Es uno de los actores y cómicos más queridos de nuestro país, y esto no viene de ahora. Dani Rovira, que se dio a conocer en los escenarios del stand-up e inexorablemente se consagró en la primera línea de la industria de la interpretación con los inolvidables Ocho apellidos vascos, lleva años conquistando al público con esa particular mezcla de humor afilado y calidez que le caracteriza. La cuestión es que, más allá de la pantalla, su historia personal —incluida la superación de un cáncer— es una de esas que ha reforzado el vínculo especial con una audiencia que no le sigue solamente por lo que hace. También por cómo lo hace.
Así, este andaluz natural del municipio malagueño de Almargen que pasó de servir tés en Granada a recibir un Goya, ha ampliado su relato. Ese guion que no es ficción, donde el papel más comprometido ha terminado por interpretarlo fuera del cine, puesto que lo ha adoptado en la vida real. A la vista queda al echar un vistazo a sus facetas de filántropo, defensor de los animales y activista, que lo han llevado a practicar el veganismo con una actitud firme, pero respetuosa y desde hace años. Una convicción que, como confesó en una entrevista reciente, le obliga a navegar a menudo entre la ética y la convivencia.
“No entra dentro de mi ética”
El dilema de pagar por algo que no compartes ni consumes
En marzo, durante su participación en el pódcast La cena de los idiotés de Cadena SER, Rovira dejó caer una reflexión que sacudió la tertulia. “Para mí en ese momento no sería una cosa económica. Yo tengo que pagar por algo que para mí no entra dentro de mi ética”, dijo, al referirse a esas cenas en las que, siendo el único vegano, termina pagando a escote con quienes se han pedido mariscos y carne roja. Y entonces la mesa enmudeció.
El caso es que el actor no hablaba desde la trinchera, sino desde la experiencia acumulada. “Yo soy vegano y yo no solo voy a comer a sitios veganos. Me gusta ir a comer a sitios donde todo el mundo pueda comer de todo y yo tenga mis opciones”, explicó. La frase —entre el compromiso y el pragmatismo— revelaba una postura equilibrada. Lejos de la imposición y, en realidad, más bien cercana a una postura que aboga por el entendimiento mutuo.
Dani en 'La cena de los idiotés'.
Aun así, es importante señalar que no siempre ha resultado fácil. “Muchas veces parte de los comensales pueden caer en la empatía, pero si no la tuvieran yo me encuentro teniendo que decir: ‘bueno, puedo pagar 40 euros o 120 porque voy a costearle a fulanito y menganito el chuletón, su cigala y sus gambas’”, contaba con media sonrisa. La explicación de un dilema tan cotidiano como incómodo, cuyas respuestas son de todo menos universales.
“Jamás juzgaré a nadie”
Una dieta basada en principios y no en dogmas
Lejos de cualquier discurso punitivo, Rovira insiste en que su estilo de vida no va acompañado de un juicio moral hacia los demás. “Jamás juzgaré a nadie por comer lo que coma”, sentenció tajante. Y es que ara él, el veganismo es una elección personal que parte de una reflexión ética profunda, pero no una superioridad moral. Quizá por eso se siente más libre en entornos donde puede explicar, debatir y también reírse de sí mismo.
“Años después vengo con el dilema aquí, o sea, fíjate tú”, comentaba al hilo de lo anterior con ironía ante los micrófonos, con tanta convicción como ligereza, consciente de que para él lo importante no es convencer, sino compartir. Así, en un panorama donde la polarización parece norma, su actitud es casi un oasis. Firme sin ser rígido, comprometido y sin imponerse, el actor malagueño demuestra que se puede defender una causa sin dejar de escuchar.
