Jorge Javier Vázquez, sobre su maquillaje: “Cuando voy de paisano me veo mala cara; me he dado cuenta de que me ayuda a disimular mi timidez”

Rutina escénica

El presentador compartió en su blog hace algunos años cómo vive el maquillaje en su día a día laboral y personal, además de revisitar algunas anécdotas de su infancia relacionadas con el tema

Jorge Javier Vázquez, en una imagen de redes sociales.

Jorge Javier Vázquez, en una imagen de redes sociales.

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Las galas de Gran Hermano 20 encaran su cuarta semana con su maestro de ceremonias al frente. Cada jueves, el veterano comunicador pisa el plató con una precisión casi litúrgica, a pesar de que la edición no está cuajando en lo que a los datos de audiencia refiere. El caso es que con cada aparición en pantalla podría extraerse que resurge, más allá de su faceta profesional, una cuestión que él mismo abordó en su blog de la revista Lecturas allá por el enero de 2019. Es la importancia del maquillaje en su relación con las cámaras, con el público y consigo mismo. Un asunto que, según contaba entonces, forma parte de una rutina que le acompaña desde hace años.

En aquel texto reflexionaba sobre su costumbre de maquillarse para trabajar en televisión y en teatro. Lo explicaba con una imagen cotidiana: “Nunca me maquillo para mi vida cotidiana, pero sí para trabajar, que es algo que no puede decir cualquier hombre”. Confesión que contemplaba con un matiz revelador: “Estoy tan hecho a verme maquillado que cuando voy de paisano me veo mala cara”. Una relación casi técnica con la imagen se ha convertido, con el tiempo, en uno de los rituales que mantiene su concentración, su seguridad y su presencia en los directos.

“Bien producido”

Un ritual previo al escenario que convirtió en rutina profesional

En aquel mismo blog, evocaba los minutos previos a sus funciones teatrales, cuando coincidía en camerinos con su maquillador Alberto Dugarte y con el sastre Pedro. “Me gusta estar a solas con él y con Pedro… Alberto me atusa, Pedro me viste y yo me relajo”, escribía. Esa secuencia, tan repetida en su vida ligada a los escenarios durante sus años sobre las tablas, se convertía en un espacio íntimo para recuperar el pulso antes de enfrentarse al público. También revelaba que salir “bien producido” era, para él, una forma de respeto hacia quienes ocupaban las butacas.

Concha Velasco asistió a una de las funciones de 'Desmontando a Séneca', su tercera obra teatral como protagonista.

Concha Velasco asistió a una de las funciones de 'Desmontando a Séneca', su tercera obra teatral como protagonista.

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En ese entorno de luces y telón, reconocía un efecto que iba más allá de lo estético: “Me he dado cuenta de que el maquillaje me ayuda a disimular mi timidez”. Lo describía como una máscara que interponía una distancia justa entre él y la audiencia. Una protección que le permitía desenvolverse con soltura en situaciones donde, sin esa capa de seguridad, la reserva podía imponerse. “Tiene algo que ver con disfrazarse”, afirmaba, como si fuera un mecanismo que le ayudara a dar un paso más en escena.

Incluso tras la función mantenía esa sensación de personaje. “Siempre que la logística lo permite salgo a hacerme fotografías… Y me he dado cuenta de que lo hago con el maquillaje puesto porque puedo seguir tirando del personaje”, apuntaba. Sin esa aliada, la timidez –esa que ha confesado repetidas veces– dificultaría los saludos y el contacto directo con quienes acudían a verle. Un detalle que retrata la compleja relación entre el presentador y la exposición pública, constante desde que saltó a la televisión a finales de la década de los noventa en Extra Rosa.

“Mi madre antes me reñía”

Una historia que arrancó en la infancia y siguió en familia

En otro texto publicado en la misma revista en julio de 2021, el catalán recordaba que su vínculo con el maquillaje venía de lejos. “De pequeño tuve una época en la que me maquillaba… me ponía colorete y sombra de ojos”, refirió. Su madre descubrió aquella costumbre infantil y la frenó de inmediato, algo que años después evocaba con humor. Lo que entonces fue motivo de regaño, hoy se ha transformado en complicidad doméstica. En ese mismo relato contaba una escena reciente: “Mi madre me ha recomendado cómo pintarme las ojeras en el teatro o cómo sacarle más partido a los potingues”.

“De pequeño me reñía porque me maquillaba a escondidas y ahora me imparte tutoriales”, escribió Jorge Javier en sus redes.

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Compartía también un gesto que definía el cambio generacional y familiar- “Ahora te enseño a hacerte la raya, Jorge”, le decía su madre mientras su hermana traía un neceser con lápices de ojos. Él trataba de escabullirse, aunque acababa aceptando. Aquella imagen de sobremesa, entre consejos y un jamón confundido entre “Carmelito” y “Joselito”, añadía una nota doméstica a una relación con el maquillaje que sigue vigente. Y que, cada jueves, vuelve a ponerse a prueba bajo las luces de las galas del reality de la vida en directo.

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