzar sonrisas ni esconder tensiones para relajarnos de manera natural. “La digestión lo nota al instante”, explica Velasco.
Otra de las técnicas más sonadas para la relajación del cuerpo es el Mindfulness, el cual dirige nuestro cuerpo y cerebro hacia la presencia. “Es importante recordar que cada persona parte de un lugar distinto. Para algunas, hacer tres respiraciones profundas antes de comer ya es un cambio enorme. Para otras, quizás sea incorporar un pequeño paseo diario o reservar diez minutos sin pantallas por la noche”, sigue.
Dormir bien y movernos de forma regular son dos de los reguladores más potentes del eje intestino-cerebro
La realidad es que no se trata de hacerlo “todo bien”, sino de crear un ambiente interno que rebaje estrés y permita a la microbiota equilibrarse sola. “Y, algo que a veces olvidamos: dormir bien y movernos de forma regular son dos de los reguladores más potentes del eje intestino-cerebro”, concluye la especialista en nutrición.
