Maribel Sanz (53 años), sobre su lesión de espalda: “Tiene difícil solución; no me quieren operar, no me dan garantías y tengo dolor crónico”
Salud y vida
La exmodelo, ahora volcada en la micropigmentación y en su entorno más cercano, ha relatado cómo convive con una lesión lumbar que la limita desde hace más de tres años y cómo organiza su día a día entre el trabajo, los tratamientos y la familia
Maribel Sanz, en una imagen de archivo.
La que fuera uno de los rostros más visibles de los 90 describe hoy un escenario mucho más doméstico, marcado por una lesión lumbar que altera su rutina y exige disciplina médica. En una conversación reciente con la revista Lecturas, realizada tras varios intentos de cuadrar fechas por su estado físico, Maribel Sanz relata el origen de un proceso que comenzó mientras entrenaba con intensidad y que, con el tiempo, la obligó a reordenar prioridades.
Y es que, para empezar, aquella figura que debutó adolescente ante las cámaras y que desfiló para casas internacionales combina ahora una vida más estable con un trabajo que requiere precisión manual. Al mismo tiempo, avanza en un proceso clínico complejo que la lleva a convivir con un dolor persistente. Su testimonio al citado medio ha ofrecido detalles técnicos al respecto, episodios de urgencia y el relato sobre cómo ha aprendido a mantenerse en pie gracias al ejercicio, a la par que a un control estricto de los síntomas.
“Tengo dolor crónico”
La compleja lesión en la espalda con la que Maribel convive
“Tengo una lesión grave en la espalda desde hace tres años y medio que casi me deja paralítica”, cuenta Sanz en la entrevista. Explica que el dolor comenzó en el glúteo y avanzó hasta impedirle sentarse. El diagnóstico describe una L5 con el disco “desintegrado en su totalidad”, terminaciones nerviosas afectadas y una desviación de la cadera de dos milímetros. “Tiene difícil solución. No me quieren operar. No me dan garantías y tengo dolor crónico”, subraya.
Ante la ausencia de una intervención con opciones reales, asume un tratamiento sostenido. Relata infiltraciones y, más adelante, una rizólisis: “Te queman los nervios… para que la médula no coja esa temperatura”. Ese proceso le permite un respiro, aunque no definitivo. Añade que solo su musculatura evita que “estuviera postrada ya en una cama” y que algunos días la medicación la deja “dopadísima”. El caso es que entre esos episodios mantiene un ritmo laboral constante en su estudio de micropigmentación.
Sobre su trabajo, asegura que está satisfecha con el rumbo que ha tomado. “Estoy muy contenta porque hago bonitos trabajos”, afirma. Describe la técnica, la necesidad de visualizar el resultado antes de ejecutarlo y la respuesta de quienes acuden a su centro. Algunas clientas la reconocen en la segunda visita, aunque aclara que no menciona su pasado televisivo. Ese espacio creativo funciona también como refugio ante las limitaciones que marca el dolor.
Feliz como abuela
Sin ganas de volver a la televisión y centrada en su familia
En el plano mediático, admite que ya no echa de menos la televisión. Descarta formatos de aventura por motivos de salud y recuerda que en varias ocasiones fue descartada por su tono de piel. Sobre los realities de convivencia, señala que no se ve dentro del circuito actual. Prefiere centrar su energía en su entorno y en unas celebraciones navideñas condicionadas por una nueva rizólisis pendiente, que podría obligarla al reposo en plena fecha festiva.
Sergio Dalma y Maribel Sanz con su único hijo, Sergi Capdevila, en una imagen de archivo.
El núcleo familiar ocupa buena parte de su relato. Comenta que sus hijos “están muy bien” y que el mayor avanza con su empresa, mientras el pequeño vive tranquilo con su familia. La faceta de abuela aparece como uno de los capítulos que más la animan: “Me tiene emborrachada de amor… soy una abuela consentidora”, afirma. Explica que juega, acompaña y disfruta sin las cargas de antaño. Entre tratamientos, rutinas de cuidado y un trabajo que la reconecta con su creatividad, dibuja un presente sostenido en el apoyo de los suyos y en la esperanza de recuperar estabilidad física.