Tomar, la villa portuguesa del tesoro templario nunca encontrado

Mundo insólito

Los viajeros que visitan la ciudad descubren que el tesoro está a la vista: es el convento de Cristo, su más destacada construcción

El puente viejo de Tomar sobre el río Nabao, conocido también como puente Dom Manuel, es uno de los símbolos de la ciudad

El puente viejo de Tomar sobre el río Nabao, conocido también como puente Dom Manuel, es uno de los símbolos de la ciudad

Getty Images

Los caballeros templarios fueron tan poderosos durante la edad media que eso les llevó a la perdición. Los reyes europeos les tuvieron miedo como orden guerrera que acumulaba riqueza e influencias, lo que acabó en su disolución y en la fundación de una nueva comunidad, la orden de Cristo.

Este episodio histórico –y prácticamente todos desde los romanos hasta las proezas exploratorias del siglo XVI– son visibles en las piedras de la ciudad portuguesa de Tomar, que fue fundada precisamente por la orden del Templo.

La legendaria fortuna nunca se encontró. Y eso que incluso el rey Felipe IV de Francia mandó atacar la villa en su busca

La postal de Tomar es de libro. En primer lugar, el río Nabao, a cuyas orillas se extiende un núcleo histórico perfectamente conservado. Como telón de fondo, el pinar conocido como Mata dos Sete Montes, que aporta una nota de naturaleza transitoria antes de que la vista tropiece con el castillo templario y el convento de Cristo coronando la colina.

Precisamente en la fortaleza y el cenobio se centran los intereses de quienes visitan Tomar, atraídos por la historia del gran tesoro que los templarios escondieron en él. Apuntan algunas versiones que lo habrían ocultado en la cripta, donde también seguirían con sus actividades tras la orden de disolución. Pero el caso es que la legendaria fortuna nunca se encontró. Y eso que incluso el rey Felipe IV de Francia mandó atacar la villa en su busca.

Iglesia templaria del convento de Cristo de Tomar

Iglesia templaria del convento de Cristo de Tomar

Rolf E. Staerk

Los viajeros que acuden hoy a Tomar enseguida se dan cuenta de que el tesoro no está enterrado sino a la vista: es el convento de Cristo, la más destacada construcción de la villa. Se trata de un edificio compacto y amurallado en el que no hay que ser muy perspicaz para advertir rápidamente que una parte del complejo tiene planta redonda. Son los muros que envuelven la girola, el elemento estrella del complejo.

La girola del convento fue construida como oratorio exclusivo para los caballeros templarios. Es de planta octogonal y está cubierta hasta el último milímetro por sensacionales pinturas y frescos que relatan escenas bíblicas. Algunos historiadores del arte interpretan que la girola es una clara reminiscencia de la arquitectura musulmana que los templarios pudieron admirar en sus largas correrías por Tierra Santa, una suerte de minarete.

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Hay más detalles que reclaman una mirada atenta al visitante: la puerta de entrada a la sala capitular, en reconocible estilo manuelino, es prácticamente un relato en piedra de la opción que los templarios tomaron tras su cambio de denominación: la orden de Cristo estuvo fuertemente involucrada en los grandes viajes exploratorios que los portugueses llevaron a cabo a partir de finales del siglo XV. De hecho, el propio Vasco de Gama (primer europeo en llegar a la India navegando) habría sido uno de los miembros de la hermandad, según algunas fuentes.

La citada puerta reproduce algunas naves amarradas y personajes claramente pertenecientes a razas no europeas, dos globos terráqueos y los inevitables escudo de Portugal y la cruz con la que intentaron evangelizar a los conquistados.

Charola del convento de Cristo, en la ciudad portugesa de Tomar

Charola del convento de Cristo, en la ciudad portuguesa de Tomar

Luis Pedro Duarte da Fonseca

El paseo por el casco antiguo de Tomar lleva a entrar en contacto con los restos de la importante comunidad judía que hubo en el lugar hasta que el rey Manuel de Portugal se plegó a las exigencias de Isabel de Castilla y mandó expurgar a sus creyentes. Queda en pie y en buen estado de conservación la sinagoga más antigua del país, hoy convertida en museo. Está en la calle Dr. Joaquim Jacinto.

Tomar está trufada de otros interesantes monumentos, como la rueda de cangilones de Mouchao que es símbolo de la ciudad, la iglesia gótica de Santa María del Olival o el Museo de los Fósforos, que a priori podría parecer insignificante pero que reúne una increíble colección de cajas de cerillas de todo el mundo que es capaz de mantener entretenido al más escéptico durante un par de horas.

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