Munich: un Oktoberfest con arquitectura, arte y un hotel de diseño

'City break'

Música en vivo en el Wirtshaus de Munich

La fiesta de la cerveza más famosa del mundo es solo la puerta de entrada a una ciudad llena de arte, historia y contrastes

El 12 de octubre de 1810, con motivo de la boda entre el príncipe heredero bávaro Luis y la princesa Teresa de Sajonia-Hildburghausen, los ciudadanos de Munich fueron invitados a celebrar el acontecimiento en un prado a las afueras de la ciudad, la Theresienwiese (Prado de Teresa). El éxito de aquel evento llevó a repetirlo en los años siguientes, hasta convertirse en una fiesta popular que, del 20 de septiembre al 5 de octubre, celebrará su 190ª edición: la Oktoberfest.

Tras el reinado de Luis I, que convirtió a Munich en la gran y elegante ciudad que ha llegado hasta nuestros días, llegaron los tiempos de su nieto, Luis II de Wittelsbach, rey de Baviera desde 1864 hasta 1886, año en que murió ahogado en circunstancias misteriosas, igual que toda su vida: “Quiero seguir siendo un eterno enigma, para mí y para los demás”, dijo. El excéntrico ‘Rey Luna’ reaccionó a la frustración de perder el gobierno de la Alemania reunificada construyendo un mundo de fantasía. Mandó construir carruajes tallados y castillos de cuento, como el disneyano y wagneriano Neuschwanstein, cuando en otros lugares ya se alzaban los primeros rascacielos.

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Esta tensión entre sueño y realidad caracteriza también a Munich, la “segunda capital” de Alemania, la Weltstadt mit Herz (metrópoli con corazón) o, según una acertada definición, la ciudad más septentrional de Italia. Un lugar donde colosos industriales como BMW, Siemens y Allianz conviven con el alma rural exhibida en la Oktoberfest y una tradición artística que durante siglos ha hecho de la ciudad el faro cultural del país.

La prestigiosa Academia de Bellas Artes, fundada en 1807 por el hijo de Luis, Maximiliano I, ha formado artistas como Giorgio De Chirico, Wassily Kandinsky, Paul Klee o Edvard Munch. En efecto, antes de que, en 1989, se levantara el tapón ideológico que oprimía Berlín, Munich era la ciudad más progresista, creativa y vibrante de Alemania, en aparente contraste con su naturaleza profundamente católica y conservadora, una ambivalencia que aún la define hoy en día.

Salón de Piedra del palacio de Nymphenburg

Salón de Piedra del palacio de Nymphenburg

Christiana Beck

Milagrosamente conservada o meticulosamente reconstruida después de los tres millones de bombas que destruyeron casi el 80% de sus edificios, la capital bávara sorprende con iglesias barrocas y rococó como San Juan Nepomuceno (Asamkirche), y suntuosos palacios como la renacentista Residenz o el castillo de Nymphenburg, habitado aún por el nonagenario jefe de la familia de Wittelsbach, la dinastía que gobernó Baviera durante ocho siglos. Explosiones inesperadas de luces y texturas iluminan una metrópoli moderna, salpicada de grúas, racionalista y minimalista, donde dominan el trampantojo y el historicismo.

Al genio visionario de Luis I Munich le debe también el despliegue neoclásico del Kunstareal, en el barrio de Maxvorstadt, concebido como un verdadero templo de las artes y convertido hoy en uno de los grandes epicentros culturales de Europa. “Quiero hacer de Munich una ciudad tan representativa de Alemania que, quien no la visite, no pueda decir que ha visto el país entero”, proclamaba ese monarca iluminado que, en 1848, perdió la cabeza -y el reino- aturdido por la belleza descarada de la bailarina irlandesa Eliza Gilbert, más conocida como Lola Montez.

Pinakothek der Moderne,uno de los 18 museos del Kunstareal

Pinakothek der Moderne, uno de los 18 museos del Kunstareal

Christian Kasper / München Tourismus

El Kunstareal alberga 18 museos, entre ellos la Alte Pinakothek, con obras de Rafael, Leonardo, El Greco y Rembrandt, la Neue Pinakothek (actualmente en renovación) y la Pinakothek der Moderne, que recoge una exposición de las artes del siglo XX y XXI, de Picasso a Le Corbusier. Cerca, la Glyptothek recoge una extraordinaria colección de estatuas clásicas, cuya estrella es el original helenístico Fauno Barberini.

En Munich el arte no fluye solo en los grandiosos palacios y en las colecciones centenarias, la musealización es omnipresente e incluye todas las épocas y temáticas. En el barrio bohemio de Schwabing, a principios del siglo XX, nació el movimiento del Jinete Azul, celebrado en el museo Lenbachhaus. Esa belle époque alemana fue interrumpida bruscamente por el ascenso del nacionalsocialismo, que aquí encontró su cuña en la célebre cervecería Hofbräuhaus, pero también la resistencia más valiente. Hoy Schwabing sigue dando cobijo a cafés literarios, librerías independientes y galerías de arte; artistas como Freddie Mercury o Romy Schneider lo eligieron como residencia, atraídos por sus coloridas fachadas y su espíritu libre y cosmopolita.

En el centro resiste el Viktualienmarkt, un mercado histórico al aire libre donde los muniqueses compran productos frescos locales

En el corazón de Munich también late el Viktualienmarkt, un mercado histórico al aire libre que desafía la boquerización (acuñación del enciclopédico guía de la oficina de turismo de Munich, el alcoyano Jordi Orts), donde los muniqueses compran productos frescos y locales. Un lugar en el que se respira, tan nítido y fresco como el aire que desciende de los Alpes, el deseo de mantenerse al paso de los tiempos sin vender faustianamente el alma al diablo del street food.

Del mismo modo, esta ciudad del automóvil es también una metrópoli verde, muy vinculada a sus grandes parques, desde el moderno Olympiapark hasta el infinito Englischer Garten, en el que incluso es posible hacer surf en el río Isar y donde, cuando las temperaturas lo permiten, florecen los pícnics.

Westpark, uno de los parques de Munich menos conocidos por los foráneos

Westpark, uno de los parques de Munich menos conocidos por los foráneos

Tommy Loesch / München Tourismus

En Munich, el arte callejero dialoga con la arquitectura clásica, y el contraste entre sus dos almas sigue siendo su mayor riqueza: la “ciudad de los monjes” contiene multitudes y el nuevo hotel Koenigshof es un paradigma perfecto de ello.

Inaugurado como Hotel Bellevue en 1866, se convirtió en Hotel Der Königshof durante la Primera Guerra Mundial. Destruido por los bombardeos de 1944, fue reconstruido y, en 1972, reabrió con un estilo brutalista y un restaurante gourmet que ganó la primera estrella Michelin de la ciudad. Demolido en 2019, renació en 2024 por mano del estudio español Nieto Sobejano Arquitectos y Landau + Kindelbacher. Hoy el Koenigshof forma parte de la Luxury Collection de Marriott International.

Exterior del hotel Koenigshof de Munich

Exterior del hotel Koenigshof, en la histórica Karlsplatz de Munich

Marriott Luxury Collection Hotel

La tercera vida del hotel encarna la transformación constante de la ciudad desde su privilegiada ubicación en la histórica Karlsplatz, conocida como Stachus -donde desembarcaba Alfredo Landa en Vente a Alemania, Pepe (1971)- encajada entre la Karlstor, la puerta medieval que da acceso al centro histórico peatonal, y el barrio de la estación, el epicentro de un plan de transformación urbanistico radical, cuya finalización está prevista para 2036.

Al frente de este nuevo inicio está Christian Abate, joven director italiano, embajador de una renovada visión de la hotelería, hecha de empatía, internacionalidad y menores formalismos. De hecho, el Koenigshof combina los más altos estándares de la cadena con un trato cercano, reflejado por un diseño luminoso y moderno: 106 habitaciones, 41 suites, un spa privado bajo reserva y un atrio abierto de 25 metros de altura, que inunda los espacios de luz y ofrece una magnífica conexión entre el interior y el exterior.

Un oasis de tranquilidad en pleno centro, muy apreciado también por los muniqueses, donde el champán bar The Gold y la Green Lounge para la ceremonia epicúrea del té conviven con un rooftop de aires amazónicos y un restaurante de cocina latinoamericana. Entre sus experiencias singulares destaca el Weißwurstfrühstück, el clásico desayuno bávaro de salchichas blancas, mostaza dulce, bretzel y cerveza, servido en las propias cocinas. Porque, por mucho que seduzcan los sabores exóticos, la identidad local nunca se abandona, y menos aún en tiempos de Oktoberfest.

El nuevo Koenigshof es también un nuevo museo de la ciudad de los museos, al albergar obras originales de artistas como Joseph Beuys, Christo y Jeanne-Claude y David John Flynn. Desde sus ventanales el cielo sobre Munich revela un horizonte que desde el Palacio de Justicia abraza las torres de la Frauenkirche, pasa por la monumental Ludwigstraße y llega hasta Marienplatz, el salón ciudadano, devolviendo el latido de una capital de 1,6 millones de habitantes con el orgullo de un pueblo.

Desde el atrio del Koenigshof puede verse la Frauenkirche

Desde el atrio del Koenigshof puede verse la Frauenkirche

Christiana Beck

La ciudad que Luis I soñaba convertir en la Atenas del Isar y su nieto en la capital de un reino de fantasía sigue expresando su identidad única en un mágico equilibrio entre discreción y vitalidad, ruptura y conservación. Después de todo, como reza el lema de su segundo equipo de fútbol, el Bayern de Munich: “Nosotros somos nosotros”.

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