La ciudad de Barcelona ha vivido grandes cambios en su planteamiento como corazón de Cataluña. Nuevas formas de vivir, desplazarse o relacionarse son algunas de las situaciones que el urbanismo ha debido adaptar para ofrecer a los ciudadanos la metrópoli que tanto impacto tiene en su día a día.
Hablamos con la arquitecta y urbanista Eulàlia Gómez acerca de como se encuentra en el presente la ciudad de Barcelona y cómo se plantea su tan esperado fututo.
Situación urbanística
Barcelona, presente y futuro
¿En qué situación se encuentra la ciudad de Barcelona urbanísticamente hablando?
Soy una persona optimista y, además, barcelonesa, profundamente enamorada de Barcelona. Por tanto, mis mensajes sobre la ciudad suelen ser positivos. Claro, hablar de la evolución de una ciudad siempre implica establecer un punto de comparación.
Barcelona tiene una gran ventaja respecto a muchas otras ciudades del mundo: es una ciudad densa y compacta. Quizá esas palabras suenen mal, pero en realidad, cuanto más concentrados estamos, más fácil resulta que surjan cosas positivas. El conocimiento, el arte, la cultura… todo nace en entornos con abundantes intercambios. Y no solo entre personas similares, sino, sobre todo, entre personas distintas, con formas de pensar, escribir e imaginar diferentes a las nuestras. Eso nos obliga a replantearnos continuamente nuestra propia manera de ver y hacer las cosas, y nos hace mejores.
Todavía existen lugares donde la ciudad puede acoger más edificaciones y también hay muchos espacios vacíos que podrían urbanizarse para convertirse en plazas, parques o calles.
¿La ciudad de Barcelona, con esta densidad, se está haciendo más grande o intentamos adaptarnos todos al mismo núcleo de espacio?
Barcelona es intensa, pero aún puede serlo más. Todavía existen lugares donde la ciudad puede acoger más edificaciones y también hay muchos espacios vacíos que podrían urbanizarse para convertirse en plazas, parques o calles.
Las ciudades nunca están terminadas. Se rehacen constantemente porque los humanos vamos cambiando, con necesidades distintas. Una buena ciudad es aquella capaz de responder y transformarse no de forma reactiva -como si los cambios fueran problemas-, sino viendo cada situación como una oportunidad de mejora.
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Por un lado, Barcelona aún puede crecer en edificaciones y en espacio abierto de calidad. Por otro, debemos recordar que sus límites no acaban en la muralla administrativa: Barcelona es también su área metropolitana, con casi 640 km², y su región metropolitana. Hay una continuidad espacial muy clara, y muchas cosas que consideramos “Barcelona” suceden fuera de los límites de la ciudad. El aeropuerto está en El Prat, buena parte de la actividad productiva en Montcada. Por eso, debemos pensar la ciudad en combinación con todo el territorio que la fortalece y engrandece.
Ya has comentado que aún se puede construir dentro de Barcelona. ¿Podrías dar algún ejemplo concreto?
Glòries es un buen ejemplo: allí hay viviendas de promoción pública que demuestran el potencial para crecer incluso en zonas muy céntricas.
Y en términos de vivienda para los barceloneses, ¿cómo afecta el turismo a nuestra forma de vivir en la ciudad?
Según datos de Idealista, bancos y otros portales, en 2025 hemos alcanzado el pico máximo del precio por metro cuadrado. Comprar vivienda hoy, en promedio, cuesta 4.900 euros/m². Hace cinco años era 4.000 y hace diez, 3.100. En una década, el precio prácticamente se ha duplicado.
Con el alquiler ocurre algo similar. Hoy el precio medio es de 23 €/m²; en 2020 era 15, y en 2015, 12. Nuevamente, casi el doble en diez años. Esto se agrava porque cada vez hay más hogares unipersonales o de pareja, unidades familiares más pequeñas, en parte debido al envejecimiento poblacional. Las migraciones ayudan a equilibrar la demografía, pero el tamaño medio del hogar sigue reduciéndose.
Según el Observatorio Metropolitano de la Vivienda, de media, destinamos más de una cuarta parte del sueldo a la vivienda
El Observatorio Metropolitano de la Vivienda, vinculado al Instituto Metrópoli, ofrece estadísticas y anuarios detallados. Explican que, de media, destinamos más de una cuarta parte del sueldo a la vivienda. Para quienes viven de alquiler privado, el esfuerzo puede alcanzar el 40%. Con salarios bajos, acceder a una vivienda se convierte en una proeza.
Sin embargo, diría que la lucha no debe enfocarse solo en ver a los otros como “extraños”. Debemos asumir que lo nuevo, lo diferente que llega a la ciudad, puede fortalecernos. Y la ciudad cuenta con herramientas para reaccionar ante ello.
La Barceloneta
¿Cuáles serían esas herramientas para reaccionar a esta problemática?
Como te decía, hay lugares puntuales donde crecer, pero sobre todo debemos aprovechar lo que ya tenemos: rehabilitar edificios y llenar los vacíos urbanos.
Un edificio habitado durante todo el año genera vida: reclama hornos de pan, farmacias, ferreterías, escuelas… Cuando un edificio se construye solo como inversión y permanece vacío, el barrio se desertiza porque esos servicios dejan de ser necesarios.
Entiendo que esto también degrada los barrios, al cambiar el ecosistema de servicios.
Exacto. No hay que demonizar los cambios, pero Barcelona tiene algo valioso: es compacta y diversa. En la mayoría de sus barrios, las plantas bajas ofrecen una mezcla de usos: viviendas, oficinas, consultas de dentista… Eso genera un equilibrio entre actividades.
En los años treinta, la arquitectura moderna promovió la zonificación: dividir la ciudad en manchas para separar residencia, trabajo, industria y ocio. Esto obligó a desplazamientos largos y diarios, aumentando emisiones.
En cambio, una ciudad mixta -donde vivienda, trabajo y ocio estén a distancias caminables- funciona mejor. Durante la pandemia lo vimos: cuando solo podíamos salir a comprar, muchos logramos resolver necesidades cotidianas cerca de casa gracias a esa proximidad.
Pero en barrios como el centro de la ciudad, con mucho más turismo, puede ser difícil evitar desplazamientos para encontrar servicios en otras zonas.
Ahí entra el urbanismo: planificar, prever y regular lo que ocurre.
Los planes de usos de Barcelona intentan anticipar monocultivos de actividades. Establecen distancias mínimas entre negocios del mismo tipo y densidades máximas por metro cuadrado. Por ejemplo, se limita la cantidad de restaurantes en un área.
No saber qué vendrá es, para mí, una de las cualidades más positivas de una ciudad. Cuando planificamos urbanismo, pensamos en la ciudad de hoy, pero también en un horizonte de 10, 20 o 150 años
Estas ordenanzas buscan equilibrio sin “blindar” la ciudad. La incertidumbre -no saber qué vendrá- es, para mí, una de las cualidades más positivas de una ciudad. Cuando planificamos urbanismo, pensamos en la ciudad de hoy, pero también en un horizonte de 10, 20 o 150 años, como ocurrió con el Eixample.
Siempre habrá incertidumbre y riesgo: algunas cosas funcionarán muy bien y otras exigirán replanteamientos futuros.
¿Cuáles son los mayores desafíos actuales para Barcelona?
Es una pregunta difícil, pero la emergencia climática es algo que debe hacernos reaccionar.
Hoy, por ejemplo, está nublado, pero vivimos en una ciudad que necesita sombras, fuentes de agua, bancos para sentarse al fresco… Lo simplifico mucho, pero a veces esas pequeñas soluciones son más efectivas para el bienestar que grandes proyectos estrella.
Ciudad de Barcelona.
El urbanismo es, sobre todo, un servicio público para mejorar la vida de las personas. No se trata solo de construir barrios modernos o tecnológicos, sino de resolver necesidades cotidianas. Plantar un árbol en una plaza puede ser más difícil -y útil- que levantar una gran infraestructura.
Hacer ciudad va desde acciones pequeñas, como un vado para cruzar con un cochecito, hasta proyectos enormes para alojar a miles de trabajadores, como ocurrió con los polígonos de vivienda social en Barcelona.
¿Cómo visualizas la evolución de Barcelona?
Creo que el futuro ya está aquí. Las transformaciones actuales -intensificar la ciudad, ganar pequeños espacios abiertos, reforzar la estructura que funciona bien- son la base del futuro.
Cualquier proyecto estratégico debe consolidar el ADN de Barcelona y, a la vez, reconocer la sinergia entre la ciudad, su área metropolitana y la región.
Cuando imaginamos la ciudad del futuro, pensamos en dónde construir más, pero muchas veces se trata de optimizar lo que ya tenemos.
Es importante recalcar que la ciudad aún tiene mucho espacio para reaprovechar y llenar. Cuando imaginamos la ciudad del futuro, pensamos en dónde construir más, pero muchas veces se trata de optimizar lo que ya tenemos.
Además, la construcción debe ser ecológica: edificios pasivos, capaces de funcionar sin energía externa y generar la propia. También debemos considerar que la construcción y rehabilitación están ligadas a emisiones, tanto en fabricación como en obra. Hacer ciudad hoy implica intervenir de forma inteligente y sostenible.
