La emisión este miércoles del tercer episodio de Hasta el fin del mundo vuelve a situar a una figura pública ya acostumbrada a los focos en un registro distinto. Tras su reciente paso por MasterChef Celebrity y sus colaboraciones televisivas, la presencia de Cristina Cifuentes en el reality de aventuras de La 1, donde comparte experiencia con Alba Carrillo –con quien ya ha protagonizado algún cruce– permite observar un retrato más cotidiano, más alejado del discurso institucional que marcó su vida durante décadas. Así, la audiencia asiste a un viaje en el que los desafíos físicos conviven con gestos íntimos que invitan a mirar de nuevo a una mujer que ha evolucionado. Sin renunciar a la memoria de lo vivido, claro está.
Ese interés por el reverso personal crece a medida que avanzan los capítulos. Los espectadores descubren anécdotas y pequeñas confesiones que iluminan la vida lejos del estrado, y que completan un mapa biográfico tejido entre la política, la pequeña pantalla y un núcleo familiar que ha permanecido discreto y estable a lo largo del tiempo. Casada desde hace casi cuarenta años y madre de dos hijos, la exdirigente madrileña ha encontrado en su entorno inmediato un refugio permanente, una suerte de casa común a la que ha regresado incluso en los momentos más adversos.
Siempre juntos
Un matrimonio discreto y una familia unida durante décadas
En redes sociales, donde comparte retazos muy medidos de su día a día, aparecen de forma recurrente su marido, Francisco Javier Aguilar, y los dos hijos que tienen en común. Aguilar, arquitecto y ajeno al foco mediático, ha acompañado a su pareja en etapas complejas y celebraciones relevantes, aunque mantiene una vida profesional independiente y alejada de la exposición pública. Su nombre aparece en imágenes esporádicas, casi siempre asociadas a aniversarios, eventos familiares o viajes que la pareja ha ido acumulando durante una convivencia que supera ya las tres décadas y media.
Cristina, junto a su marido Francisco Javier, en una imagen de redes sociales.
La hija mayor, Cristina Aguilar Cifuentes, ocupa un espacio especial en esas publicaciones. La exdirigente compartió hace unos meses fotografías de su boda y un mensaje dirigido a ella con motivo de su 34 cumpleaños. “34 años ya, en los que solo me has dado alegrías y felicidad. Te quiero con toda mi alma, mi niña”, escribió, combinando una imagen reciente con otra de la infancia. Un gesto que resume la forma en que muestra a su familia. Con destellos puntuales, sin excesos y preservando siempre la privacidad de quienes prefieren mantenerse al margen del ruido mediático.
La exdirigente madrileña celebró el 34 cumpleaños de su hija compartiendo algunas imágenes de su enlace.
Algo similar ocurre con su hijo Javi, abogado y también discreto en redes. Su madre suele dedicarle mensajes breves en fechas señaladas y recordar su trayectoria profesional, que discurre en la abogacía tras formarse en la Universidad Complutense. Cumple así un ritual que repite cada año. Fotografías familiares, una felicitación afectuosa y la reafirmación de un vínculo que permanece sólido pese a la distancia que imponen los distintos horarios, tareas y responsabilidades de la vida adulta.
Javi, el hijo de Cristina, también preserva su intimidad en redes.
Más allá del foco
Vida cultural, un pasado político y el trance más difícil
Su interés por la cultura ha acompañado este tránsito hacia una actividad pública distinta. Asidua a exposiciones, lecturas y eventos, ha trasladado ese gusto a algunas de sus intervenciones televisivas, donde ha recuperado anécdotas de su etapa universitaria o de su trabajo institucional. Convertida hoy en colaboradora habitual en distintos espacios, alterna el análisis político con comentarios sobre temas sociales, siempre con un tono más cercano que en sus años de responsabilidad pública.
Ese recorrido incluye episodios que marcaron su biografía, como el accidente de moto que sufrió en 2013. La exdelegada del Gobierno en Madrid estuvo dos semanas en coma y superó un proceso médico complejo del que ha hablado en varias entrevistas, recordando el miedo persistente que le impidió volver a conducir una moto.
