Nina Kraviz ya fantaseaba con Eivissa de forma remota mucho antes de su arribo.

Se aproximan nubarrones oscuros. El periodo de fiestas en Eivissa está concluyendo. Poco antes de la clausura, durante octubre, un destello de luz aclara el firmamento insular. Nina Kraviz se estremece. La artista de Siberia (Irkutsk, 1982) figura como “prácticamente residente” en Amnesia: carteles de su sesión de cada mes decoran el camino al aeropuerto. 

La trayectoria de Kraviz se inició en Moscú, ciudad en la que ejercía la odontología en una clínica para excombatientes por las mañanas, al tiempo que realizaba sesiones en discotecas durante las madrugadas. Hacia el 2008 obtuvo una plaza fija en el local moscovita Propaganda y para el 2012, año en que publicó su disco debut, su fama mundial se encontraba en pleno crecimiento. Residiendo actualmente en Lisboa —donde tiene programada una lección virtual de portugués tras la entrevista— se ha habituado a un ritmo de existencia acelerado, dedicando extensas jornadas laborales a bordo de aviones.

La leyenda de esta figura del techno es inseparable de la isla. Durante sus estancias iniciales en Eivissa todavía cursaba Medicina, ni siquiera visitó una discoteca; únicamente absorbía la atmósfera. Rememora despertar después de una velada desordenada y terminar en un café. “Había hombres mayores fumando, tomando cerveza, cortados, y en segundos el sitio se llenó de gente que venía de Amnesia, completamente colocada. Una mezcla natural; ellos con su rutina matinal, la gente de fiesta bajando revoluciones. Ningún conflicto. Esa fue mi primera experiencia con Amnesia. Sin estar en el club, ya me sentía parte de ello”.

Actualmente distinguida por la discográfica que creó hace diez años (Trip), Kraviz no tiene freno. Aun con tal triunfo, su visión de Eivissa recuerda a su vivencia inicial: el festejo y la recuperación simultáneos. Arriba varias jornadas previo al evento de clausura para alojarse en una “casita en la naturaleza, improvisando con lo que sea”: abarcando desde cajas de ritmos hasta teclados, sintetizadores o micrófonos. El planeta aguarda su siguiente estreno. La isla funciona como su taller creativo.

¿Cómo ha cambiado su experiencia de Eivissa a lo largo de su carrera?

Experimenté Eivissa desde la distancia, imaginándola antes de mi llegada, para después descubrirla y vivirla sin necesidad de acceder a las discotecas, únicamente percibiendo el ambiente y la vibración del lugar. Posteriormente acudí como turista. Solía ir a Amnesia para disfrutar de Ricardo Villalobos en la zona de la terraza. Por ello comprendo la sensación de acudir a ese sitio como una aficionada más. Más adelante, tras consolidarme como dj internacional e iniciar mis actuaciones, actué en el evento Cocoon de Sven Väth en Eivissa. Resultó ser algo excepcional... Me encargaba en solitario de la pista central, realizando sets exclusivamente con vinilos. El recinto era magnífico, con una iluminación asombrosa y una acústica impecable. En aquel tiempo únicamente utilizaba platos y transportaba conmigo una maleta repleta de discos.

¿De qué manera ha cambiado su proceso creativo en estos años?

Rememoro el registro de mis temas iniciales de forma veloz, empleando herramientas básicas, recostada sobre el piso, durante la madrugada, entre sombras, visualizando ideas. He hallado trabajos de antaño, tal como una pieza que registré junto a Golden Boy hace 25 años, y resulta impactante oírme de nuevo. Me llevó a reflexionar que desconozco la esencia de la temporalidad. Me encuentro suspendida en ambientes, sin comprender del todo lo que sucede. En ocasiones considero que carece de lógica. No obstante, resulta preferible evitar el análisis. Disfruto más de la experimentación que de la reflexión.

¿Hay un segundo álbum en camino?

En este momento disfruto componiendo temas sin una meta fija. Comienzo proyectos y me divierto con ellos, sin preocuparme por su destino final. El acto creativo es mi motor principal. Resulta una sensación inusual y reciente. Previamente solía concluir mis obras; hoy percibo que tal vez basta con lo que hay y no me urge finalizarlas. Ocurre algo idéntico al elegir pistas para mi discográfica o mis sets en mi faceta de dj: requiero percibir un vínculo y entusiasmo. Debido a esto, mi estilo evoluciona constantemente. Si no conecto con la pieza, no la reproduzco, sin importar que sea un gran éxito.

¿Cómo traslada eso al estudio?

No acudo al estudio con un plan predeterminado. Mis pensamientos iniciales nunca coinciden con lo que termina pasando. Me mantengo nutrida creativamente para que, al surgir la oportunidad, sea capaz de capturarla. Sin embargo, no existe garantía de que ese instante se manifieste. En ocasiones llega y no te encuentra lista; es algo que he vivido. Pero ya no tengo lamentos: todo sucedió cuando debía suceder. He alcanzado el éxito como dj, aunque llevo muchísimos años dedicada a la producción.

¿Disfruta los directos?

Tras la salida de mi primer disco en 2012 comencé a dar conciertos, pero rápidamente noté que en aquel periodo no era lo indicado para mí. Estar en el escenario demanda una gran entrega. Hace poco estuve como invitada de Elodie en Italia, cantando sin autotune frente a 50.000 personas, y rememoré el esfuerzo que implica alcanzar la excelencia y la confianza necesaria. Unir dos canciones es sencillo. Lo complejo es transmitir un mensaje, asumir un compromiso y poseer profundidad artística. Lograr eso exige tiempo, sabiduría y vivencias.

¿Cómo descubriría la escena en Eivissa hoy en día?

Mi intención sería salir constantemente. Integraría cada una de las vivencias según vayan surgiendo. Buscaría de corazón sentir Eivissa con total plenitud, algo que para mí conlleva un vínculo estrecho con el medio ambiente. No me centraría exclusivamente en el clubbing, pues opino que todo guarda una relación entre sí.