A los habitantes de Béziers se les llama lous camelous (los camellos en francés). Este apodo, que puede sonar extraño siendo un pueblo del sur de Francia (donde este animal no ha habitado nunca), se remonta a hace casi 2.000 años. En el año 70, un mártir egipcio llamado Afrodisio llegó a la ciudad acompañado de un camello, convirtiéndose en el primer obispo de la ciudad. Decapitado posteriormente por los romanos, los gastos de manutención del animal corrieron a cargo del municipio al considerar a su dueño un santo. Y desde entonces hasta hoy, donde la figura del camélido aparece constantemente en las calles y vitrinas principales de la ciudad.
A la sombra del casco medieval de Carcasona, la imponente catedral de Narbona y la intensa vida cosmopolita y artística de Montpellier, Béziers se erige como un destino turístico de primer nivel, cultural y gastronómicamente hablando. Con apenas 80.000 habitantes, visitarla es un ejercicio mucho menos bullicioso que hacerlo en las ciudades vecinas mencionadas arriba, y la sensación de todavía estar en un “pueblo grande” lo hace mucho más acogedor.
La ciudad es rica en cuanto a patrimonio cultural
La que fue una de las ciudades más ricas del sur de Francia en la segunda mitad del siglo XIX gracias al auge de la agricultura (aquí no afecto la plaga de filoxera), vuelve a mostrarse al mundo exhibiendo un patrimonio que no debe quedarse en un lugar de paso.
A apenas dos horas y media en tren desde Barcelona (las líneas están gestionadas por TGV INOUI, que conectan la capital catalana con París) y menos de tres horas y media en coche, viajar hasta allí para pasar un fin de semana en cualquier época del año es fácil, cómodo y barato. La estación se sitúa muy cerca del centro, al que se accede caminando a través del Plateau des poètes (parque de los poetas), dónde se encuentran los más de veinte hoteles, hostales y pensiones a elegir para alojarse en esta escapada.
Catedral de Saint-Nazaire

Patio interior de la catedral de Saint-Nazaire
Los orígenes de Béziers datan de la época romana (convirtiéndola en una de las ciudades más antiguas de Francia), pero su obra arquitectónica por antonomasia que se vislumbra nada más llegar es la catedral de Saint-Nazaire. De estilo gótico y con unas vistas panorámicas de los alrededores inigualables, se encuentra en el punto más alto del núcleo urbano y es la parada final de las callejuelas y recovecos que forman la ciudad vieja.
Desde lo más alto se pueden contemplar las llanuras del río Orb (que atraviesa la ciudad y dibuja un escenario espectacular) y el Pont Vieux, de origen medieval. En el mismo complejo arquitectónico se encuentra el antiguo palacio de Justicia, y pegada a la fachada principal la antigua prisión, recientemente convertida en un hotel.
Perderse por el centro también es una delicia, ya que durante la ruta se van descubriendo murales de trampantojo que embellecen los edificios. En ellos podemos ver representados a personalidades ilustres de la historia de la ciudad como el escultor Jean-Antoine Injalbert o el ideador del canal du Midi, Pierre-Paul Riquet.
Las nueve esclusas de Fonseranes

Las nueve esclusas de Fonseranes son toda una obra de ingeniería
Unas vacaciones en barco por el canal du Midi es un sueño que cualquier amante de la vida tranquila, los paseos en bicicleta y la contemplación de infinitos paisajes verdes podría soñar. Pero no hace falta hacerlo exclusivamente en bote para contemplar la increíble obra de ingeniería que representan las nueve exclusas de Fonseranes.
A diez minutos en coche desde el centro o una hora caminando, justo al lado de las esclusas hay un museo dedicado a la creación de Pierre-Paul Riquet bajo el reinado de Luis XIV. Además, existe la posibilidad de ver una película que explica todo el proceso de construcción en un cine inmersivo para todas las edades y en más de cinco idiomas (entre ellos el español).
Mercado cubierto Les Halles de Béziers

El paseo de Paul Riquet en el centro de la ciudad
Tras abandonar el centro histórico, una de las paradas obligadas es el mercado de Les Halles de Béziers. Construido en 1891, ha sido renovado recientemente con un diseño totalmente nuevo, pero manteniendo la esencia de los mercados tradicionales franceses.
Cuenta con más de veinte paradas de comida (algunos platos típicos son la cassoulet, guiso de alubias con carne, o el tielle sétoise, pastel de pulpo y tomate) entre las que se encuentran bocadillos trufados de ternera, una infinita variedad de quesos franceses (no podía faltar) y una sección de repostería que pone la guinda final con chocolates, cremas y pasteles de todo tipo.
La mejor hora para acercarse es a mediodía (sobre las doce ya empiezan a servir) para poder recorrerlo con calma e ir pidiendo distintos platos en cada una de las paradas.
Gorge Fraiche
Además de comer, en Béziers también hacen gala de tener una de las cervecerías más auténticas de la zona. La Gorge Fraiche fue fundada hace diez años por un grupo de jóvenes de la ciudad, que quisieron apostar por la producción local de unas de las bebidas alcohólicas más populares del mundo: la cerveza.
Situada justo al lado de la estación de tren, producen hasta ocho variedades distintas, que sirven en una pequeña barra de bar situada a mano derecha nada más entrar en la fábrica. También existe la posibilidad de visitar las instalaciones de la mano de alguno de sus fundadores. Eso sí, es conveniente reservar con antelación para asegurarse un mínimo de una hora para disfrutar de la experiencia.
La guinda
Hotel La Prison
La antigua cárcel de Béziers es ahora, ni más ni menos, que un hotel de tres estrellas. Es la primera vez en Francia que un centro penitenciario se convierte en un hospedaje turístico, y el resultado no tiene nada de terrorífico. Habitaciones sobrias pero acogedoras, detalles carcelarios modernizados y unas vistas de la ciudad sobrecogedoras colocan el hotel La Prison como una de las mejores opciones para pasar un fin de semana. Además, los precios son más que aceptables, pudiendo pasar una noche en pareja por menos de 70 euros.