El delicioso encanto marinero de Olhão, en el corazón del Algarve

Escapada

Existen lugares en el mundo donde la luz encuentra su propio espejo 

Una pequeña calle del casco antiguo viejo de  Olhão

Una pequeña calle del casco antiguo viejo de Olhão

armando oliveira

Desde el primer momento en que dejas atrás la autovía, el sol te guía sin quererlo hasta las primeras casas residenciales, más modernas. Dan paso a un casco antiguo en forma de callejuelas blancas, puertas azules y fachadas cochambrosas que conforman un laberinto inundado por esa luz tan ensoñadora. 

En una plaza, tres niños juegan con un balón, y en una callejuela decorada con banderines de colores, una mujer mira la vida pasar desde una hamaca, tan a la fresca portuguesa. Considerado como uno de los pueblos menos conocidos del Algarve, Olhão evoca un refugio único a tan solo 40 minutos en coche de la frontera española -Ayamonte- y 10 kilómetros de Faro.

Érase una vez en Algarve

Iglesia de Nossa Senhora do Rosário, en el centro de Olhão

Iglesia de Nossa Senhora do Rosário, en el centro de Olhão

M.Torres

Los pasteles de Belem te observan desde la vitrina y no puedes resistirte de camino a la iglesia matriz de Nossa Senhora do Rosário, la más importante de la ciudad y construida en el siglo XVIII. Es un icono barroco de fachada blanca cuya torre del campanario ofrece fascinantes vistas de la ría Formosa que lame parte de la costa algarvia.

A su vez, el templo religioso supone el mejor punto de partida para perdernos por otros de sus encantos, como la segunda iglesia de Olhão, la capilla de Nossa Senhora da Soledade, cuyas entrañas resuenan en forma de velas y azulejos azules. O el mercado de Olhão, punto de encuentro que pasó de ser un simple puestecito con techado a una vibrante construcción de color rojizo hoy decorada con obras pintadas por el artista António Costa Pinheiro en forma de escenas sencillas de la vida local.

Pescados, frutas, embutidos y dulces coexisten entre pasillos que también comparten protagonismo con el mercado de productores. Tiene lugar los sábados por la mañana, el mejor momento para perderse por la despensa de Olhão antes de finalizar con una cerveza fría en uno de lo bares anexos. Solo entonces, la brisa te incita a seguir hacia su barrio de pescadores.

Levante es de esos lugares sin artificios: aquí no hay spots de fotos para Instagram ni fachadas con ínfulas de photocall. Tan solo el placer de perderse entre callejuelas de casas de pescadores en forma de cuba con azoteas que apuntan a la ría y evocan el encanto de cuadros como Horta de Ebro de Picasso, motivo por el que a principios del siglo XX Olhão comenzó a ser conocida como 'vila cubista'. 

Mercadillo de productores de Olhão, junto al mercado local

Mercadillo de productores de Olhão, junto al mercado local

Photographer: David Molina Grande

Una señora te mira desde la silla a rayas, tú le preguntas por una calle de puertas azules que viste en las fotos. La ropa tendida se camufla en un tendero bajo la buganvilla y los azules parecen narrar historias de colores decadentes, entre fachadas derruidas y un aroma a salitre que vuelve naranjas los aires acondicionados antes de conducirte hacia el mar.

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Una callejuela de casas blancas adornada con banderines de colores en el centro de Olhão 

Alberto Piernas

Una vez contemplas el Atlántico espiando entre las calles, puedes dejarte llevar por la Rota das Lendas -ruta de las Leyendas-, la cual envuelve los cocederos de mariscos de la mítica avenido 5 de Outubro a partir de la estatua gigante de Arrául. Según el relato, este guerrero fue uno de los guardianes de las columnas de Hércules, superviviente de la Atlántida al camuflarse en una ballena que le devolvió al lugar donde nació Olhão.

Leyendas que enlazan con la escultura del Largo de Carolas, en forma de niño llorón que antaño asustaba a los habitantes del barrio de Levante; la escultura de los niños jugando en la calle, relacionada con el encantamiento de un visitante del norte de África, o la estatua de Floripes, uno de los mitos del Algarve en forma de mujer vestida de blanco que solía manifestarse en las escenas nocturnas.

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Itinerarios narrativos que siempre abrazan el puerto de Olhão, con sus barquitas desperdigadas en el barro mientras la réplica del barco del Buen Suceso, el mismo que partió a Brasil, apunta a las islas de la ría Formosa.

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Escultura de los niños jugando en la calle en Olhão 

Alberto Piernas

A lo lejos, un niño ha marcado un gol y antiguas historias parecen susurrar a través de las grietas de las fachadas. Para el atardecer, las barcas ya no saben si continúan en la ría o el cielo, y el horizonte atrae a las casas cubistas, las sábanas tendidas y las postales atemporales.

Ese momento en el que los blancos y azules de Olhão se entregan a una luz eterna.

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