Irse a vivir a otro país siempre es un salto al vacío. Dejar atrás aquello conocido y empezar de cero en un lugar totalmente nuevo, nos enseña nuevas formas de vivir, trabajar y relacionarse. Algunos lo hacen por unos meses con la idea de volver. Otros, sin esperarlo, encuentran en aquella aventura temporal un hogar definitivo. Es el caso de Jessica Gallego, una joven catalana que llegó a Londres como au pair y ha construido allí una vida llena.
Jessica había acabado de estudiar Educación Infantil en la Universitat de Barcelona cuando una situación personal le dio el impulso necesario para irse. “Rompí con mi pareja de entonces y estaba en un momento que necesitaba un cambio. Había acabado la universidad y necesitaba cambiar. Me fui una semana con una amiga a su casa de vacaciones y cuando volví, dije: ‘Me voy de au pair en Inglaterra”, relata.
La atracción por el país fue decisiva para escogerlo como destino para esta nueva etapa. “Siempre había querido estar en Londres más de unos días porque me encanta la ciudad. Entonces, empecé a buscar una familia a través de una página”, expresa sobre el proceso de convertirse en au pair. Después de hacer varias entrevistas, hizo un match directo con una de las familias.
Jessica Gallego en la ciudad de Bath
“Tuvimos muy buen feeling. Tenían dos niños. De hecho, los niños ahora ya tienen 18 y 16 años. Ellos siempre tenían au pairs españolas y yo los gusté”, dice la profesora. A finales de agosto de 2016, Jessica puso rumbo a Londres. Una decisión que su entorno recibió con sorpresa, pero con una clara sentencia. “Mi madre reaccionó... Estuvo un poco en shock, pero al mismo tiempo me dijo: ‘No volverás. Te gusta demasiado todo lo inglés y no volverás'”, recuerda Gallego.
La integración con la familia inglesa
Con una maleta cargada de sueños, ilusión y un poco de miedo, Jessica se instaló en la casa de su familia de acogida. Los primeros días fueron difíciles, especialmente por el idioma. “Me costaba bastante desenvolverme en inglés. Tenía que estar todo el rato con el traductor”, reconoce. Por suerte, le facilitaron la adaptación: “La familia era muy relajada. De hecho, conocían algunas palabras en castellano. Así que, como se llama aquí, we make it work. Lo hicimos funcionar”.
Jessica Gallego decidió que necesitaba un cambio de vida
“La verdad es que me incluyeron como una más de la familia. Si iban a algún lugar, siempre me ofrecían ir con ellos”, comenta, agradecida. Esta actitud eliminó los temores iniciales. “Me daba mucho miedo porque había muchas historias. Incluso en mi grupo de au pairs, las había que no tenían buena relación con sus familias y habían tenido que irse de golpe”, explica. De este modo, Jessica creó unos primeros vínculos que han perdurado hasta hoy. “Todavía tengo contacto con ellos”, afirma.
Adaptación externa, cambio interno
La adaptación de Jessica fue intensa y transformadora. “Es una cosa que yo recomendaría a cualquier persona porque culturalmente te abre los ojos en una vida completamente diferente. La manera de vivir aquí es muy diferente”, asegura. Un ejemplo es que “ellos no se sientan a la mesa para comer como lo haríamos nosotros. Para ellos la comida es como coger un sándwich y comérselo mientras se trabaja”.
El cambio no fue solo externo. A la gestión de permisos, el traslado y el aprendizaje del idioma se sumó una transformación interna. “Tuve que hacer una reorganización de mí misma. Yo había sido bastante introvertida y para conocer a más gente tuve que lanzarme un poco. Buscar grupos de au pairs, enviar mensajes a gente que vivía cerca del área donde yo vivía... Me abrí muchísimo”, narra.
Yo había sido bastante introvertida y para conocer a más gente tuve que lanzarme”
Esto fue su mayor reto: “Tener que empezar de cero. Hacer nuevas amistades. Ellos ya tienen sus amistades y parece que tú te estés metiendo. Fue difícil, la verdad, pero también me ha dado unos muy buenos años. Con las chicas de la otra guardería hacíamos muchísimas cosas”. De hecho, ha insistido en el hecho de que “siendo el reto más grande que he tenido, me ha dado muchísimas alegrías y muy buenas experiencias”. Así, la valentía para abrirse, la resiliencia para adaptarse a una cultura diferente y valorar el más importante se convirtieron en el cimiento de su experiencia.
Un trabajo estable
“La idea siempre fue volver. Yo me había dicho que me marchaba un año. Pero me gustó muchísimo vivir allí”, asegura Jessica. Después de 6 años como au pair y de mudarse a East Grinstead con la familia de acogida, empezó a buscar trabajo de profesora de Educación Infantil “para poder añadirlo al currículum”. Y la encontró. “Me ofrecieron que, cuando acabara con la familia, podía tener un contrato fijo de 40 horas. Pensé en volver, pero es que allí no tenía trabajo. Sabía que amigas mías estaban en listas y que quizás les tocaba o no. Dependía de la suerte”, recuerda. Viendo este panorama, decidió aceptar la oferta y quedarse más tiempo.
Jessica Gallego en el Bluebell railway cerca de East Gringstead
Esto cambió su situación. “Con un trabajo más... Au pair no se considera un trabajo. Es más un intercambio cultural. Pero, teniendo un trabajo fijo la cosa cambiaba”, explica. Fue aquí cuando se dio cuenta que su estancia en el país no era tan temporal como pensaba. “Dije: ‘Me quedo un año más, otro año y un año más... Y así, el agosto del año próximo harán 10 años”, comenta con una sonrisa.
Formar una familia en el extranjero
Durante esta experiencia, Jessica conoció a muchas amigas y a su pareja actual. “Fue con una aplicación de citas, la verdad. No tenía demasiadas esperanzas. Tenía mis cosas y tal, pero quería algo más serio”, admite. Desde su primera cita en Londres han pasado ya 4 años y han formado todo un futuro juntos: viven a Cranleigh, de dónde es su novio, y están en proceso de comprarse una casa.
El nacimiento de su hijo, hace ya 10 meses, marcó una nueva etapa. “Ha sido complicado. Aquí dicen algo como que hace falta un pueblo entero para criar un niño. Obviamente, la familia de mi pareja están muy cerca y nos han ayudado, pero también trabajan. Mi madre vino cuando él tenía 3 semanas y se quedó dos semanas. Después, volvió a venir en verano y se quedó también dos semanas. Más tarde, fuimos nosotros en noviembre”, explica.
Jessica Gallego se convirtió en madre hace menos de un año
A pesar de estas visitas constantes, Jessica se dio cuenta que era muy difícil, especialmente por su madre. “Yo ya estoy acostumbrada a no estar en casa, pero creo que ha sido muchísimo más difícil para ella no poder estar con su nieto porque sé que le gustaría tenerlo más”, dice, con cierta tristeza. Aun así, Gallego ha tejido una red de apoyo. “Hacemos muchas playdates y vamos con otros grupos de bebés y madres y hemos hecho amistad”, comenta.
Respecto al tipo de educación que han escogido, Jessica reconoce que ha sido fácil ponerse de acuerdo con su novio. “Es verdad que mi pareja es inglés, pero es de ascendencia italiana. Tiene un punto de vista bastante parecido al nuestro”, nos explica. “Aquí son mucho del tema crianza respetuosa, pero quizás demasiado respetuosa. Un poco dejarlos completamente libres de decidir todo. Nosotros lo estamos criando dentro de esta crianza, pero con ciertos límites”, asegura.
Jessica Gallego se encuentra de baja de maternidad
Ahora mismo, Jessica se encuentra de baja por maternidad, que acaba en enero. “Tienes derecho a 52 semanas por baja de maternidad, pero solo 40 están pagadas. 6 semanas son con el 90% de tu sueldo y después, a partir de las siguientes semanas, es un sueldo básico. Son 176 libras a la semana que te paga el Gobierno. Es cierto que depende de las empresas, pero esto es el básico del Gobierno. Es en el que yo estoy”, nos desgrana.
La combinación de esta ayuda gubernamental y la venta de un piso en Barcelona, le ha permitido gestionar este año sin el sueldo completo. “En enero no vuelvo a trabajar a tiempo completo. Trabajo solo 10 días. Y ya después el febrero sí que vuelvo del todo”, señala. En cuanto al idioma, Gallego afirma que para ella es clave que su hijo aprenda sus idiomas: “Creo que es bastante importante. Tiene la posibilidad de aprender dos lenguas más allá del inglés. Mi madre le habla en catalán y yo en castellano lo máximo que puedo”.
Un futuro en el Reino Unido
Después de casi una década en el Reino Unido, la joven reconoce que todavía hay cosas que echa de menos de Barcelona. “Poder andar. Coger un autobús y en diez minutos estar en la playa. Y el sol. No llueve tanto como dicen, pero sí que son muchos días de lluvia y muy grises. En invierno voy a trabajar que todavía es de noche y vuelvo que ya está oscuro”, enumera. A pesar de estas cosas, disfruta de su vida en el país. “Estamos en un pueblo y es muy tranquilo. Me encanta la cultura, la gente es mucho más abierta de lo que parece y tengo una seguridad en el trabajo que no sé si tendría en Barcelona. No es solo una cosa, es todo en general. La vida aquí es mucho más tranquila”, afirma.
No llueve tanto como dicen, pero sí que son muchos días de lluvia y muy grises”
Por todo esto, su futuro está ligado al Reino Unido. “La idea es quedarnos aquí. Mi novio es muy familiar. Es una de las cosas que más me gustan de él. Y su familia está aquí. Y, obviamente, yo me he mudado y me he acostumbrado a vivir aquí”, reflexiona. El trabajo también pesa mucho en esta decisión. “No creo que pudiera volver y trabajar de lo que me gusta. Además, si te soy sincera, ahora me sé mucho mejor las leyes y la educación de Inglaterra. Sería muy complicado volver”, concluye.
