Silvio Garattini, científico y oncólogo de 96 años: “Las botellas de vino deberían llevar advertencias sobre su peligrosidad para la salud”
Los peligros del alcohol
El científico y oncólogo, cuyos conocimientos son ampliamente escuchados, denuncia que tenemos normalizada una cultura del alcohol que es mucho más perjudicial de lo que imaginamos
Garattini es un prestigioso científico y oncólogo que a sus 96 años se ha convertido en todo un referente por su envidiable estado de salud
En los últimos años, son muchos los expertos que han alzado su voz para denunciar ciertas conductas que, aunque tenemos muy normalizadas, son altamente perjudiciales para nuestra salud. En este sentido, una de las voces más reconocidas es la del oncólogo y científico, Silvio Garattini, quien a sus 96 años, se ha convertido en toda una fuente de sabiduría, tanto por su experiencia como por sus conocimientos, aplicados con éxito en sí mismo. El Fundador del Instituto Mario Negri de Milán, referente europeo en farmacología y uno de los grandes divulgadores de la salud pública, continúa levantando la vista allí donde la sociedad parece mirar hacia otro lado. Esta vez, hacia un territorio culturalmente intocable: el vino.
En una entrevista con Guyana Guardian y en diversas intervenciones recientes, Garattini ha repetido algo que muchos prefieren no escuchar, especialmente ahora que se acercan unas fechas como las Navidades, y es que el alcohol es altamente cancerígeno, ya sea en un chupito, en una copa de cava o en un vino de denominación de origen. “Nos cuesta aceptarlo porque hemos construido una cultura del vino, pero el alcohol, según la OMS, es cancerígeno. Y siendo así deberíamos tratarlo como tratamos al tabaco”, explica.
Los peligros del alcohol
Cuestión de prioridades
Por eso, el científico y oncólogo afirma que “las botellas de vino deberían llevar advertencias sobre su peligrosidad para la salud”. No como un gesto simbólico, sino como una medida sanitaria real, comparable a las que redujeron el consumo de tabaco en Europa. Para Garattini, no es una cuestión de prohibición, sino de transparencia: si el consumidor tiene derecho a elegir, también debería tener acceso a información clara.
Garattini defiende que incluso las botellas de vino deberían llevar una etiqueta que alertara de su peligrosidad
Su postura, sin embargo, choca con la realidad cultural de países como Italia y España, donde el vino forma parte del paisaje económico y social. Garattini no niega ese valor simbólico, lo que plantea es por qué debe situarse por encima de la evidencia científica. Y encuentra una explicación sencilla: la industria del alcohol ha logrado introducir la idea de que un producto con riesgos demostrados puede considerarse inofensivo.
Hemos educado a la población para pensar que una copa de vino al día es saludable
Uno de esos riesgos es, precisamente, la falsa percepción de seguridad. “Hemos educado a la población para pensar que una copa de vino al día es saludable”, lamenta. Durante décadas se difundió la idea de que ciertos antioxidantes presentes en el vino compensaban los efectos del alcohol, pero “no es así. No es el vino lo que hace bien, sino la dieta mediterránea. El alcohol no aporta beneficios”, asegura.
Esa claridad con la que habla el científico procede de una trayectoria marcada por hitos médicos que han transformado el tratamiento del cáncer. Garattini pertenece a la generación que vio nacer la quimioterapia moderna, la inmunoterapia y los grandes programas de cribado. Sabe que la investigación ha progresado, pero también que los factores evitables continúan siendo una asignatura pendiente en salud pública. Por eso, recuerda que el 40% de los cánceres serían prevenibles si se modificaran hábitos relacionados con el tabaco, la alimentación, el sedentarismo y el consumo de alcohol.
Los peligros del alcohol
Un cambio que depende de todos
“Sabemos qué hacer, pero no lo hacemos”, lamenta, y por eso defiende lo que llama una “revolución preventiva”, un cambio que no solo depende de la población, sino también de los gobiernos. Sus propuestas incluyen duplicar el precio del tabaco, limitar la publicidad del alcohol, eliminar festivales vinculados a su promoción y, sobre todo, introducir advertencias sanitarias claras en las botellas, como ya ocurre en países como Nueva Zelanda.
Hemos normalizado el consumo de bebidas alcohólicas como la cerveza o el vino como herramienta de socialización, algo verdaderamente perjudicial
Garattini es consciente de que se trata de un terreno sensible y de que pocas administraciones están dispuestas a intervenir, ya que también es consciente de que la industria reaccionaría con contundencia, pero, a sus 96 años, considera que suavizar el mensaje no tendría sentido. “Si consideramos el alcohol un carcinógeno, debemos actuar en consecuencia”, afirma.
Su propia forma de vivir refleja esas convicciones: no bebe salvo en ocasiones muy excepcionales, no fuma, camina diariamente y mantiene una dieta moderada. No se trata, insiste, de renunciar al placer, sino de asumir el coste real de prácticas que hemos normalizado. “La medicina se ha centrado en tratar, no en prevenir”, recuerda. Y mientras esa tendencia continúe, el sistema sanitario seguirá afrontando problemas que podrían haberse evitado. Porque para él, la cuestión no es dejar de beber, sino dejar de ignorar lo que la ciencia ya ha demostrado.