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La gran movida de Carolina Herrera en Madrid

MODA

El desfile primavera-verano 2026 convirtió la ciudad en La Bomba con una gran fiesta con 800 invitados, 77 looks y 360 frascos de perfume

La tarde del tercer jueves de septiembre se convirtió en la primera vez de muchas cosas. La primera vez que la semana de la moda de Madrid acogía un desfile de una firma internacional. La primera que Carolina Herrera presentaba una de sus colecciones principales —la de primavera del 2026— fuera de Nueva York. Y también la primera ocasión en que la plaza Mayor, plaza de armas, mercado y punto de encuentro para viajeros durante siglos, se transformaba en pasarela. Entre balcones, terrazas abiertas y un suelo teñido de rosa, la firma de Puig añadió un capítulo histórico a su itinerario de desfiles destino, que ya había llevado colecciones crucero a Río de Janeiro en el 2023 y a Ciudad de México en el 2024.

Vestido de noche de tafetán de seda con salones a juego; el rosa y el azafrán estuvieron muy presentes en la pasarela

Ambra Vernuccio

La plaza tardó cuatro días en transformarse. Entre los arcos donde normalmente se amontonan turistas y guitarras, se desplegó una pasarela rosa pálido de casi un kilómetro. Un gesto de ocupación monumental que cambió la percepción del espacio sin alterar su naturaleza: las terrazas permanecieron abiertas, los vecinos se asomaban a los balcones y algunos clientes de los soportales contemplaban el espectáculo entre cañas y raciones. La vida cotidiana y la coreografía convivieron en el escenario, como si Madrid se resistiera a ser únicamente decorado.

Más de 800 personas ocuparon los asientos dispuestos alrededor de la estatua ecuestre de Felipe III, que por una noche presidió un escenario distinto al habitual. Entre ellos, unos 150 invitados internacionales que volaron para la ocasión, más de 200 rostros célebres y un centenar largo de periodistas acreditados. 

Más de 800 personas ocuparon los asientos dispuestos en la plaza Mayor alrededor de la estatua ecuestre de Felipe III

Eugenia Martínez de Irujo junto a Narcís Rebollo

AMBRA VERNUCCIO

En los bancos coincidieron cineastas, como Pedro Almodóvar; actrices, como Aitana Sánchez-Gijón y Ana Rujas; cantantes, como Sebastián Yatra, Amaia o Becky G, y nuevas voces, como Tokischa o BB Trickz. También it girls de ayer y de hoy —Olivia Palermo, Alexa Chung, Tamara Falcó— compartieron espacio con modelos, como Vittoria Ceretti o Karolína Kurková, y con figuras icónicas de la sociedad española, como Isabel Preysler o Mar Flores. Un mosaico de acentos y perfiles que convirtió la capital en epicentro de la moda global durante unas horas.

Aitana Sánchez-Gijón en el desfile

AMBRA VERNUCCIO

En esta ocasión, Wes Gordon no se limitó a presentar una colección: construyó una iconografía madrileña sin miedo a la saturación. La ciudad se desplegó en los vestidos como un abanico de símbolos reconocibles. Claveles y violetas surgieron no como flores aisladas, sino como emblemas de una cultura popular; los volúmenes dramáticos remitían al barroco que se respira en los lienzos del Prado; las monteras aparecieron despojadas de función y convertidas en siluetas trapezoidales; los pantalones recordaban las estampas goyescas, y la paleta —del rojo Herrera al violeta más castizo, con irrupciones de amarillo solar y un negro luminoso— proyectaba tanto la solemnidad de la ciudad como su vitalidad contemporánea. En los 77 looks Madrid no se evocó como postal ni como souvenir, sino como un lenguaje que admite infinitas traducciones.

Los claveles y las violetas reinaron en el desfile madrileño de Carolina Herrera

Ambra Vernuccio

La lectura de Madrid en la colección no se quedó en los símbolos sobre la tela. También se desplegó en un coro de cinco voces invitadas a intervenir en la pasarela. Sybilla devolvió a escena los vestidos de hilo invisible que revolucionaron los ochenta; Palomo Spain reinventó la camisa blanca, prenda totémica de la señora Herrera, desde su barroquismo para esta era; Capas Seseña reivindicó una tradición castellana; Levens multiplicó destellos con cristales, y Andrés Gallardo convirtió los claveles en porcelana delicada.

El esfuerzo de la firma por ser leal al escenario alcanzó también al casting. Setenta y tres modelos españolas, residentes en el país o representadas por agencias locales dieron cuerpo a la colección. La fidelidad al lugar encontró su epílogo en el Casino de Madrid, rebautizado como La Bomba para prolongar el desfile en clave nocturna. Allí, una pared cubierta por 360 frascos del nuevo perfume —con su silueta de mariposa— recibía a los invitados como instalación luminosa y aromática. Si la banda sonora del desfile giró en torno al Porque te vas de Jeanette y a grandes éxitos de los ochenta —de Fotonovela de Iván a Cómo pudiste hacerme esto a mí de Alaska y Dinarama—, los asistentes a la fiesta bailaron al compás de seis dj (El Cuerpo del Disco, Dichas, Andrea Vandall, Naguiyami, Fifi y John Talabot) y corearon los temas de Tokischa, que actuó en directo de madrugada.

Vestidos de noche de tafetán de seda con salones a juego

AMBRA VERNUCCIO

Madrid aparecía así en doble reflejo: barroca y monumental bajo los arcos de la plaza, festiva y efervescente entre las lámparas del casino. Con esta primera colección presentada fuera de Nueva York, Wes Gordon no solo reafirmaba el vocabulario de Carolina Herrera, también inscribía la firma en la memoria de una ciudad que no necesita decorado para ser escenario. La tarde del tercer jueves de septiembre fue la primera vez de muchas cosas; lo que dejó tras de sí fue una certeza: la moda, cuando se atreve a dialogar con un lugar, se convierte en parte de su historia.