Ni el camello que va cargado de prejuicios heredados, ni el león que se enfrenta a la propia construcción artificial. Carla Tarruella, como expresa su obra más reciente, “más armónica y menos tensa” según la describe el filósofo Rafael Argullol, ha pasado a la tercera transformación, la del niño nietzscheano, para ser un espíritu libre y demostrar la ambición de poder creativa.
Argullol, escritor y catedrático de Estética de la Universitat Pompeu Fabra, recurre a la triple transformación que Nietzsche desarrolló en Así habló Zaratustra (su libro más poético, dice), para explicar la evolución pictórica de Tarruella, que ya ha alcanzado la fase del niño que se atreve a una vida nueva, a la búsqueda de ser un espíritu libre. “Sólo se tiene voluntad de poder en el momento en que tú actúas como león para llegar a ser niño”, reflexiona Argullol en Pigment Gallery, donde Tarruella ha expuesto ‘El eterno retorno’ y se ha desarrollado el coloquio “Filosofía y Arte: un diálogo en torno a la obra de Carla Tarruella”.
La exposición es una invitación a sumergirse en una experiencia estética profundamente vitalista
Lienzos de colores intensos y detalles sutiles que huyen de las purezas y una búsqueda constante de formas definen las obras de El eterno retorno. “Es como un canto a estar conforme con mi condición de alma libre, mi forma de ser y de ver el mundo que siempre ha tenido muchas dificultades en entenderse con los demás y conmigo misma”, confiesa Tarruella en este diálogo con Argullol sobre filosofía y arte. La exposición, que finaliza este 18 de junio, es una invitación a sumergirse en una experiencia estética profundamente vitalista, con claras resonancias del pensamiento de Nietzsche.
En esta ocasión Tarruella propone un viaje a través de paisajes imaginarios que evocan memorias y emociones. Cada cuadro funciona como un espejo que posibilita que el espectador busque su esencia más primigenia. La artista apela a una libertad íntima, casi instintiva, que activa el recuerdo y transforma la contemplación en un acto de autorreconocimiento.

Carla Tarruella ha expuesto su último trabajo 'El eterno retorno' en Pigment Gallery
Y en ese camino que puede ser a través del arte, explica Algullol, lo que hay que intentar es construir una libertad vinculada a la conciliación con el mundo aunque “no se trata de acatar lo que es el mundo sino de intentar una conciliación, de ir más allá del propio egoísmo porque sino puede convertirse en un círculo vicioso”. “Y ahora -hablo yo, no Nietzsche- tienes que nutrirte de los otros continuamente para construir esa libertad de espíritu libre y del famoso superhombre de Nietzsche, que poco tiene que ver con superman, sino que en realidad es ese niño ”, matiza el escritor.
En este diálogo entre la artista y el filósofo, Tarruella habla de lo complicado que es enfrentarse a la verdad, “pero el superhombre que está fuera del héroe conlleva enfrentarse a las cosas desde un lugar en el que el juego es necesario”, admite. Un juego que Argullol también ve completamente imprescindible para conseguir esa libertad que la artista plasma en su obra, pues “hay algo dentro del ser humano que es la ilusión, y si uno la tiene es que está vivo”, puntualiza. “Y se trata de salir de tu propia piel y sumergirse en el mar del mundo y es un poco esa idea que vemos aquí en las obras de Carla Tarruella”, enfatiza.

Lienzos de colores intensos y detalles sutiles son los que pueden verse colgados en las paredes de la galería
En la exposición, Tarruella parte de la premisa de que la pulsión última del ser humano es la voluntad de poder: no como dominio sobre los demás, sino como afirmación de la propia existencia, como fuerza innata de ser, de reconocerse y ser reconocido. “No podemos ser sin la mirada de nosotros, nos peleamos por la mirada del otro y nos va construyendo un lugar donde estás muy incómodo”, alega. Porque según Argullol, “nosotros nos miramos a través de la mirada del otro”
Así pues, el método de creación de Carla Tarruella, singular y orgánico, recuerda que no somos entidades aisladas ni inmutables. El entorno, el otro, la mirada ajena, y también la propia, nos modelan constantemente. “Desde que salimos del vientre de nuestra madre empezamos a ver una serie de cosas y empiezan a enseñarnos, inducirnos, obligarnos… es decir nos van colocando capas como una cebolla. Entonces, para ser libres hay que ‘descebollarse’”, analiza Argullol.
Nosotros nos miramos a través de la mirada del otro”
Según Argullol, otro concepto enigmático de Nietzsche es precisamente el del eterno retorno, el mismo concepto que utiliza Tarruella en el título de su exposición y que es consecuencia del niño, el superhombre y el espíritu libre y que es capaz incluso de adaptarse a la tiranía del tiempo lineal. ¿Para qué sirve la cultura?, se pregunta Argullol. Y se responde a sí mismo: “para vivir varias vidas en una vida, y al hacerlo el tiempo no es lineal, vives una profundidad de la vida, y la cultura es una profundización de la vida”, destaca.
En las piezas de Tarruella, la luz desempeña un papel activo y genera múltiples lecturas y variaciones visuales. Así, cada obra encierra en sí misma varias obras, en constante diálogo con quien la observa. “Pretendo despertar el subconsciente de quienes la miran, por eso dedico mucho tiempo a poner mensajes o muchas pistas. Es un juego que me gusta porque hay diferentes personas y cada una puede ver cosas diferentes”, anticipa la artista.

Para Carla Tarruella, la creación es una necesidad inalterable, una forma de estar en la vida
“Cada lector es distinto. Actualmente, por ejemplo, en los museos hacemos una especie de viaje organizado masivo, miramos pero no vemos, porque para ver hay que hacerlo con detenimiento, es una labor paralela a la del artífice”, analiza Argullol, que pone por ejemplo la cola de dos horas que tuvo que hacer para poder ver La pietà de Miguel Angel, “pero el 99% de la gente cuando llegaba a la escultura se giraba y se hacía la selfie”.
Argullol critica la cultura de la distracción que está fomentando la combinación de teléfonos móviles con internet, “porque a una máquina que es el principal fetiche que ha tenido el hombre en toda la historia, el móvil, le cedimos, la memoria, la concentración e incluso la curiosidad y eso está afectando a la capacidad de relacionar las cosas, que es la base de la cultura”.
Los tiempos también han alterado las percepciones, como la de la belleza, relegada porque lo importante es la novedad
Los móviles han comportado nuevas tendencias. Los tiempos también han alterado las percepciones, como la de la belleza, relegada porque lo importante es la novedad, la originalidad, la provocación, matiza Argullol. “¿Desde cuándo en el mundo del arte está tan mal vista la belleza?”, añade Tarruella, una artista que considera una “una necesidad inalterable” la creación, una forma de estar en mundo, que invita a todos aquellos que admiren su obra a explorar el espíritu libre, el niño que llevan dentro.