Al cineasta John Boorman le preguntaron qué era la pasión. “Posiblemente consista en convertirse en persona”, respondió. La de persona apasionada posiblemente sea la mejor definición para Lola Pascual de los Ríos (más conocida como Lola Suarez, esposa de Benito —que, junto a Emiliano, forma la segunda generación de la prestigiosa joyería española– y madre de Emiliano, Gabriel y Juan, actual director de la firma).
Lejos de oficiar de matriarca, Lola es una mujer roble, una metro sesenta que ha paseado su discreción y su curiosidad por todo el mundo. Una bilbaína con espíritu cosmopolita que llegó a Madrid en taxi, con Gabriel de tres años y el mayor, Emiliano, en pleno ataque de asma. El taxi se averió y tuvieron que hacer noche en el hotel Landa de Burgos, donde el pequeño durmió entre cojines en la bañera para suavizar la afección.
Lola es una mujer roble, una metro sesenta que ha paseado su discreción y su curiosidad por todo el mundo
Arrancaban los ochenta, los años de plomo en el País Vasco, con sus salvajes atentados y amenazas constantes. En aquel clima de inseguridad y presión, los hermanos Suárez —que habían perdido a sus padres en un accidente de tráfico y regentaban el negocio familiar, dos joyerías en Henares y Ercilla— decidieron mudarse a Madrid. Los jóvenes veinteañeros habían descubierto en París la estrecha relación entre la joyería y el arte. De los talleres de la Place Vendôme a las vanguardias artísticas, en especial el art déco, los dibujos de Cocteau, Sert y las creaciones de Suzanne Belperron o Jeanne Toussaint, estos referentes insuflaron a los hermanos una nueva inspiración que hizo reafirmar más si cabe su vocación. Sí, revolucionarían la joyería hecha en España.
En esos años, Benito cortejaba a Lola, una joven enfermera tan guapa como firme. “Una vez me enfadé con él estando de novios y estaba muy baja. Trabajaba en un laboratorio, era muy perfeccionista, y unos amigos que tenían una tienda, Love, me invitaron a trabajar con ellos. Como estaba muy triste, pensé que sería bueno viajar a París, Milán, Barcelona, a ver colecciones”. La crisis se resolvió con gracia y compromiso. Se casaron, tuvieron tres hijos (pero antes sufrieron el desgarro de perder al primero, con pocos meses de vida).

Lola Suarez se esmera en cuidar este espacio habitado por magnolios, castaños y arces, donde se siente una persona privilegiada
Lola afirma que ambos son disfrutones, que se cuidan y que siguen enamorados. El pasado verano celebraron sus bodas de oro y abrieron el baile, como dos flamantes novios, cantando Ma vie mientras sus nietos los rodeaban y les aplaudían.
En la ya larga historia de Suarez, Lola, amante del arte —recibe clases de dibujo y pintura desde hace años— diseñó algunas de las colecciones más celebradas, incluso premiadas. Corales, ónix verde con tsavoritas, perlas tahitianas y zafiros son algunos de los motivos que la inspiraron. Hacía casi una década que esta lectora de Vita Sackville-West o Sándor Márai se había retirado del diseño, y en pleno 80.º aniversario de la firma, el equipo de diseño, con Javier Bernuy y Rubén García a la cabeza, la animaron a hacer algo nuevo. Y decidió transportar su árbol preferido, el arce, a la joyería. “El arce es muy oriental, tiene sentimiento; su levedad encierra una espiritualidad”, dice mostrándome un par de arces que ella misma plantó.
El arce es muy oriental, tiene sentimiento; su levedad encierra una espiritualidad”
Del latín acer, que significa ‘rugoso’ o ‘afilado’, sus hojas se parecen a una mano abierta, compuesta de una estructura palmeada, con lóbulos. Los indios americanos consideraban el arce un árbol sagrado y utilizaban su madera y su savia para diversos fines rituales y cotidianos. En Japón es un árbol de culto, por ello se celebra el momijigari, la ‘caza del color otoñal’, una tradición muy instalada en la cultura nipona que admira la transición cromática del follaje; incluso en televisión se retransmiten los cambios del color de las hojas.
La colección Hojas de arce, realizada con brillantes y gotas de esmeraldas, se compone de pulseras, pendientes y anillos que glorifican la hoja de este árbol con cientos de especies.“Para dibujar joyas tienes que ser muy preciso, y no lo hago lo suficientemente bien. Pero Javier y Rubén lo interpretan. Luego se hacen moldes de cera. Las pulseras las cambié varias veces, buscaba movimiento a partir del sistema articulado que habitualmente se utiliza en las pulseras rivière, que permite que cada diamante tenga un movimiento independiente”, explica.

Sobre una hoja de arce se extienden los pendientes de pequeños brillantes y las pulseras con una esmeralda
Lola define el estilo de Suarez como un clásico moderno que ha sabido llegar a todos los públicos. “Me encanta cuando voy a la tienda y veo a parejas jóvenes que van a comprarse una pieza. Emiliano y Benito supieron hacer una reconversión en la joyería y democratizarla, pensando en piezas a precios asequibles”. Lola ha acompañado a Benito a numerosos viajes a Amberes, Tailandia, Tel Aviv, para comprar piedras —una de las grandes obsesiones de la firma, adquirir la materia prima sin intermediarios—. “He aprendido mucho, a mí ya no me la dan, igual que con el vino”.
Lola Suarez repite que le embarga un sentimiento profundo de gratitud con la vida. Su jardín respira una plenitud sencilla. Vigila la vida de los árboles, a veces incluso los reubica porque necesitan más luz o estar lejos de otras raíces. A sus 75, Lola Suarez afirma que es un privilegio rodearse de castaños, magnolios y arces. La piscina tiene hechuras palladianas, y Lola hace suya la cita de Mies van de Rohe: “Dios está en los detalles”. Opina que el gusto se educa desde el origen. Para ella, su madre y su madrina, mujeres que compraban el Vogue y jugaban al bridge, fueron sus referentes estéticos.
Lola Suarez repite que le embarga un sentimiento profundo de gratitud con la vida
Define a sus hijos: “Emiliano es un artista bohemio, Gabriel es muy prudente y creativo y Juan es un torbellino que puede con todo”. Sigue levantándose temprano, se toma un tiempo despacioso para desayunar, hace pilates, escucha a Alsina o Herrera. Ve el mundo tembloroso, cree que hay que controlar la inteligencia artificial y desconfía de la onda Trump.
Lola ha estado muy implicada en Cáritas, trabajando en los comedores sociales y atendiendo a personas adictas que acompañaba a recibir sus dosis de metadona. “Luego me los llevaba a tomar un chocolate con churros y conversábamos largas horas. Este año me gustaría impulsar una nueva pieza solidaria. Ya hicimos campañas con el padre Ángel y la Fundación Aladina”.
Decía Ortega que la verdadera hondura está conformada por capas de claridad, así es Lola Suarez. A lo lejos se escuchan risas, son sus nietos que han quedado a comer con ella. Ha salido el sol. Los arces, quietos, encienden de nuevo su verdor.

Madre y abuelísima, Lola es una mujer de gustos exquisitos que desprende humanismo y sensibilidad. Traje de Victoria Beckham
My favourite things
Un destino Cualquier lugar de Italia; ahora iremos a Estocolmo.
La prensa Me gusta leer el domingo por la tarde los magazines de periódicos.
Una obra de arte La pintura impresionista, Chillida, Palazuelo...
Una música La ópera, me ha apasionado La sonnambula
en el Liceu, lloré con la voz de Nadine Sierra.
Un perfume Chloe.
Las recetas Me salen bastante buenas la menestra de verduras, la merluza rellena y las pencas rebozadas con almejas.