Caminando seguramente sea la mejor manera de conocer y comprender los lugares. Transitar por la belleza de las Montañas de Prades y los campos de olivos y viñas a sus pies en Les Garriges, Lleida, llevó al interiorista Alfred García Gotós hasta esta casa de pueblo en El Vilosell, originaria de 1700. El paisaje lo condujo hasta allí. Y en la reforma integral efectuada ha introducido ese paisaje en la vivienda. Se trata de un proyecto profesional y a la vez personal, pues García Gotós lo ha realizado para él y su familia. Como residencia vacacional para todo el año, con voluntad de habitarla progresivamente con más frecuencia.
El entorno natural y agrícola se ha convertido en uno de los principales activadores de las reformas de arquitectura contemporánea en zonas rurales. En este caso, la ubicación estratégica de la casa en el límite del núcleo urbano lo ha hecho viable. Mientras la fachada principal hacia la plaza del pueblo se ha mantenido prácticamente intacta, la posterior encarada a la sierra montañosa se abre profusamente a ella tras la reforma. La planta baja aloja la zona de día, acristalada totalmente en su encuentro con el patio posterior. El hueco se extiende de costado a costado ocho metros. Y el patio, con vegetación autóctona, deviene transición clave y progresiva hacia el telón de fondo de las montañas de Prades.

El proyecto del jardín, centrado en vegetación autóctona, ha contado con la colaboración de la paisajista Esther Ribas. La piscina emula una balsa
En la planta superior, el dormitorio principal otea de nuevo la sierra a través de generosas aberturas verticales. Para potenciar visiones, incluso estando de espaldas a las ventanas, García Gotós ha ideado otros recursos: paneles de espejo cierran algunos cubículos, albergando elementos del cuarto de baño, y tienen por misión reflejarla y amplificar el ambiente. El volumen destinado a ducha, delimitado por un paramento de vidrio ahumado, permite disfrutar de una panorámica esplendida bajo el chorro de agua.
Tras la reforma, la nueva morada queda enmarca en una arquitectura que rinde culto a la piedra. Los dos muros laterales originales, de la vivienda entre medianeras, se erigen en protagonistas. Es una piedra de mampostería de origen humilde, saneada y ahora ensalzada. El proyecto ha minimizado los elementos a la vista precisamente para resaltarla. En la zona de día destaca la superlativa isla de cocina (con 5 m de largo), mientras el resto de funcionalidades quedan ocultas tras puertas paneladas, en una superficie continua. Igual sucede en la sala de estar con el televisor o la extracción de humos de la chimenea.

Las vidrieras del salón cubren la totalidad del hueco y se desplazan en ambos sentidos. El pavimento es de madera de roble
Los dormitorios superiores se rigen por el mismo precepto. Distintos armarios ideados como módulos cúbicos exentos, que no llegan al techo, contribuyen a trazar recorridos. Se han pintado de color beig claro en consonancia con la tonalidad pétrea. “Quería respetar la arquitectura original, por ello las paredes de piedra medianeras quedan todas libres y a la vista -señala García Gotós-. Me interesa la arquitectura autóctona. Aquí no hemos añadido ni una sola piedra”. Y eso también ha conllevado dejar tal cual antiguas hornacinas encastadas en la mampostería, vestigios de vigas del forjado anterior o troncos donde se colgaban aperos de labranza, e incluso un vetusto tornillo de madera de una prensa de aceite del pueblo, reutilizado en su día como viga. Una herradura hincada en las alturas de la pared, antaño zona de secadero, señala buen augurio. Son elementos hoy integrados en el conjunto que pueden pasar desapercibidos, aunque una mirada atenta los irá descubriendo.
“Me gustaría vivir el espacio sin nada”, afirma García Gotós. La esencialidad que persigue el interiorista encuentra en el minimalismo británico y autores como Pawson o Chipperfield a algunos de sus referentes. En los inicios del proyecto, sin embargo, tuvo sobre todo en mente la casa que el danés Jørn Utzon proyectó en Mallorca en 1971 para su familia, conocida como Can Lis. “Siguiendo el pensamiento de Utzon cuando inició aquella casa, yo también he querido simplificar y encontrar este espíritu tan cercano a nuestra cultura mediterránea… que es prácticamente lo esencial”, relata. No obstante, esta síntesis ha requerido resolver muchos detalles constructivos, tornándose el proyecto más complejo. Con un mobiliario mínimo y sistemas de iluminación ligeros, como el modelo Parentesi de Castiglione, persigue “no contaminar”. Un modus operandi que finalmente infunde a todas las estancias de la casa una inusitada tranquilidad.

Dormitorio principal. Armarios y cubículos del baño se han concebido como volúmenes exentos
La piedra también es temperatura. Por eso el interiorista eligió el travertino para el contorno de la piscina y la zona de pérgola. Gracias a su porosidad es una de las pocas variedades que se mantienen frescas, aunque estén expuestas a horas de sol “Los romanos eran muy listos”, señala en referencia al profuso uso que hicieron. Él ha escogido el italiano por la suave tonalidad avellana.

Cuarto de baño. Un juego de contenedores y espejos que delimitan el espacio

La isla de la cocina se prolonga 5 m. La mesa de casi 3 m, ha sido realizada a medida por un carpintero de una localidad vecina
Entrado el siglo XXI y con el estreno de nueva vida, esta casa ha experimentado una transformación estructural en profundidad. Los tres forjados anteriores se resumen en uno. El nuevo techado de la planta baja, con revoltón cerámico y viguería de hormigón, va enyesado y pintado para ocultar juntas y crear una percepción continua que no reste protagonismo a la piedra mural. Los dormitorios disfrutan de la añeja viguería original, antes cegada por las golfas, y hoy otra seña identitaria de ruralidad para la mirada contemporánea. El diseño de la escalera constituye un elemento troncal en la distribución y dimensión de las estancias. Da como resultado los generosos 3,80 m de altura del comedor-cocina. Y al descender por ella, ya se vislumbra progresivamente el paisaje de Prades.
El Estudi Alfred García Gotós, que integra arquitectos proyectistas en su despacho, ha perseguido dotar a la casa de “un equilibrio entre modernidad y patrimonio. Y destacar la fluidez espacial y la integración con el entorno”. En su combinación de elementos tradicionales y contemporáneos, se postula como casa ecológica, tanto en la elección de materiales naturales (madera, pinturas a la cal, lino), como en las estrategias de climatización: ventilación cruzada, aerotermia, suelo radiante, chimenea con recuperador de calor.

Para la ventana se ha escogido un modelo con maneta oculta. El asiento de madera es una pieza midcentury de herencia familiar
Grandes losas de piedra de Les Garrigues conforman una alfombra natural texturada que recibe y despide a quien visita la casa. El espacio abarca todo el ancho de fachada y, así mismo, hace las veces de taller de Alfred García Gotós. Aquí, cuando no proyecta interiores o camina paisajes, crea esculturas a partir de piedras, trozos de madera, fragmentos de hierro encontrados en obras y derribos. Piezas que califica de art trouvé y povera, y expanden su universo interior ensamblando nuevas relaciones.