El barrio West de Zurich: de distrito industrial a 'hub' de la escena alternativa
'City Break'
Lo que hace apenas una década fuera una insulsa zona de fábricas y almacenes abandonados hoy es un foco de creatividad que alberga restaurantes de moda, galerías de arte, boutiques de diseño y espacios culturales

La torre Freitag se define como un rascacielos bonsái
Hay un lugar en Zurich donde la cultura alternativa, rompedora, incluso desaliñada, subyace bajo la pátina clásica de los edificios históricos. Un rincón donde la creatividad impera como una sed de futuro que se abre entre la estética medieval y la prosperidad financiera. Lo llaman Distrito 5 (Kreis 5) y es el barrio del oeste de la ciudad, que ha transformado su pasado industrial a golpe de audacia urbanita.
Encajado entre el río Limmat y el trazado del ferrocarril, Zurich-West fue, a principios del siglo XIX, un potente foco manufacturero en el que prosperaron las fábricas dedicadas a la automoción, el textil y las fundiciones de barcos. Grandes empresas, con sus amplias instalaciones, se establecieron en este barrio que, así como alcanzó su mayor esplendor, vio languidecer su actividad con los nuevos rumbos tecnológicos y el consecuente cierre de plantas. Entonces quedó sumido en el abandono y la degradación.

Pero ocurrió que, de pronto, soplaron los vientos de la modernidad. Y Zurich quiso ser un poco Berlín, pionera en ese renacer de manifestaciones de arte en espacios antes enmohecidos. La metamorfosis estaba cantada: hace apenas una década, este adormilado occidente renació como un reducto vanguardista para insuflar aires de desenfado a una ciudad demasiado estigmatizada por la seriedad de sus bancos y la puntualidad de sus relojes.
Una ciudad dentro de la ciudad
Hoy el Kreis 5 es la efigie de la efervescencia urbana en un barrio adscrito al catecismo de lo hipster, pero sin perder de vista el gusto por la tradición. Aquí cabe lo vegano, lo ecológico y lo reciclable, pero también lo cool, lo esnob y lo extravagante. En las naves donde antaño se construían embarcaciones o se ponían a punto los motores, hay actualmente una oferta de ocio para todos los gustos y colores.
Esta reconversión ha sido obviamente progresiva. Pero tuvo un claro disparador: la transformación del viaducto sobre el que pasa el tren, levantado en el año 1.894 con 36 arcos de robusto ladrillo. En cada uno de ellos se fueron instalando negocios hasta conformar una pintoresca milla comercial que culmina en el Markthalle, el mercado cubierto de alimentación y flores, ideal para quienes buscan caprichos gourmet. Por encima, aferrado al encanto nostálgico, sigue circulando el ferrocarril, al lado de una calzada a la que ahora los zuriqueses vienen a hacer deporte.
Tras este germen de tiendas, restaurantes y cafeterías, poco a poco, se fueron erigiendo viviendas, zonas residenciales y complejos de oficinas. Y con ello nacieron escuelas, guarderías, zonas verdes y parques infantiles. Y así se dibujó un barrio en constante movimiento. Una ciudad dentro de la ciudad, en la que hay opciones para el trabajo, el ocio y el hogar. Y en la que el desfile de los ejecutivos no desentona con la atmósfera underground.

Clubs, tiendas y huertos urbanos
Es fácil que la vista se tope con Zurich-West gracias a la Prime Tower, que con sus 105 metros de tonos verdes y azulados despunta sobre la ciudad (es, de hecho, la segunda más alta de Suiza) como un diamante reluciente. En su piso 35º, el restaurante Clouds ofrece una vista fantástica a este entramado urbano atravesado por un lago y custodiado por las montañas.
A sus pies se extiende el Frau Gerolds Garten, con un huerto urbano que fomenta el cultivo local y que utiliza sus productos para un restaurante en el que se puede comer al aire libre, rodeados de un hermoso jardín. A su lado se alza otro de los grandes hitos del barrio: la torre Freitag, que no es sino una pila de contenedores sobrepuestos a la que se define como un rascacielos bonsái.
Esta original construcción guarda una historia detrás, muy acorde con la esencia del lugar. Y es que Freitag es la marca que, casi por casualidad, alumbraron dos hermanos suizos al emplear la lona de un camión para crear un bolso de mensajero que fuera impermeable a la lluvia.
Hoy esta firma, la primera en fabricar complementos con material reciclado (también lo hace con cámaras de bicicletas y cinturones de coche). Se vende por todo el mundo, convertida como está en un objeto de culto.

Y es que todo en este distrito resulta sorprendente. Como Puls 5, donde venir a disfrutar de exposiciones de arte o degustaciones de vino en algo así como una plaza de pueblo que aún conserva el esqueleto de la fundición original en la que se asienta. O como Schiffbau, que en su día fue un astillero y hoy es un club de jazz con un teatro y un restaurante. O como Mäx, que es una discoteca en la que el dj se sitúa sobre una grúa. Muestras que ponen de manifiesto el ingenio de esta ciudad que ha reinventado un barrio olvidado.

