Cumpleaños con Melville y Sorolla

Nadar de espalda

Cumpleaños con Melville y Sorolla
Editorial Team

Esta semana fue la primera vez que sentí ambivalencia, y por momentos un gran desconsuelo, al cumplir años. También se acerca aquí, en Nueva York, la época de constantes celebraciones: Acción de Gracias, Navidad y Año Nuevo. No es raro sentir las pérdidas y las ausencias con más intensidad cuando todo parece celebrar la vida, el nacimiento. Así que me entregué a la melancolía e, incapaz de organizar una fiesta de cumpleaños, pasé la semana con difuntos varios.

Fui a la tumba de Melville, en el norte de Manhattan. Está enterrado en el cementerio Woodlawn, donde no se encuentran muchos otros grandes nombres. Algo muy Melville: morir en cierto anonimato, reposar en un lugar sin indicaciones claras y de acceso ambiguo, sin llamar la atención sobre sí mismo. Llegué al cementerio con dos amigos, cada uno llevamos un fragmento de la obra de Melville para recitar frente a la tumba, y leímos partes de Moby Dick, Bartleby y Las encantadas. Unos turistas japoneses aparecieron y grabaron nuestra performance.

Tumba de Melville

Tumba de Melville

Por Anthony22 vía Wikipedia

Tras el peregrinaje a la tumba de Melville, días más tarde, fui a Washington Heights. En este barrio dominicano de Nueva York está la Hispanic Society of America, un museo menos conocido que los demás grandes museos de la ciudad, pero donde pueden verse cuadros de Goya y Velázquez, además de un secreto. Una sala enorme cobija un conjunto de catorce cuadros de Sorolla: cada uno refleja una escena festiva distinta, correspondiente a cada región de la península Ibérica. Fue un encargo del fundador del museo, en 1911, y para ello Sorolla viajó por toda España documentándose sobre las costumbres de cada territorio.

Lejos de estereotipos folklóricos (o del afán de “representar identidades”), cada cuadro contiene a la vez las particularidades de Galicia, Andalucía o Castilla, y algo común que pertenece al misterio del trazo, a la belleza de la luz y del color. Según parece, Sorolla cambió el título del encargo, Regiones de España, por otro: Visión de España. Entrar en esta sala —con los cuadros de Catalunya, Extremadura o Navarra expuestos de forma circular hasta volver al principio— es darse cuenta de que estar lejos no significa no estar en casa, que continuar vivo no implica olvidar a los muertos, y que el tiempo, como el espacio, son territorios comunes y no vías paralelas.

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