Las reservas de la biosfera se despliegan a lo largo de la cordillera Cantábrica como una espina dorsal que conecta la frontera gallega con las lindes asturianas. Estas reservas armonizan la conservación de los recursos naturales con el bienestar de sus escasos y dispersos habitantes, que desde hace siglos las miman y las protegen.
De oeste a este, León ofrece valles mágicos y montañas encantadas, aldeas y pueblos salpicados de bosques y glaciares, un auténtico paraíso con alma. Es un gran vergel para los amantes de la naturaleza y una tierra privilegia por su generoso ecosistema que su mayor parte ha resisitido a pesar de los incendios sufridos en verano.
Cada reserva de la biosfera tiene una personalidad propia y un paisaje singular
León es un lugar arcaico, con gentes acogedoras donde, aunque cada reserva de la biosfera tiene una personalidad propia y un paisaje singular, posee el denominador común de la valentía de sus habitantes y de la fuerza de su naturaleza. Son grandes desconocidas cuyas dificultades de acceso las han mantenido en estado puro. Hoy, lo que antaño fue una desventaja, ha convertido a la comarca en un paraíso que sorprende a cada paso.
Las aldeas de cuento en Ancares, refugio de lobos y osos
En la reserva de la biosfera de Ancares el tiempo retrocede hasta la época prerromana. Ubicada en la punta oeste de la cordillera Cantábrica, tiene casi 57.000 hectáreas en las que viven algo más de seis mil vecinos. Es una tierra enigmática de arraigadas tradiciones que han perdurado hasta nuestros días. Costumbres y antiguas tradiciones como los magostos otoñales, la molienda, o la fabricación artesana de pan son actividades cotidianas para sus habitantes.
Una palloza, construcción tradicional de Pereda de Ancares
El alma de Ancares se filtra a través de su paisaje de montaña, en sus frondosos valles de castaños centenarios y en sus bosques de robles, acebos y madroños. Es refugio de lobos y osos, que, junto a ciervos, cabras montesas, rebecos, águilas y buitres, forman una generosa reserva faunística
La gran mayoría de pueblos y aldeas se asientan cerca de antiguos castros, y sus casas de piedra y pizarra soportan la dureza del invierno que antaño los dejaba aislados por las enormes nevadas. Y estas construcciones, concebidas para el trabajo agrícola y ganadero, tienen su origen en las pallozas.
Para verlas, es imprescindible Pereda de Ancares, donde en cada rincón se palpa la arquitectura tradicional y donde se pueden visitar las singulares construcciones. Y, en Ancares, las pequeñas iglesias, los molinos y las herrerías que se dispersan por todo el valle son una delicia.
Laciana, el valle de la libertad
La reserva de la biosfera Valle de Laciana está formada por zonas de alta montaña salpicadas de robledales, hayedos y castaños, que combinan a la perfección con praderas y pastizales. Esta antigua zona minera, una de las más desconocidas de la comarca, está dominada por cuarcitas y pizarras del período precámbrico, aunque su verdadera relevancia se la ha dado las vetas de carbón del periodo carbonífero, que supusieron la base económica de la comarca durante el siglo XX.
Una imagen de 1983 de un tren carbonero en Robles de Laciana
Este valle, llamado Valle de la Libertad, es de vital importancia para el oso pardo y el urogallo. En Laciana no hay que perderse la piedra megalítica de Carrasconte, utilizada por Alfonso X El Sabio para delimitar la comarca, ni el aula geológica de Robles de Laciana, creada por exmineros amantes de la geología. Su experiencia les animó a fundar esta interesante aula en las antiguas escuelas de la villa, donde ofrecen un recorrido por los fósiles que ellos mismo han encontrado en las escombreras.
Tras quedarte en Babia, de camino al valle de Omaña y Luna
En el medievo, los reyes leoneses se escapaban a Babia en busca de caza y diversión. Cuando en aquellas ausencias alguien requería la atención del monarca, los cortesanos respondían, “Al rey no se le puede molestar. El rey está en Babia”. Y es que este seductor valle de Babia, rodeado de altas cumbres donde reina el macizo de Peña Urbina, y cuajado de espaciosas praderas regadas por el Sil y el Luna, embelesa. De esta comarca leonesa fascina su diversidad de ecosistemas, sus gentes y su armonía.
Babia es tierra trashumante, espacio de glaciares, de tradiciones y, en el medievo, fue la hacienda favorita de los reyes leoneses que aquí se ensimismaban largas temporadas. Cerca de las tranquilas aguas del embalse de Barrios de Luna y su espectacular puente de Antonio Fernández, se ubica Villafeliz, la primera localidad de esta reserva de la biosfera, que tuvo gran importancia durante la vigencia del Concejo de la Mesta porque hasta aquí trasladaban a los rebaños de ovejas en verano. Su magnífica ubicación propiciaba que la hierba se conservase fresca y verde durante la estación más calurosa, y así alimentaban a las enormes cabañas de animales, tanto locales, como las que subían desde Extremadura.
En Villafeliz abunda la pesca y posee un cotizado coto de captura truchera. Aquí hay que detenerse en sus pozos de nieve y de agua, tan importantes en su momento para la supervivencia de sus habitantes. Más adelante esta San Emiliano, la capital de Babia, donde la combinación de sus elegantes casonas, de sus tejados cuajados de cigüeñas, de su iglesia parroquial y de su fondo serrano le confiere un extraordinario atractivo. Las noches de San Emiliano son mágicas por su cielo cristalino, que convierte la villa en el espacio ideal para la observación y la interpretación de las estrellas. En este valle de ensueño está la sede de la Asociación Nacional de Ganado Equino Hispano-Bretón, el cruce de yeguas españolas con sementales de tiro franceses.
En la edad media, los reyes leoneses pasaban largas temporadas en Babia
Más adelante está Villasecino donde se refleja la arquitectura babiana de casas de piedra y techumbres de losa, las más apropiadas para combatir las nevadas. Resulta curioso que el pueblo esté atravesado por un ramal del río Luna, antiguamente usado como lavadero de ropa, y aprovechado para el riego de huertas. En sus ricas praderas de hierba fresca se cría una importante cabaña caballar y, de hecho, la tradición sitúa aquí el lugar de origen del legendario Babieca, la montura del Cid Campeador.
Otro paso obligado es Riolago, el pueblo más monumental de toda la reserva de Babia, que antiguamente se llamaba Río del Lago, porque su río nace en una laguna de origen glaciar. Con menos de cincuenta vecinos, es uno de los conjuntos mejor conservados por su arquitectura nobiliaria y rural, sus casas de piedra, sus iglesias, y sus fuentes.
Riolago, antiguamente Río del Lago, es el pueblo más monumental de toda la reserva de Babia
El palacio medieval de la poderosa familia de los Quiñones, que hoy es la sede del Centro de Interpretación del parque natural de Babia, es uno de los edificios más bellos de toda la reserva. En él se alojaban los reyes leoneses durante sus estancias para cazar y descansar. El edificio es del siglo XV y tiene una preciosa torre, una capilla, una gran caballeriza y un jardín de ensueño, todo rodeado por una muralla cuajada de escudos familiares.
Alto Bernesga, en el interior de la montaña
La reserva de la biosfera del Alto Bernesga está dentro de la Montaña Central Leonesa, y es una zona a caballo entre ambiente mediterráneo y atlántico, con pastizales de alta montaña, robledales, hayedos, y bosques ribereños. Aquí coexisten más de 500 especies de flora que generan una interesante producción apicultora. Los prados de Alto Bernesga son de una calidad insuperable por lo que estos pastizales son utilizados para la trashumancia ovina, y suponen el mejor hábitat para los caballos que aquí pasan todo el invierno.
Puente de Alba, al norte de La Robla
Sobre sus rocosos macizos sobrevuelan el águila real, el halcón peregrino y el alimoche, y entre los bosques de hayedos se ocultan el rebeco y el lobo ibérico. No es de extrañar que en este idílico hábitat se encuentren los mejores secaderos de cecina y varias fábricas de embutido de las que sale el mejor producto a todos los rincones del globo. Y hay que detenerse a disfrutar de la impresionante Collada de la Vid, una de las mayores cuencas de trilobites donde acuden geólogos y paleontólogos de todo el mundo.
Reserva Los Argüellos, hacia el interior de Valporquero
Atravesando pueblos mineros y ganaderos, se llega a la reserva de la biosfera de los Argüellos, de gran valor por su flora y por se el corredor de conexión del oso pardo. Pero también es muy importante por sus peculiares formaciones geológicas, que componen un interesante entramado de sorprendentes cuevas.
En la cueva de Valporquero se acaba de descubrir una nueva galería subterránea, a unos 20 metros de la superficie, que ha sorprendido a la comunidad espeleológica.
En los Argüellos no hay que dejar de visitar el pueblo de Coladilla que, con unos 50 habitantes, acoge la quesería donde dicen que se elabora el mejor yogur del mundo y los más afamados quesos naturales. Así que es imprescindible una visita a la quesería, y cómo no, a su iglesia románica del siglo XII con grabados de conchas jacobeas en la puerta que, al parecer, marcaban una ruta del camino de Santiago.
Cerca encontramos Vegacervera, todo un paraíso para los amantes del turismo activo por su bravo río Torío y por las zonas de escalada y espeleología. Está rodeado por las impresionantes Hoces de Vegacervera, que son el olimpo para los escaladores. Y ascendiendo por las curvas de las hoces de Vegacervera, se llega a las misteriosas cuevas de Valporquero, de más de un millón y medio de años. Esta espectacular gruta está dispuesta en dos niveles principales de galerías. El nivel superior, de más de un kilómetro, llega hasta la sala de las Maravillas. El inferior, el Curso de Aguas, es para espeleólogos más experimentados porque atraviesa la montaña por su interior hasta salir a las hoces de Vegacervera.
Al pie de la cordillera y el gran pantano: reserva de la biosfera Picos de Europa
Desde el mirador del puerto de Panderruedas, las vistas sobre el macizo Central de Picos de Europa son grandiosas
Esta reserva, ubicada en las montañas más elevadas de toda la comarca, está considerada como una de las mejores a nivel mundial por sus ecosistemas ligados al bosque atlántico. Aquí se encuentra el valle de Valdeón, una hondonada cercada por la cordillera, por lo que no es de extrañar que fuera refugio de los cántabros en su lucha contra Roma.
La reserva de la biosfera Picos de Europa es tierra de montañeses, de hayedos, de travesías y ascensiones y de costumbres ancestrales. Aquí, el puerto de Panderruedas es espectacular y, desde su mirador, las vistas sobre el macizo Central de Picos de Europa son grandiosas. Sensacionales también son la panorámica que ofrece del valle de Valdeón y de parte del macizo Occidental de Picos de Europa. Desde aquí parten varías vías para realizar excursiones de incomparable belleza.
La recomendación
Es imprescindible hacer acopio de la excelente cecina y todos sus productos derivados, auténticas delicatessen. Y por supuesto, resulta ineludible la observación de estrellas de la mano de la Asociación Leonesa de Astronomía, que organiza sesiones personalizadas.
Dónde dormir
Valle de Ancares (Pereda de Ancares). Casa rural de piedra y madera restaurada en plena naturaleza.
Rincón del Cuco (Tejedo de Ancares). Edificación típica con más de 300 años. Habitaciones con vistas.
Hotel rural Valle San Emiliano (San Emiliano). Acogedor y en un entorno de ensueño.
La Fábrica de Cabornera (Cabornera). Rodeada de arroyos y bosques, la antigua central hidroeléctrica Covadonga conserva el mismo aspecto que hace cien años.
Qué y dónde comer
Embutidos, carnes, legumbres, quesos y hortalizas componen los ingredientes de la gastronomía local. La gran estrella es la cecina, suave y poco salada, y con ahumado artesanal y la calidad de sus quesos es extraordinaria. Destaca el de pasta azul Queso de Valdeón con Indicación Geográfica Protegida y con innumerables premios nacionales e internacionales. La miel es otra de sus exquisiteces.
Rincón del Cuco (Tejedo de Ancares). Gastronomía de montaña, con un insuperable botillo y deliciosas truchas del río.
Entrepeñas (Geras de Gordón). Restaurante y fábrica de embutidos en el que probar la cecina de León reserva, la cecina de chivo, el chorizo de León o el botillo.
El desván de Valdeón (Posada de Valdeón). Gastronomía de vanguardia km 0. A destacar el chuletón, el cabrito confitado y las croquetas de queso.


