Gyeongju, la ciudad coreana construida entre tumbas reales

Mundo insólito

Una población que alberga un parque verde perfecto y repleto de túmulos de varios metros de altura

Una de las calles de Gyeongju, en Corea del Sur, con un montículo, al fondo, que alberga una tumba real

Una de las calles de Gyeongju, en Corea del Sur, con un montículo, al fondo, que alberga una tumba real

Getty Images/iStockphoto

Que una ciudad tenga un gran parque situado justo en el centro para oxigenar la urbe no es nada infrecuente. Gyeongju, en Corea del Sur, lo tiene. Lo absolutamente excepcional es que la ciudad haya sido construida en torno a él. Y que ese parque, en realidad, antes hubiera sido el cementerio real.

El viajero queda sorprendido en su llegada a Gyeongju. Cuando busca el meollo urbano se encuentra con una gran extensión verde sin verja de cierre, enormes parterres de césped que muestran unos abombamientos de varios metros de altura, de una redondez perfecta. Y nadie escalando por sus laderas, tumbándose en los costados o haciendo selfies en sus cimas, como hubiera sido habitual si se tratara estrictamente de una zona de ocio.

Lo que esas elevaciones del terreno ocultan son las tumbas de la dinastía Silla, que gobernó toda la parte occidental de la península de Corea durante el primer milenio de nuestra era. Los miembros de las familias reales eran enterrados utilizando túmulos. Es decir, no se cavaba bajo tierra para darles sepultura, sino que se construían unas ostentosas tumbas al nivel del suelo y luego se creaba una cúpula de madera que se recubría de tierra, sobre la que luego crecía la vegetación. En el parque central de Gyengju es un césped de una perfección británica.

En torno a los túmulos de los Silla se organiza el núcleo urbano de esa ciudad coreana de 280.000 habitantes. Es decir, que se trata de una urbe de tamaño medio –pequeño si se tiene en cuenta las grandes conurbaciones de Seúl y Busan– situada en la región de Gyeongsangbuk-do, en la mitad este de Corea del Sur, muy cerca del mar del Japón.

Interior de uno de los túmulos funerarios en cuyo centro se econtraba la tumba real

Interior de uno de los túmulos funerarios en cuyo centro se econtraba la tumba real

OSCAR ESPINOSA

Además del sorprendente efecto estético de las dos docenas de túmulos –de diferentes anchuras y alturas–, las tumbas reales convierten el parque de Noseo-Dong en un lugar realmente singular. Se ve a las familias pasear y solazarse en los caminos de grava, volando cometas, organizando pícnics o sencillamente leyendo. Pero nadie pisa ninguna de las colinas artificiales.

El mayor túmulo es el de Bonghwangdae, que tiene 22 metros de altura. Pero el que permite entender la estructura funeraria es el que alberga el museo local, al que se llega por un camino de tierra desde el lado este de Wolseong-gogwon. En una entrada practicada en la base se penetra hasta las entrañas de la construcción funeraria. Allí se pueden ver las estructuras de piedra que albergaban las tumbas y la cúpula de robustas vigas de madera que dan la forma redonda a la colina. En el centro, los féretros que habían contenido los cuerpos de los miembros de la dinastía Silla. En una vitrina vertical del museo se exhibe la deslumbrante corona y adornos complementarios de oro del siglo V.

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En la sala principal del museo se exponen otras joyas menores, así como armas y objetos de uso ceremonial. En los paneles informativos no se ahorran detalles del expolio patrimonial sufrido durante la ocupación japonesa de la primera mitad del siglo XX.

Vale la pena recorrer el parque con detenimiento. Está bañado por el estanque de Anapji y la preciosa torre de piedra Cheomseongdae, el observatorio astronómico más antiguo de Extremo Oriente, que se puso en marcha en el año 632. Todas las tardes se ilumina con focos de colores y lugareños y extraños acuden al crepúsculo para degustar golosinas mientras admiran el espectáculo.

El resto de Gyeongju no destaca por su valor arquitectónico. Pero solo por admirar los túmulos reales vale la pena el desplazamiento. Además, en las cercanías de la ciudad hay interesantes grutas budistas, pagodas y puentes medievales deliciosos.

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