El archivo prodigioso de James Baes, el fotógrafo que retrató el glamour sexy

Fotografía

Instalada en Figueres, la hija de James Baes desempolva y protege el legado de su padre, el fotógrafo que retrató el glamur sexy compitiendo con  Helmut Newton

El archivo prodigioso de James Baes, el fotógrafo que retrató el glamour sexy
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Rosemarie en la parada de autobús’, Bahamas, revista ‘Stern’, 1971 

James Baes

Un destartalado Volvo familiar avanza por un camino de tierra en las proximidades de Figueres y se detiene ante la verja de una rectoría en medio de la nada, a la que Olivia Baes se mudó hace casi siete años. En la última etapa de la carrera del fotógrafo James Baes (1936-2017), la familia había vivido en varios lugares en Europa, siempre bañados por el sol. Olivia, que pasó algunos años de su adolescencia en el Alt Empordà, creció entre Francia y Florida. Cuando en el 2014 su padre le pidió que recuperara su legado, Olivia se sintió emocionada pero, reconoce, tuvo sus dudas. Se había formado como traductora y tenía sus propias ambiciones artísticas; además, estaba tan sorprendida como entusiasmada ante la perspectiva de archivar el material, dada su naturaleza erótica. 

“En el fondo, lo que realmente quería era que se reconociera su carrera, porque se había hundido en una especie de olvido. Y, ya de mayor, sentía que lo que quería dejar atrás era su chispa, la visión que había tenido”, explica.

Cajas y más cajas que siguen llegando, desde París o Nueva York, con más material para que Olivia Baes lo clasifique

Charlotte Rampling’, Milán,  revista ‘Stern’, 1975

Charlotte Rampling’, Milán, revista ‘Stern’, 1975

James Baes

Desde la rectoría, Olivia Baes ha traducido a Marguerite Duras al inglés y ha dirigido su primera película, escrita en catalán. La casa es ordenada. En la entrada, contra la pared de piedra, hay una máquina de pinball iluminada. Y cajas y más cajas que siguen llegando, desde París o Nueva York, con más material para que Olivia Baes lo clasifique. Estas fotos, publicadas por primera vez en Stern en los setenta, cuando la revista alemana era considerada la mejor de Europa, han sido cedidas en exclusiva a Guayana Guardian por la James Baes Foundation. Su objetivo, liderado por Olivia como curadora principal, es revivir esta obra icónica, que las fotos finales no mueran, que se recupere la memoria.

La historia de James Baes comienza en 1963 y se difumina durante los años que trabajó para Larry Flynt. Todo arrancó con una serendipia. Un fotógrafo en Roma dejó colgada a la revista Cinema y Baes lo sustituyó. Las fotos que llegaron a Los Ángeles superaban con creces el resultado esperado y el joven fotógrafo de reeemplazo se quedó en Italia. Baes no tenía formación en el medio, y durante varios años vivió en Italia una doble vida, trabajando con personas con discapacidad durante el día, antes de dirigirse a los sets de Cinecittà. Allí, la dolce vita había lanzado a la industria cinematográfica a un frenesí. Las estrellas americanas estaban cambiando de continente a favor del Hollywood sobre el Tíber.

Jane vestida de Jean Bouquin’,  París, revista ‘Stern’, 1970

Jane vestida de Jean Bouquin’, París, revista ‘Stern’, 1970

James Baes

Donde Los Ángeles era restrictiva, Italia era libre. Mientras los paparazzi empezaban a ser conocidos en el mundo por sus tácticas intrusivas, James Baes no tenía problemas para coincidir con Elizabeth Taylor vestida de Cleopatra. Estar en el set era lo que importaba y, aunque sus cheques se firmaban por rodar material promocional para las películas, Baes se movía entre escenas, donde los actores intercambiaban miradas cómplices y vestuario ceñía los trajes. Ese tiempo muerto dio forma a la obra de su vida.

El mundo de las revistas tomaba nota del éxito de James Baes en Italia. Daniel Filipacchi buscaba sangre nueva para resolver su problema con Francis Giacobetti. El fotógrafo veterano dominaba Lui hasta tal punto que el índice siempre se llenaba de sus pseudónimos. La revista se movió rápidamente para contratar a Baes, quien pronto empezó a captar los trucos del oficio de Giacobetti. En aquella época los grandes fotógrafos “se miraban unos a otros por encima del hombro, robándose ideas y posibilidades”, explica Philippe Garner, durante años director internacional de fotografía en Christie’s.

De la moda a la fama

Lui otorgó total libertad a su nuevo recluta dentro del cambiante paisaje de la moda parisina. La mirada larga de Baes recordaba a Yves Saint Laurent,y su actitud y cabello rizado, a Pierre Richard. “Nunca me dijeron que fuera muy guapo o inteligente, pero siempre dijeron que era agradable y amable”. Baes se plantaba en las calles de París y curvaba la espalda como un violonchelista. La modelo se movía y el punto de vista la seguía.

Su capacidad de improvisación le condujo hasta las páginas de la alemana Stern en 1969. La propuesta era simple: más tiempo para conectar con el talento. Su promesa se cumplió pronto, cuando esos años en Stern comenzaron con una portada con otra novata de la fama. Jane Birkin, un año después de iniciar su relación con Serge Gainsbourg, se confesó sobre la jugosa relación y las trampas de la fama en un taxi que compartió con James Baes.

‘Jerry Hall tomando el sol’, Cerdeña, revista ‘Stern’, 1975

‘Jerry Hall tomando el sol’, Cerdeña, revista ‘Stern’, 1975

James Baes

“Cuando me contrataron en Stern, me convertí en un fotógrafo estrella de la noche a la mañana. Luego trabajé para llegar a ser un buen fotógrafo”, dijo Baes a la revista Zoom en su primer número en 1970. En esa edición, Zoom lo nombró “uno de los tres o cuatro fotógrafos más importantes del momento, y sin duda entre los más prolíficos”.

“James hacía sentir a las modelos que eran bellas. Que se veían maravillosas. Y nunca tenía una manera dictatorial de dirigirlas”, comparte Florentine Pabst, directora de arte para Stern, quien luego sería redactora jefa de las versiones alemanas de Vogue y Marie Claire. “Más tarde trabajé con Helmut Newton y era genial, pero Helmut le decía a la chica todo lo que quería que hiciera. Tenía a la mujer en su mente cuando la veía, y la movía hacia eso. En cambio, James se adaptaba al carácter de la modelo, siempre respetuoso”.

James se adaptaba al carácter de la modelo, siempre respetuoso”

Florentine Pabst
Rosemarie en la parada de autobús’, Bahamas, revista ‘Stern’, 1971

Rosemarie en la parada de autobús’, Bahamas, revista ‘Stern’, 1971

James Baes

Estas eran las reglas que Baes seguía. En esos años en Stern, Pabst y Baes escenificaban la espontaneidad. Los dos salían juntos, a menudo sin maquilladores ni estilistas, y se lanzaban a las calles de Londres, París o Roma. La indicación a las modelos —ya fueran la mujer sentada en la mesa de enfrente o Jean Shrimpton para una sesión— era igualmente abierta. “Desarrollamos una imagen de la moda completamente nueva, parecía que hubiesen sido fotografiadas en privado”, explica Pabst. 

A comienzos de los años setenta, el mundo se movía al ritmo del itinerario de James Baes. Se levantaba con el sol, tomando el primer vuelo desde París para capturar a las estrellas en Milán, 21 veces en 1973. En un viaje a la costa italiana en 1974, Baes llevó un diario para Photo, detallando las estrellas que orbitó: 3 de mayo, Jerry Hall; 6 de mayo, Lisette Malidor vestida con mil millones de dólares en joyas; 16 de mayo, Charlotte Rampling.

‘Rosemarie con el abrigo rojo’, Nueva York, revista ‘Stern’, 1971

‘Rosemarie con el abrigo rojo’, Nueva York, revista ‘Stern’, 1971

James Baes

Filipacchi había estado enviando trabajo constante a Baes para Lui, pero en 1973, al fundar Playboy France y conociendo el amor de Baes por la fotografía erótica, lo envió por todo el mundo. “Nuestro primer viaje juntos fue a Tailandia, Hong Kong y Macao. Llevamos cuatro modelos. Dos hombres y dos mujeres”, recuerda Yaffa Assouline, entonces directora creativa de Playboy France. “Cuando bajamos del avión, todos los periódicos nos esperaban porque era la primera vez que Playboy llegaba a Hong Kong. Nos entrevistaron, tomaron fotos, y James era siempre un dandi. Se tomaba las cosas con mucha ligereza, pero las hacía en serio. Esa era su cualidad notable”.

La era ‘Playboy’

Playboy buscaba el sol más que cualquier otra cosa. Las modelos se bronceaban días antes de las sesiones, y Assouline se recuerda sosteniendo un espejo para que Baes dirigiera la luz del sol. “El sol cooperó; el mérito es suyo”, llegó a decir Baes tras una sesión. Philippe Garner reconoció esta cualidad en Baes desde temprano en su carrera: “Parecía capaz de doblar la luz del sol a su voluntad. No usaba luz artificial, sino que dominaba la luz disponible”.

‘Christine con la camisa naranja’, hotel Esmeralda, revista ‘Stern’, 1971

‘Christine con la camisa naranja’, hotel Esmeralda, revista ‘Stern’, 1971

James Baes

Baes se enamoró en Playboy. Ya se había casado una vez, a la edad de 22. En los años en que volaba por el mundo, llenando los quioscos, el fotógrafo tenía tres hijos en casa. Después de que el primer amor terminara tras dos décadas, este segundo rompió una de las reglas cardinales que Baes había establecido en Zoom en 1970: nunca con las modelos. Se conocieron en una sesión para Playboy España, en una época en que “las modelos comenzaban a convertirse en estrellas”. Así lo describe Yaffa Assouline, en referencia a nombres como Claudia Schiffer o Diana Fitzgerald, con quien Assouline y Baes empezarían a trabajar sin descanso. Desde Palm Springs hasta Guadalupe, portada tras portada, que nunca eran desnudos completos. Favorecían el estilo de la época: eran tomas ampliadas de partes del cuerpo, no tanto recortadas como enfocadas; cuatro culos alineados en una playa se convertían en dunas de desierto bañadas por el sol.

Fitzgerald desempeñó un papel crucial en los procesos creativos y en las escenas, mucho más allá del tiempo en que aún posaba para James. “Todo lo que James hacía para esas revistas era extremadamente intenso. Cuando buscas la perfección, creas una intensidad, incluso con la modelo, porque ella también debe ser perfecta”, relata Fitzgerald. “No era fácil elegir a un hombre así como esposo. Era muy difícil estar con un hombre que constantemente mira a todas las mujeres. Para mí fue un completo infierno. Pensé: o te alejas de ahí, o trabajas con él. Y entonces entiendes que es trabajo y nada más”.

Su crédito como traductora de Marguerite Duras nos condujo al archivo de la fundación

Su crédito como traductora de Marguerite Duras nos condujo al archivo de la fundación

Olivia Baes

‘Hustler’, la época maldita

Dos años antes de que Fitzgerald y Baes se unieran en 1977, un aspirante competidor de Playboy USA había volado a París para convencer al fotógrafo de un nuevo proyecto. Larry Flynt, que ese año fundó la revista pornográfica Hustler, estaba decidido a enfrentarse a Playboy, pero necesitaba a Baes para lograrlo. Baes empezó a trabajar con él y dos años después Flynt le otorgó control de una nueva revista, Chic, como director de fotografía.

Chic reflejará actitudes e ideas que apenas comienzan a pensarse y sentirse, que aún no se han expresado”, escribió Flynt en la carta de la primera página del número inaugural de la revista en 1976. Baes comenzó a dividir su tiempo entre Palm Beach, California y Europa. Trabajando a su típico ritmo frenético, asumió más responsabilidades para Larry Flynt, y su obra se volvió cada vez más erótica a finales de los años setenta y en los ochenta, cuando dejó de trabajar para Lui y Playboy France (1985). En aquel momento, Baes se sintió vetado de la fotografía de moda por su trabajo con Hustler.

James Baes retratado en 1981 por su esposa, la modelo Diana Fitzgerald, madre de Olivia Baes

James Baes retratado en 1981 por su esposa, la modelo Diana Fitzgerald, madre de Olivia Baes

Diana Fitzgerald

Ese trabajo con Hustler marca un antes y un después en las reglas de glamour que sostenían su carrera. Durante su ascenso en la fotografía, había seguido algo que dijo a Zoom en 1970: “Por encima de todo, lo importante es evitar trabajar para revistas que explotan la vulgaridad; el hecho de posar desnuda nunca ha dañado a una chica si es hermosa y la foto es buena”. A finales de los años ochenta, él y Fitzgerald se mudaron a tiempo completo a Cayo Hueso, a una casa que estaba dividida en dos. Un lado de la mansión estaba el estudio de fotografía; en el otro vivía la familia.

Las sesiones eran tan intensas como siempre, pero sin movimiento. “Él estaba a plena luz del sol, detrás de la cámara, sudando, con la gorra puesta”, reflexiona Diana Fitzgerald. La modelo mantenía su pose inmóvil durante minutos. La perfección de Baes se tornó fría. Las fotos se parecían más a una “naturaleza muerta”, dice Fitzgerald. “Son fotos absolutamente hermosas, pero a mí no me gusta que las mujeres sean retratadas así”, concluye la modelo. Cientos de polaroids de la época de Hustle r han llegado recientemente a Figueres. Tomadas para preparar las fotos finales, tienen una dimensión disparatada, grotesca. La carrera de Baes se difuminó durante los 28 años que trabajó para Larry Flynt, pero hacia el final de su vida los sueños de la fotografía de moda regresaron a él. Su obra hoy empieza a salir del letargo.

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