Ha llegado el otoño y con él, la bajada de las temperaturas. Una situación que nos lleva a un momento muy temido por algunos: el cambio de armario. Un movimiento muy necesario no solo para tener mejor acceso a las prendas más abrigadas, sino también para revisar los objetos y ropa que ya no utilizamos. En muchas ocasiones, en nuestro hogar acumulamos objetos, recuerdos o ropa de las que no nos podemos desprender y el caos se apodera de nuestra casa.
Esther Torras, experta en orden, explica que uno de los principales problemas a los que tiene que hacer frente cuando trabaja en casas de “padres veteranos”, es decir, aquellos que ya han criado a sus hijos y éstos ya han volado del nido. Torras relata un perfil de hijo común: “De peque te encantaba guardar todos los dibujos del cole, las notas secretas con tus amigos, la colección de pitufos”. Y añade: “Luego, llega la uni y ahí vas guardando apuntes, trabajos y más recuerdos. Pasa el tiempo, y todo eso sigue guardado, pero no en tu casa, sino en la de tus padres”.
Esther Torras, experta en orden
“Nuestros padres no son nuestro trastero”
Precisamente, ante este panorama es cuando los clientes necesitan la figura de esta especialista en orden. “Con la misión de poner orden en su casa, me encuentro con el baúl de los recuerdos versión XL. Ocupando un espacio, que ya no es tuyo des de que te independizaste”. Torras cuenta la tesitura en la que se encuentran estos padres: “Si lo tiran, se sienten como si te fallaran, pero si lo dejan, les robas espacio y energía”.
Con este debate paterno sobre la mesa, es más importante que nunca la aportación de una figura externa a la familia. Torras defiende que “debemos ayudar a nuestros padres a liberar su casa y hacernos cargo de nuestro pasado y decidir que merece quedarse con nosotros y que ya ha cumplido su ciclo”. En caso de querer conservarlo, la experta afirma que “hay que llevarlo a nuestro hogar”, y si ya no queremos tenerlo “darles permiso para que se deshagan de ello sin culpas”.
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Según relata en su perfil en redes sociales, este gesto supone una gran liberación para los padres y destaca “lo complicado que es gestionar esa carga emocional y física”. En este sentido, defiende que “como hijos les debemos echar esa mano porque liberarlos de esa mochila es regalarles bienestar y espacio para disfrutar de su presente”.
