Revolución Poiret, el creador que liberó a la mujer del corsé
Exposición
“Poiret llegó y lo transformó todo”, dijo Christian Dior del modisto a quien muchos años antes en Estados Unidos habían calificado como el 'rey de la moda'
El Musée des Arts Décoratifs de París (MAD) dedica una exposición a su figura, dondea podemos comprobar cómo forzó un cambio de paradigma que después todos seguirían
Paul Poiret arregla a una de sus maniquíes en 1924
“Poiret llegó y lo transformó todo”, dijo Christian Dior del modisto a quien muchos años antes en Estados Unidos habían calificado como “El rey de la moda”. La traducción, sin embargo, no tiene la misma fuerza que el francés original: “Poiret vint et bouleversa tout”. Ya en las primeras salas de la gran exposición que el Musée des Arts Décoratifs de París (MAD) dedica a su figura podemos comprobar cómo forzó un cambio de paradigma que después todos seguirían
Parisino en el pleno sentido de lo que esta palabra ha significado como sinónimo de refinamiento y elegancia, Paul Poiret (1879-1944) fue modisto y de los mejores, pero además unió la costura con la pintura, la música, el teatro, el ballet, por los que sentía pasión. Se relacionó con lo mejor de la sociedad y con lo más granado del arte del momento y los juntó en unas fiestas memorables, que a la postre acabarían afectando a su economía y lo obligaron a vender su marca.
El vestido 'Joséphine', 1907, todo un manifiesto por la liberación de la ropa femenina
Sus primeros años en la profesión transcurrieron con el modisto Doucet y en la Casa Worth, a la que el Petit Palais acaba de dedicar una muestra que ha coincidido parcialmente con la de Poiret. El maestro Charles Frederic Worth, al que recientemente se le ha dedicado otra magna exposición en París, fue otro pionero de la moda, el primero en coser una etiqueta con su propio nombre en los vestidos.
Pero Poiret, una vez independizado y después de establecer su propia firma en 1903, lo superaría en “primeras veces”, fue el primer modisto en crear un perfume, el primero en inspirarse en los viajes y las tierras lejanas, el primero en incluir lo que ahora llamamos colaboraciones con artistas.
Paul Poiret cambió el corsé por el sujetador y dio libertad de movimientos a millones de mujeres constreñidas por cinturas imposibles
Y el primero en liberar a la mujer del corsé. La visitante de la exposición, con ojos de mujer del siglo XXI, no es capaz de asimilar lo que ve, unas cinturas imposibles en las prendas de Worth o de Doucet, que la muestra contrapone sabiamente a las de Poiret: el corsé sustituido por el sujetador, qué alivio para la respiración, las líneas puras, rectas, que facilitaban el movimiento.
Su vestido 'Josephine', de 1907 e inspiración Directorio, fue recibido como un “manifiesto” y fue seguido por varias colecciones que incidían en la misma línea de simplificar el movimiento, la cintura se eleva bajo el busto y se sujeta dentro del vestido mediante una cinta. Y al mismo tiempo que estiliza, alarga, el concepto de elegancia da una vuelta de tuerca, también la clientela a la que se dirige tiene otros intereses.
Georges Lepape: 'Les choses de Paul Poiret, vues par Georges Lepap', 1911
Sus diseños adoptan la paleta de colores de los pintores fauvistas, a los que empieza a coleccionar mientras ellos colaboran en sus creaciones como tampoco se había hecho hasta entonces: Raoul Dufy, artista emblemático del Fauve, dibuja los estampados para sus vestidos y trajes, a Maurice de Vlaminck, pintor y ceramista, le encarga los botones.
Paul Poiret tiene una visión holística de la vida que traslada a su trabajo: diseña vestuarios para el teatro, Isadora Duncan baila con los vestidos creados especialmente para ella y abre la Maison Martine, nombre de una de sus hijas, un taller-escuela de artes decorativas destinado especialmente a jóvenes con talento y sin formación artística previa.
Chaqueta que perteneció a Paul Poiret, 1920
Allí se produjeron desde estampados de telas a papeles pintados y objetos decorativos, a la manera de los talleres del británico William Morris. También escribe sus memorias, publica un libro de recetas y diseña la decoración de sus salones de moda, nada se resiste a su fiebre creativa, en la que participa activamente su esposa y musa Denise. Años más tarde, en sus memorias, la también modista Elsa Schiaparelli llegaría a calificarlo de “genio” y de “el Leonardo de la moda”.
Paul Poiret con una máscara, 1931
Sus fiestas se transforman, también por primera vez en la costura, en un reclamo publicitario: impresionado por la Sherezade de los Ballets Rusos de Diáguilev, organiza en 1911 la fiesta de Las mil y la segunda noche, inspirada en Las mil y una noches, para la que concibe un decorado completo, sus amigos artistas diseñan el programa, reúne a 300 invitados y él mismo se convierte en el sultán, mientras Denise encarna a su favorita. No se hablaba de otra cosa en París.
Ese mismo año lanza Les perfumes de Rosine, nombre de otra de sus hijas, es la primera vez que un modisto se lanza a conquistar a sus clientas por el olfato, y también en esto se implica personal e íntegramente: para 'Arlequinade', 1923, contrata a lo mejor de lo mejor, desde perfumistas a artesanos que fabricarán el frasco de cristal creado por la artista Marie Vassilieff.
Paul Poiret: capa y vestido 'Flammes', 1911
Sus viajes por Europa y por el Magreb lo marcan profundamente, túnicas, caftanes, turbantes, tejidos, bordados crean tendencias nunca antes vistas y que llegarán hasta nuestros días, sí, Yves Saint-Laurent tuvo un buen maestro. También visita Estados Unidos, donde se convierte en el hombre de moda, y nunca mejor dicho. Su sentido comercial, contagiado de su creatividad, le llevará a enviar a sus “femmes mannequins” de gira por Estados Unidos y Rusia; allí, en los salones de Moscú y San Petersburgo Paul Poiret era recibido como un rey.
Y de pronto, todo se viene abajo, con la crisis de 1929 y sus excesos económicos, porque la locura aunque sea creativa, tiene un precio: en la Exposición Internacional de 1925 presentó sus colecciones en tres barcazas en el Sena, cada una de las cuales representaba su universo: Amour para sus vestidos y creaciones de alta costura, Délice para los perfumes (Parfums de Rosine), con decoraciones exóticas y fragancias, y Joie dedicado a la Maison Martine.
No se escatimó en nada: fuentes luminosas, espectáculos apoteósicos, música en directo... fue en realidad su canto del cisne: la clientela lujosa no participa de los entretenimientos populares, ni baja hasta el Sena para ver fuegos artificiales.
Paul Poiret: 'Robe du soir, Spi', 1922
Poiret cometió un error de cálculo, porque los tiempos eran otros y Coco Chanel, que gozaba ya del favor del público, había sabido verlos venir. En 1932 Paul Poiret cerró su casa de modas y a su muerte su nombre se fue difuminado entre las novedades que se sucedían rápidamente.
Los años cincuenta fueron los de su recuperación de la mano de Christian Dior; su concepción de la moda será adoptada por todos los que vienen después, cuya influencia reconocen nombres como Elsa Schiaparelli, Yves Saint Laurent, Christian Lacroix, Jean-Paul Gaultier, Issey Miyake, tal como se evidencia en la exposición, que presenta creaciones de todos ellos. El tiempo dará la razón a un Paul Poiret que solía decir de sí mismo: “Soy un artista, no un diseñador de moda”.
Paul Poiret. La moda es una fiesta
Museo de Artes Decorativas, París, hasta el 11 de enero