“Cuando diseñas desde la esencia, vas muchísimo más allá de un espacio. Lo haces desde los recuerdos, olores y sensaciones. Nuestro trabajo es poderlo trasladar estos sueños a una estancia”, explica Alba Roca, arquitecta técnica, interiorista y miembro del Col·legi de l'Arquitectura Técnica de Barcelona (Cateb), en esta conversación para Guyana Guardian sobre la transición natural de espacios.
Y es que el hogar va evolucionando con el paso del tiempo. Son sus espacios los que dan la mano a las personas que residen en ellos y, con el caso de los hijos, esto se hace aún más notable. Su inevitable crecimiento hace que estancias como los dormitorios necesiten de actualizaciones. Nuevos diseños o necesidades de estudio son algunas de las demandas que pueden ocurrir, tal y como destaca Alba Roca. “Es real que los sueños y las primeras imágenes cambian con el tiempo, pero las sensaciones suelen permanecer”, empieza.
Así, hablamos con ella sobre cómo actualizar un dormitorio infantil para transformarlo en el valioso mundo interior de un adolescente.
Cambios en el dormitorio
De niño a adolescente
¿Qué es el primer error que cometen las familias al actualizar una habitación infantil?
El error principal es no planear, no diseñar desde una estrategia. Es absolutamente normal cuando los propietarios empiezan a diseñar desde el desconocimiento arquitectónico, sumado a toda la ilusión de papás primerizos de hacer el nido. Diseñan espacios muy abiertos, de juegos, con estímulos muy visuales, y no hay una estrategia detrás de cómo este espacio va a evolucionar con el tiempo.
¿Y por dónde deberíamos empezar a modificar esta estancia?
Siempre explicamos lo mismo desde el despacho: toda habitación -en este caso, las habitaciones infantiles que van a evolucionar hacia adolescentes- se diferencian en dos grandes elementos: los fijos y los flexibles.
Y yo siempre explico, para que sea muy fácil de entender, que es como tener una casita en la palma de la mano: cuando le das la vuelta, todo lo que cae es lo flexible y todo lo que permanece sería lo fijo. Por lo tanto, nuestros elementos fijos serían el lienzo neutro, la estructura, la distribución, la iluminación técnica, el mobiliario a medida. La idea es que todos estos elementos permanezcan realmente en el tiempo, y los elementos flexibles sean los que vayan evolucionando con las ilusiones, los sueños y las etapas de los distintos niños que pasen por estos ciclos.
Los acentos son los elementos con los que podemos arriesgar más: textiles, cabeceros, lámparas decorativas, alfombras, cortinas, decoración.
A nivel de elementos infantiles… solemos recargarlo todo mucho. ¿Qué cosas sobran? ¿Y cómo podemos sustituirlas dentro de esos elementos flexibles?
Bueno, yo quizá no diría tanto que sobren, porque al final también es bonito poder tener todas aquellas cosas que son especiales para el momento súper infantil y que evidentemente no se van a poder utilizar en un futuro, pero se agradecen y son una etapa esencial. Sí creo que, a la hora de invertir económicamente en un tipo de mobiliario o en otro, se debería intentar que aquellas cosas que “sobran” -que sería quizá el mobiliario en tamaños súper reducidos, o alfombras con patrones o dibujos muy infantiles- se elijan sabiendo que su vida útil será muy corta. Y, por lo tanto, planificar cómo se van a sustituir en un futuro.
Habitación infantil diseñada por el estudio de Alba Roca
Y respecto a colores o paletas, en un dormitorio adolescente, ¿cuáles funcionan mejor?
Esta pregunta me encanta porque entra en el concepto de la psicología del color, que creo que es esencial. Los adolescentes son una montaña rusa de sentimientos y os diría que los colores que mejor funcionan, de la mano de la teoría de la psicología del color, son los verdes y los azules.
¿Y por qué?
Los verdes nos evocan a la naturaleza, y los azules está estudiado que calman y ayudan a la concentración. ¿Pero qué pasa con aquellas habitaciones en las que, de repente, los papás nos dicen que tienen niñas y quieren que la habitación respire un ambiente más femenino? No es que no se pueda hacer un ambiente femenino con azules o verdes, pero cuando quieren clarísimamente colores más rosados o lilosos, etc, esta sensación de calma puede ser más complicada de conseguir.
Hay que trabajar en la saturación del color: los tonos empolvados son una buena opción
Hay que trabajar sobre todo no tanto en el color que viene impuesto por los papás, sino en la saturación del color. ¿Por qué? Porque iríamos a rosados o anaranjados (terracota, por ejemplo), pero siempre en una saturación empolvada. Los empolvados serían lo que traduciríamos a una base de color maquillaje. No tan suaves como los pasteles, porque los pasteles podrían llegar incluso a… no deprimir, pero sí a calmar demasiado la situación.
¡Interesante!
De hecho, hay muchísimos estudios que utilizan los rosas en terapias conductuales, porque el rosa ayuda a reducir la agresividad. En sus tonos más pasteles, ralentizan tanto el ritmo cardíaco que, para una habitación infantil-adolescente, quizá en infantil va bien porque calma, pero en adolescentes puede ser contradictorio con sus emociones.
Dormitorio de adolescente diseñado por el estudio de Alba Roca
Y, por el contrario, unos anaranjados muy saturados hiperactivan; se acercan a subtonalidades rojas -como las que vemos en marcas de fast food, que usan rojo, azul, amarillo, naranja-, que hiperactivan e incitan. Esto, para una habitación adolescente cuyos ritmos ya están muy alterados, no iría bien.
Así que el truco: rosas o terracotas empolvados, que ayudan a relajar y concentrar los estímulos.
¿Cómo juegan las luces en este tipo de habitaciones?
Las luces inciden literalmente en nuestros ritmos biológicos. En el estudio trabajamos con dos capas muy diferenciadas.
Una es la creación de atmósferas, en función del tipo de actividad que se vaya a realizar dentro de la habitación. En una habitación adolescente se realizan muchas más actividades que en una habitación adulta: estudiar, relajarse, es un mundo interior donde ellos se empiezan a autodescubrir. Entonces las atmósferas serían un punto.
¿Y la siguiente capa?
Luego están los ritmos circadianos, que son muy importantes también. Al final, son dos conceptos teóricos. Trabajamos con una iluminación general -que los niños pocas veces utilizan-, la que sirve para limpiar o ver todo el escenario. Y después con iluminaciones puntuales que nos ayudan a traducir estas atmósferas.
Las tiras LED o luces tenues y regulables nos ayudan a balancear nuestros ritmos circadianos
Una iluminación puntual sería un LED de lectura para leer en condiciones agradables un libro. También una lámpara de sobremesa para estudiar y hacer los deberes. Luego, las tiras LED o luces más tenues y regulables nos ayudan a balancear nuestros ritmos circadianos.
¿En qué consisten exactamente los ritmos circadianos?
Hacen referencia a cómo funciona el sol. Nos ayudan a levantarnos con una luz más tenue, con iluminación indirecta más anaranjada, de temperatura de color más cálida. Cuando el sol está al mediodía, iríamos a una iluminación puntual más fría que nos ayuda a activarnos. Y, de repente, por la noche, otra vez el LED de lectura con una intensidad de vatios más alta, pero una temperatura de color anaranjada para ayudarnos a bajar revoluciones.


