El árbol arraiga multifacético. Es el representante de la naturaleza en crecimiento por excelencia. Y de nuestro vínculo más directo con la vida: aproximadamente una veintena de árboles cubre las necesidades diarias de oxígeno de una persona. Su verticalidad simboliza la conexión entre la tierra y el cielo, con capacidad de absorber energía del sol y nutrientes de la tierra, expandiéndose en ambas direcciones por igual. El árbol se ha reverenciado a lo largo de los tiempos en muchas culturas y lugares. Hoy también desde la esfera del diseño, donde algunos creadores entrelazan su trabajo con el árbol, en un estadio poco intervenido. Y trascendiendo la madera como materia, cobra foco la estructura del árbol en sí mismo.
El diseñador malagueño Jorge Penadés hace una década emprendió un viaje a los orígenes de su tierra andaluza, fijándose en las raíces de los olivos arrancados por viejos y poco productivos. tras estudiar diseño en Barcelona y Madrid, y trabajar en Eindhoven, Holanda. Con la raíz comenzó a diseñar muebles en distintos proyectos de interiorismo, experimentando y recreando. Sin embargo, es recientemente con el proyecto Uprooted cuando se ha sumergido de pleno en lo más oculto del árbol y aceptado que oquedades naturales y veteados sean parte intrínseca de cada pieza. El diseñador realizó una rigurosa “entrevista material” de 99 preguntas al olivo y su entorno, investigando la densidad, la irregularidad y la naturaleza impredecible de su madera. Penadés cree en el poder trasformador del diseño en la configuración cultural, y su capacidad de impulsar la sostenibilidad y la innovación.

Jorge Penadés artífice del proyecto Uprooted, con el olivo como protagonista. En los muebles realizados con raíces de olivo, Penadés se rinde a sus oquedades naturales y veteado
Con Uprooted también desea narrar con ojo crítico la industria del aceite de oliva en España: su historia, explotación y cambios ecológicos. Y recuerda que en su Andalucía natal se produce un 80% del aceite de España, y de nuestro país sale casi un 50% del producido en el mundo. El proyecto Uprooted ha devenido exposición itinerante, comisariada por Seetal Solanki y documentada visualmente por Max Creasy. A través de las piezas construidas únicamente con raíz de olivo, Penadés quiere aunar “la elegancia del diseño de alta gama con un profundo compromiso con la sostenibilidad, y reinventar el lujo al descubrir el potencial oculto de los recursos reutilizados”. Su singular trayectoria le lleva este verano a impartir taller en el prestigioso castillo Domaine de Boisbouchet, en Francia, especializado en residencias creativas, con el olivo como protagonista.
Ramas suspendidas
Explica Maximilian Marchesani que la serie de chandeliers Unproduced proviene de sus propios temores: de ser testigo de la alteración diaria de los ecosistemas naturales metropolitanos por los procesos industriales, “donde la naturaleza choca con los artefactos, los hábitos y las especies foráneas se adaptan a ellos, reescribiendo los códigos de su propia biodiversidad, genética y estética”. Y le lleva a imaginar mundos de intercambios materiales y funcionales entre lo natural y lo artificial, donde la materia ya no está sujeta al deseo antropocéntrico. “Un camino evolutivo diferente de producción. La tecnología es digerida por la materia natural, que se convierte en su piel y esqueleto”, señala.
La dimensión y geometría de sus chandeliers sigue la conformación natural del árbol, aunque sus ramas mutan mediante injertos. Emplea cable electrificado, insertado como parte funcional en ranuras talladas en el interior leñoso. Y destaca el carácter e historia de cada especie: del haya su elevación y dominancia o del Corylus avellana contorta sus curvaturas.

Maximilian Marchesani crea piezas interpelado por la alteración de los ecosistemas metropolitanos. Chandelier Vai o Stai: ramas de haya, aluminio, vidrio, piel animal, cabello humano, acrílico, latón
De ascendencia ítalo-alemana, con formación en gastronomía y diseño, Marchesani creció entre las orillas del río Po y Berlín. Sus primeras creaciones de iluminación datan del año 2022. Afincado actualmente en Milán, es uno de los creadores adscritos a la sofisticada Galería Nilufar, consagrada al diseño-arte. Es en los jardines de esta ciudad italiana y sus alrededores donde recolecta ramas de árbol para confeccionar cada pieza. También plumas de ave. Le interesan las especies vegetales y las animales, transformadas o desplazadas por la acción humana y los cambios ambientales, que combina con elementos humanos en estructuras híbridas. En algunas rosetas de techo emplea arcilla sin cocer, a modo de pequeños archipiélagos de tierra, generando cuevas desde donde pende el esqueleto invertido del árbol-lámpara.
Tronco en expansión
Accionando el torno de madera, Aitor Martínez encontró hace tres años la paz anhelada. Con un enfoque contemporáneo, aunque a partir de la técnica tradicional, en la mayoría de sus piezas utiliza madera verde recién cortada, que contiene el doble de humedad. Tras tornearla la deja secar al aire para que la materia viva se transforme por si misma. “La gente dice que al secarse las piezas se deforman. Yo digo que se conforman”, explica. Aborda el tronco lateralmente, de modo que emergen los anillos de crecimiento y el corazón en el volumen curvo, generando un efecto expansivo. Es en esa dirección cuando se potencia lo inesperado. El corazón del tronco puede llegar a la fractura (en símil con la propia vida, señala). Pero esas rajas, oquedades y nudos los trata como virtudes, nunca defectos. Le estimula no detentar el control absoluto de la pieza y ver que encontrará en el taller los días sucesivos. De ahí que nunca realiza piezas por encargo, pues no puede garantizar dos iguales.

Aitor Martínez trabajando en el torno en su taller de Galicia. emplea madera verde, sin secar, para que se exprese por sí misma
Sus jarros y vasijas cepillados, chorreados con arena, quemados y lavados para extraer el hollín o ebonizados con vinagre y óxidos metálicos hasta lograr un negro azulado profundo… son eminentemente táctiles. Aitor fue el primer español que accedió a la prestigiosa Escuela Escoulen, un exclusivo centro de estudios para torneros situado en la localidad francesa de Aiguines que solo acepta a siete alumnos por curso. “El torno tiene algo muy meditativo”, destaca. Y él lo practica en su taller radicado en una población de Pontevedra, rodeado de boques. Generalmente con maderas de proximidad gallegas: roble, fresno, nogal, castaño, ocasionalmente níspero.
Este 2025 ha expuesto una treintena de piezas en las galerías Villa Alegre de Barcelona y AO Domini de Orense, tras ser ganador el pasado año del Premio Joven Promesa del Círculo Fortuny y primer finalista en el Premio Nacional de Artesanía con su colección “Códigos del alma”. Para Aitor Martínez, el árbol es un trozo de vida que ha bebido del territorio. Y con sus jarros y vasijas integra una parte de ella en los interiores de las casas. Es del parecer que “si pones en valor el lugar, el lugar te pone en valor a ti”.