La moda busca respuestas en una granja inglesa: 'The Business of Fashion' celebra diez años de Voices entre autocrítica, dudas y llamadas a reconectar
Retos para el 2026
En la convención anual, el sector admite que tiene un problema de confianza
Una de las charlas de la convención
¿Qué hacen la hija de Bill Gates, el CEO del Grupo Prada y Luca Guadagnino en la misma habitación? Una heredera tecnófila convertida en analista del comportamiento de compra en la era de la IA; un ejecutivo italiano que admite sin pestañear que el lujo se malacostumbró durante dos décadas de bonanza; un director de cine que se declara devoto del horror, pero no perdería su tiempo en un biopic de Jeffrey Epstein.
Convertidos en conferenciantes improvisados, conversadores profesionales o visionarios en reposo -según la mirada- están congregados en Voices, la cita anual de The Business of Fashion, que celebra su décimo aniversario intentando descifrar una industria que nunca deja de mutar. El escenario es Soho Farmhouse, la bucólica finca de Oxfordshire que Imran Amed, fundador de BoF, ha convertido en un laboratorio itinerante donde moda, lujo y belleza pasan tres días entre presentaciones, yogalates y discusiones que continúan en cabañas perfumadas a leña. Un paraíso rústico, sí, pero diseñado para que nadie pueda irse sin conocer a todo el mundo.
El CEO de 'The Business of Fashion', Imran Amed, conversa con el CEO de Prada, Andrea Guerra
Desde los 12.000 euros por la asistencia -según una CEO estadounidense-, un centenar largo de directivos, diseñadores, consultores, influencers y activistas se dispersa entre una sala de conferencias y un puñado de graneros, cabañas y mesas comunales donde sucede lo decisivo: las conversaciones posteriores, las confidencias del atardecer, los acuerdos que se perfilan al calor del vino. Las ponencias, concebidas como píldoras, duran veinte minutos: lo justo para plantear una tesis, soltar una cifra y dejar una frase con vida propia. “El consumidor es cada vez más listo y los productos cada vez más tontos”, resumió Gstaad Guy antes de que el auditorio saliera disparado hacia la cena.
Este año, sin embargo, el tono ha virado. La economía global, dicen los analistas, sigue en pie pero avanza más despacio; China ha dejado de ser el salvavidas automático del lujo occidental -ya celebra a sus propios creadores-; la diversidad ha pasado de eslogan amable a campo de batalla cultural; y la inteligencia artificial oscila entre solución milagrosa y próxima burbuja.
El CEO de The Business of Fashion, Imran Amed
Entre anillos que monitorizan el sueño, discursos sobre propósito y gráficos de márgenes, la pregunta que sobrevuela Voices 2025 no es qué color llevaremos la próxima temporada, sino otra mucho más incómoda: ¿qué ocurre cuando el cliente se vuelve más inteligente que la industria?
En medio de ese cruce entre incertidumbre tecnológica y fatiga estratégica, Imran Amed -fundador de BoF y arquitecto de este retiro intelectual- insiste en volver a lo básico. “Lo que no va a cambiar es esto: la sensación que tienes cuando estás con otras personas”, dijo. “Podemos preguntarnos qué hará la inteligencia artificial con nuestro mundo, pero hay algo que ninguna máquina reemplaza: estar presentes, conectados y, por un momento, pensar y sentir juntos”.
Su defensa de la conexión no es abstracta. Amed se aferra a dos temas que han perdido tracción en la agenda corporativa -diversidad y sostenibilidad- pero que él se niega a dejar caer. “A quién ponemos sobre el escenario es una representación de nuestros valores”, afirma. Por eso este año estuvieron el artista Alvaro Barrington, la modelo Awar Odhiambo y Javier Goyeneche, fundador de Ecoalf, recordando que la sostenibilidad no era una moda pasajera sino un problema estructural que vuelve -con más urgencia- en cada ciclo de crisis. Sus intervenciones reforzaban la tesis de Amed: si la moda quiere hablar de futuro, debe sostener las conversaciones incómodas que inició hace más de una década.
Otra de las charlas de la convención
Cuando las últimas voces del día bajan del escenario sus relatos de dolor y propósito, y sus llamamientos a vivir “tu mejor vida”, el público sale otra vez al frío con una certeza modesta pero firme: las grandes amenazas para la moda no son solo los aranceles, ni la desaceleración china, ni siquiera la próxima ola de IA generativa, sino la pérdida de confianza de un consumidor que ha aprendido a comparar precios, leer reseñas y detectar el humo.
Lo paradójico es que quienes viven de modelizar el futuro en hojas de cálculo -economistas, consultores, directivos- coinciden en la misma receta: menos cinismo, más escucha; menos campaña, más comunidad; menos obsesión por la “atención”, más “retención” construida con experiencias, servicio y productos que no insulten la inteligencia de nadie. Si aquellos que trabajan con números recomiendan ser más humanos, el futuro solo puede ser bueno. ¿No?