Una mujer casada, Marta de la Reina, en el Madrid de los años cincuenta, se sorprende atraída por una empleada de su empresa y decide saltarse el corsé social y vivir su relación. Es el personaje que defiende Marta Belmonte en Sueños de libertad, serie de época de amplio reparto (Natalia Sánchez, Alain Hernández, Alba Brunet o Roser Tapias), y con este papel ha traspasado la pantalla: el hastag #Mafin (Marta y Fina, la pareja lesbiana) refleja en redes el impacto de la historia. La actriz barcelonesa, afincada en Madrid, saborea el éxito, volcada en el rodaje, por lo menos hasta este verano: “Luego veremos qué trama la productora y la cadena”, Diagonal TV y Atresmedia.
Más allá de sus roles en televisión (Isabel, Servir y proteger, Los favoritos de Midas, Mano de hierro), en cine (Gente que viene y bah) o teatro (La Celestina), su currículum revela un espíritu inquieto, con formación en dirección escénica y escritura, como mostró en su obra El orden de las cosas, una mezcla de teatro, danza y poesía visual.
Cuido cómo me hablo, intento tratarme bien”
Sueños de libertad la enfoca como nunca. Con dos décadas de carrera, ahora le llega la popularidad. ¿Lo ve injusto?
Es que tenemos una expectativa de que ser actor es ser famoso y no tiene nada que ver. Es algo que reivindico mucho. Hay una confusión enorme. Si yo te pregunto cuántos arquitectos o médicos españoles conoces no sé si sabrías citarme más de cinco. Lo que me parece injusto es tener una carrera y no disponer de una industria, un tejido audiovisual que dé trabajo, que haya más diversidad, más oferta, que todo el mundo tenga su pedacito. Vivir de tu trabajo, como lo hace un fontanero.
Marta Belmonte (derecha) y Alba Brunet encarnan a Marta y Fina en la serie de Antena 3 que triunfa en la sobremesa
Con las plataformas se produce más.
Se produce más, pero es engañoso, quizás en lugar de 16 capítulos se hacen 8 o se opta por miniseries, a veces en condiciones más precarias. Se reparte más y quizás toca menos.
¿Qué tiene de especial esta serie?
Es ambiciosa, se ha dado valor al formato y a la franja de sobremesa, apostando por escenas dinámicas y tramas de calidad.
Trata temas como el maltrato o la homosexualidad. ¿Tiene una utilidad social?
Mucho más de lo que uno pueda imaginar. Hasta que no lo vives no te das cuenta del alcance. Hay hambre de representación y de diversidad. En nuestro caso, una relación entre dos mujeres, que no era lo normativo en esa época. Te encuentras a mucha gente agradecida por poder verse y disfrutarse, compartirse con el entorno a traves de una serie.
Ser actriz no es ser famosa, hay una gran confusión”
Y en positivo...
Sí, pasamos nuestros más y nuestros menos, pero sin que el foco de la trama sea, en nuestro caso, una relación tóxica. Mi personaje no sabía que enamorarse de otra mujer era una opción, así que de entrada sus obstáculos eran internos: el prejuicio, el decepcionar...Y luego externos: la época, las miradas.
¿Se imaginó así esta profesión?
No tenía una ambición concreta, creo que nunca es como lo esperas. Yo empecé en esto porque lo pasaba bien. Hacía teatro en el instituto, no tenía otra vocación y pensé: ¿De verdad puedo dedicarme a algo tan divertido? Luego la realidad es distinta. No es igual que te guste cocinar y hacer 200 menús al día. Sí recuerdo en mi infancia detalles que apuntaban a un interés creativo. Y luego, sentí que era poder jugar, sin juzgar. Actuar es un ejercicio de libertad, un bien muy preciado hoy en día.
My favorite things
Una afición: Comer. Y cocinar; me relaja. Experta en nada, pero apañada en casi todo. Hago buenas lentejas y crema de calabaza. Y presumo de cuscús.
Un paisaje: Los cielos rosas de invierno; en Madrid son muy bonitos.
Una lectura: Yoga de Emmanuel Carrère y La felicidad, desesperadamente de André Comte-Sponville.
Su banda sonora: No soy nada fiel con la música, me aburro y voy cambiando. Me gustan los ritmos africanos, me levantan el ánimo, aunque sé que a veces hablan de cosas tristes.
Un placer cotidiano: Estar con mi gato, sin hacer nada. Un aroma: A lluvia, siempre. A tierra mojada
¿Qué comparte con su personaje?
Somos tozudas las dos, nos cuesta reconocer errores aunque al final agachamos la cabeza. Tardamos hasta que nos dejamos ablandar por alguien nuevo, primero tanteamos. Somos celosas de nuestra vida privada.
Por eso no comparte datos personales en redes.
Nunca he compartido mensajes personales o besos con mis parejas, ni con amigas. Las redes me cuestan, y en especial el mostrar expresiones afectivas. No oculto mi vida, pero no hago propaganda. Mi trabajo es otro, no soy una celebrity, no vivo de exhibir mi vida sino de mi trabajo. De nuevo, la confusión.
Se reconoce tozuda, celosa de su intimidad y quisiera ser más organizada
¿En qué quisiera cambiar?
Me gustaría ser más organizada y disciplinada. Pienso mucho en mis amigos y a veces me cuesta dedicarles tiempo, quiero organizarme mejor para estas cosas.
¿En qué etapa vital se encuentra?
Muy feliz, agradecida de tener trabajo, pese a su exigencia. Con tranquilidad, bien rodeada. No me da miedo cumplir años.
Es pronto, a sus 42…
La mejor edad es la que tienes. Se trata de disfrutar de lo que te puede ofrecer. La inocencia ya la perdí, ahora quiero aprovechar lo mejor de mi edad. La juventud me gusta en cuanto te aporta salud y oportunidades.
Acoso denunciable no he sufrido, pero sí momentos desagradables y de sentirme sexualizada”
¿Le preocupa de cara al trabajo?
Mira, Anthony Hopkins pegó el petardazo con El silencio de los corderos y seguro que no pensaba que a los 52 su rostro y su experiencia le iba a entregar uno de sus papeles que más reconocimiento le daría. No sabes a qué edad te llegará un regalo de personaje. Pensar que la juventud es el centro es absurdo.
¿Hay más papeles para mujeres maduras hoy en día?
Aún falta mucho, pero sí hay más que años atrás. También es cierto que la presión estética es enorme. Yo reconozco que me fascinan las cirugías. No me hago nada, aunque me gustaría verme estupenda. Pero es ridículo querer verme igual que hace diez años.
¿Se plantea operarse?
No descarto que, si aparece una papada, me la quiera quitar; lo que no me seduce es la idea de no reconocerme. A mucha gente le cambia la cara. Mi aspiración es mantenerme, envejecer de una forma amable.
¿Se cuida mucho en ese sentido?
No, qué va, soy muy punky. Pero ahora empiezo a invertir, porque veo a mis padres, a la gente de su edad y, si no te cuidas en alimentación y movilidad, luego lo pagarás caro. Así que me he apuntado a crossfit. Salgo pensando que soy Conan el bárbaro. Es dinámico, competitivo. Me gusta, a ver cuánto dura.
Afirma que este año le apetece dedicar tiempo a aficiones como la carpintería y las manualidades Belmonte
¿Cómo gestiona un ‘no’ en un casting?
Sigue doliendo, pero es parte del trabajo. Hay papeles en los que te ves y dices.“Lástima, yo lo hubiera hecho bonito”. ¡No todos, eh!
¿Algún episodio de acoso?
Denunciable no, momentos desagradables sí, como cualquier mujer en su trabajo. No el típico: “Si haces esto, te prometo...”, pero he sido sexualizada u objeto de miradas y comentarios. ¡La cantidad de rellenos que he tenido que llevar, al tener poco pecho! Hace unos años los tiré. La mirada antes era distinta.
¿Con qué cineasta desearía trabajar?
Por ejemplo Yorgos Lanthimos. Y con Sorrentino, que me encanta, aunque creo que el papel interesante se lo daría a un hombre. Darren Aronofsky me gusta mucho también.
¿Un lema vital?
Buena pregunta, igual debería tener uno. No tengo un mantra especial, pero el pensamiento lo crean las palabras así que trato de cuidarlas, porque generan mi estado de ánimo y mi realidad. Presto atención a cómo me hablo y hablo a los demás, y cómo sentenciamos. Es un arma poderosa y hay que vigilar. Intento tratarme bonito y emplear bien la palabra y el pensamiento. Estoy aprendiendo.
¿Un proyecto personal para el 2025?
Me gustaría estudiar algunas cositas, si puedo compaginarlo: carpintería, que me encanta, manualidades, decoración, crecimiento personal. Más tiempo para hobbies. Eso que se hace a los 67 años, ¡hacerlo con 43!


