Tras la salida de Jonathan Anderson de Loewe, tanto los críticos de moda como los seguidores de la marca esperaban con el mismo entusiasmo que nerviosismo el debut de Jack McCollough y Lázaro Hernández. Era el plato fuerte del quinto día de la semana de la moda de París y todas las miradas estaban puestas en el dúo creativo.
Para su estreno, eligieron un escenario distinto al que solía usar Anderson. Sin embargo, el imponente cubículo blanco con las letras de Loewe en grande seguía marcando la entrada al espacio del desfile. En su interior, una única obra del pintor y escultor estadounidense Ellsworth Kelly colgaba en la entrada.
Loewe Spring/Summer 2026
Titulada Yellow panel with red curve, expresa con fuerza a través del color, la forma y el contraste, esta nueva visión presente en la colección. La línea recurre a un lenguaje visual de formas depuradas, a veces escultóricas, con vestidos y faldas con volúmenes y también a una paleta elemental, inspirada en arquetipos del sportwear y a menudo expresada a través de la artesanía de la piel. Un debut no supuso un punto y aparte, sino que aportó continuidad a lo que lleva funcionando en Loewe estos años.
Loewe primavera-verano 2026
El nuevo Loewe de Jack McCollough y Lazaro Hernandez
Loewe primavera-verano 2026
Para la jornada anterior, el centro Pompidou cedió la galería que había albergado hace 18 meses la retrospectiva de Brancusi a Daniel Roseberry. Dos grandes nombres del arte contemporáneo –el primero por ser pionero de la escultura abstracta moderna y el segundo por convertir a Schiaparelli en un museo de arte viviente–, hoy unidos bajo el mismo agujero negro cultural.
Así bautizó el director creativo de la firma francesa su propuesta para la primavera-verano 2026: “Bailar en la oscuridad”. Porque para Roseberry ir a un desfile de Schiaparelli debería ser como ir a un museo: una experiencia igualmente inspiradora y ambiciosa a la vez que reconfortante.
Schiaparelli colección primavera-verano 2026
Es relevante destacar que, mientras que las cifras de asistencia a las salas de cine se han desplomado, las de las visitas a los museos se han disparado. Y, pensándolo bien, tiene todo el sentido. Vivimos rodeados de pantallas que nos ofrecen emociones breves e intensas y que desaparecen en cuestión de segundos. Pero, ¿es eso lo que realmente deseamos? Quizás lo que anhelamos no sea simplemente distraernos, sino conmovernos. La colección de Schiaparelli vibra en esta dirección. En provocar algo más que un me gusta en el espectador. En inspirar.
Primero fueron los trajes estructurados de hombros definidos con faldas lápiz, sin florituras grandilocuentes, hasta llegar a las prendas de punto con efecto trampantojo y confeccionadas en jacquards tricolores, un homenaje a los propios tejidos de Elsa Schiaparelli. Una serie de vestidos largos en tonos plata, dorados y rojos vibrantes con aperturas inesperadas parecían danzar liberadas bajo la lluvia. Además, las modelos de Roseberry, lejos de ser maniquíes sin expresión, no miraban a un punto fijo, sino que desfilaban mirando al público, entablando una conversación con cada uno de ellos. El éxtasis de sentirse por un breve instante, partícipe de una obra de arte en sí misma.
Schiaparelli colección primavera-verano 2026
Schiaparelli primavera-verano 2026
Schiaparelli primavera-verano 2026
El Rabanne de Julie Dossena presentó una colección llamada El despertar, que se movía entre un velo de optimismo el presagio de un cambio disruptivo. Señales de prosperidad que ocultan tensiones más profundas.
Rabanne Ready-to-wear primavera-verano 2026
La propuesta de Julien Dossena para Rabanne primavera-verano 2026
Una línea donde las prendas se deconstruyen –o se desgarran incluso– y se recomponen y atan a partir de fragmentos. Las faldas cortas se drapean lateralmente en caídas recogidas y las faldas lápiz se llevan más bajas, realzadas por cinturones de más tamaño.
