La carrera de Nerea Rodríguez avanza con paso firme y, desde la gala del pasado sábado, su nombre figura ya entre los primeros semifinalistas de Bailando con las estrellas. Además, su participación, cada semana más celebrada, ha devuelto a la conversación un punto geográfico que para ella nunca desapareció: la localidad costera donde nació a finales de los noventa y donde empezó a cantar siendo una niña.
Ese escenario, situado entre el delta del Llobregat y las primeras laderas del Garraf, combina mar, pinedas y calles con historia. Allí vivió su infancia, muy lejos de focos y escenarios, y allí regresan muchas de sus referencias personales. Ya en 2019, en una entrevista con Granada Hoy, lo resumió sin rodeos: “Barcelona es mi casa”. Lo decía entonces hablando de su relación con la ciudad, pero la frase encaja también en la imagen de sus orígenes, de esa vida a 20 minutos de la capital catalana que la acompañó antes incluso de su paso por Operación Triunfo 2017.
Infancia junto al mar
Así es el entorno que marcó los primeros años de la artista
La localidad, según refiere su Ayuntamiento en su sitio web oficial, goza de una ubicación “privilegiada”, con cuatro kilómetros de litoral y una pineda de 400 metros de ancho que llega hasta la primera línea de playa. Es un paisaje que cada verano atrae a más de dos millones de bañistas y que, para quienes han crecido allí, forma parte del día a día. En esas playas, entre paseos marítimos premiados por su diseño y dunas protegidas, se dibuja gran parte de la memoria visual de sus habitantes.
Amanecer terroso en la playa de Gavà.
Lejos de la costa, pero dentro del mismo término municipal, sobrevive también una montaña que pertenece en parte al parque natural del Garraf. Allí se alzan la ermita de Bruguers y las ruinas del castillo de Eramprunyà, un vestigio medieval que domina el territorio desde el siglo X. Son parajes que conviven con barrios como Can Tintorer o La Sentiu, donde aún se mezclan caminos forestales, masías y áreas de ocio que mantienen una esencia rural difícil de encontrar tan cerca de Barcelona.
El casco urbano suma otra capa: minas prehistóricas de más de cinco mil años, la Torre Lluch convertida en museo y una red de calles que conserva parte del trazado histórico. A ello se suma la actividad comercial, uno de los motores de la ciudad, y una agenda cultural marcada por ferias como la del Espárrago, que cada primavera recuerda el vínculo agrícola del municipio. Es un mapa variado que define a quienes han vivido en él y que para la cantante formó el telón de fondo de sus primeros estudios musicales.
La Torre Lluch, en Gavà.
Un camino que empezó antes de 'OT'
Formación, tránsito y la identidad de un municipio que permanece
Mucho antes de su salto a la televisión, sus días transcurrían entre clases de música, actividades escolares y desplazamientos por una ciudad conectada por carretera, tren y autobús con buena parte del Baix Llobregat. Esa accesibilidad, reforzada por líneas que enlazan con Barcelona y con el aeropuerto, favorece una movilidad que facilita estudios, castings o ensayos. En su caso, aquellos trayectos eran la antesala de un recorrido que acabaría llevándola a escenarios nacionales.
Y ahora, mientras continúa en la recta final del concurso de danza de Telecinco, su historia vuelve inevitablemente a ese punto de partida. Un municipio que combina mar, montaña y memoria, y que explica parte de su vínculo sentimental con el área metropolitana de la ciudad condal. Aquello que definió en 2019 con un sencillo “es mi casa”. Frase breve que, en plena competición televisiva, sigue funcionando como recordatorio del lugar donde empezó todo.
