Los grandes de la moda española le deben a Antoni Bernard una gran parte de su memoria gráfica. Del final del universo de la alta costura clásica, con Manuel Pertegaz, Santa Eulalia, el maravilloso Dique Flotante, Pedro Rodríguez y Asunción Bastida a la eclosión del prèt-a-porter con Elio Berhanyer, Margarita Nuez, Toni Miró, David Valls o Isabel de Pedro y colaboraciones esporádicas con Armani, Kenso Takada y Carolina Herrera conforman el gran inventario de este fotógrafo de raza que sobre todo ha sido y es un enamorado de la cultura en mayúsculas. Porque, además, y por encima de todo, este retratista de retratistas, uno de los mejores de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI, se ha empeñado en la infinita búsqueda de la belleza entendida como un goce eterno.
Laura Ponte para Telva en 1999
Es así como atrapó a su amigo Salvador Dalí en delirios homoeróticos, a Joan Brossa haciendo payasadas impensables en el maestro de los poemas visuales, a David Hockney terminando de hacer la colada, a Salvador Espriu más críptico que nunca y a Amanda Lear y Manolo Blahnik en el apartamento que la cantante de voz oscura ocupaba en el barrio londinense de Chelsea. “El mismo lugar donde, según se especula, Bianca Jagger había sorprendido a su marido haciendo el amor con David Bowie”, explica esta bestia de la fotografía capaz de atrapar el alma en un solo clic (mejor si es analógico que digital) en su reciente y explosivo libro de memorias que ha titulado con un simple Antoni Bernad. De 1960 a 2010 y ha editado Blume.
'Antoni Bernad. De 1960 a 2010' recoge el testimonio gráfico de toda una époxa
Antoni Llena, su amigo, prologuista y pareja desde hace épocas (y quien ya en párbulos compartió con él pupitre y una manera extremadamente poética de ver la vida), defiende que la gran diferencia de Antoni Bernad es “que con su forma alternativa de encararse a los envites de cada día imprime un ritmo cinematográfico a su obra que permite que aflore, secuencialmente, con sentido del humor,naturalidad y sin retórica el fondo de su pulido sustrato cultural y que la belleza surja como algo no estandarizado sino como la suma de factores, a veces contradictorios que su ojo certifica como necesarios”.
Salvador Dalí con el San Sebastián que le pidió a Antoni Bernad en 1973
Escuchando este relato de su propia obra de quien le ha acompañado durante tantos, tantísimos disparos y tantas, tantísimas décadas, Antoni Bernad sonríe entre emocionado y descolocado. Con picardía. Y advierte que no ha sido fácil. Porque a pesar de haber sido aclamado y perseguido como pocos, lo esencialmente cierto es que ha tenido que lidiar con muhos egos.
Josep Pla le recibió en su masía en 1978 para una sesión fotográfica sensacional
¿El más complicado de sus disparos? Tiene que ir muy hacia atrás en el tiempo, hasta 1978, pero recupera la anécdota de inmediato. “Se me ocurrió ganarme a la arisca y difícil Mercè Rodoreda diciéndole que quería retratarla como una actriz de Hollywood”, relata Bernad, y cuando ya estaba convencido de que todo había ido genial recibió la llamada del editor de la novelista completamente alterado.
La sesión con Mercè Rodoreda, en 1978, la más difícil de su vida
“Decía que Rodoreda estaba hecha una fiera porque un par de tontos que se presentaron como Antoni Bernad y Antoni Llena le habían tomado el pelo con unas fotos absurdas. Exigía que se quemara todo el material fotográfico”, recuerdan a dúo los dos Antonis que finalmente no solo salvaron las fotos sino que la propia Rodoreda las acogió como las mejores de su última época e incluso una de ellas circuló por el mundo en forma de sello.
Ese mismo mismo día Bernad firmó otra sesión igual de sensacional con Josep Pla. El prosista, que tenía 82 años,recibió a Antoni Bernad tras una noche en blanco en la que se entregó a la escritura y todavía en un pijama carcomido por quemaduras de cigarrillo. “Extraordinario. Sin pompa. Natural. Magistral. Y cuando terminamos la sesión nos dijo algo que hasta entonces nadie nos había dicho nunca. ‘Vuelvan cuando quieran. Me han hecho una gran compañia’, nos pidió desde el alma”.
Antoni Bernad. De 1960 a 2010 editado por Blume
Con Salvador Dalí la conexión también fue total. Tras su primer encuentro en París. “Un día, muerto de miedo, me acerqué al hotel Le Meurice donde se alojaba en sus estancias en la capital francesa para proponerle una foto que nunca aceptó, pero me abrió sus puertas. Solo me dijo que apuntara mi teléfono en una servilleta”, explica Bernad, que pasó una larga temporada parisina en la casa de la suegra de un amigo. Pasaron los días hasta que una tarde escuchó a su suegra prestada chillando por el pasillo un “Monsieur Bernad, Monsieur Bernad, Dalí au télephone!”.
Paloma Picasso según Antoni Bernad en 1976
Iniciaba su larga amistad con el genio (y la enemistad con una Gala muerta de celos capaz de pegar a Antoni Llena con la mano abierta y de lanzarle a Antoni Bernad una langosta en mitad de la cena) preparándole la pintura de su San Sebastián. El trabajo de Bernad era encontrarlo en carne y hueso y muy pronto le sobraban guapísimos candidatos tardofranquistas que consideraban que actuar para Dalí era la entrada directa al Olimpo.
David Hockney posó encantado para Antoni Bernad en 1975
Bernad, que no da abasto de tanto momento trascendental y tanta anécdota, también sacó a Montserrat Caballé de su pose eterna el día que, harto, acabó gritándole “cabrona, más que cabrona, eres genial” y obtuvo su primera carcajada franca y sonora. Y Joan Miró retrató a Llena en boli (y coloreó imaginativamente, porque no tenía otra forma de hacerlo) para felicitarle el cumpleaños. Y a Tàpies le hizo bañar su pie desnudo en un cubo de pintura negra. “Su espléndido repertorio iconográfico es un relato cautivador, con sentido del humor y obsrevación. Una secuencia fluida a la manera del proustiano tiempo recordado”, resume su también gran amigo Josep Casamartina
