La Trinitat, un extraño castillo que domina el norte de la Costa Brava

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El fuerte de Roses, testigo de 250 años de historia, hoy es un museo mirador excelente para una visita familiar

Castillo de la Trinitat, frente al Mediterráneo

El castillo de la Trinitat, frente al Mediterráneo, domina la bahía de Roses

Ajuntament de Roses

Es posible que los visitantes de Roses, en la Costa Brava pasen por alto esa mole gris pegada sobre la Punta de la Poncella. Cierto que su aspecto no es especialmente llamativo: una mezcla de paredes de piedra medio derruidas y grandes muros de hormigón. Sin embargo... esa construcción es un testigo de 250 años de historia –entre mediados del siglo XVI e inicios del siglo XIX– reconvertido hoy en museo. Además, ofrece unas vistas excelentes sobre el golfo de Roses. Por todo ello el castillo de la Trinitat constituye una atractiva opción para el ocio familiar.

Situado a menos de diez minutos en coche desde el centro de la ciudad –en la calle Antoni Canals, 105–, dispone de dos parkings: uno a sus pies y otro en su parte alta.

Desde lo alto del castillo de la Trinitat las vistas son espectaculares

Desde lo alto del castillo de la Trinitat las vistas son espectaculares

Marc Torra i Ferrer

El aspecto extraño de la fortaleza es un resumen de su pasado. Su forma de estrella irregular proporcionaba buenos ángulos de tiro al entorno del puerto de Roses, con funciones tanto ofensivas como defensivas. Ese era su propósito original. Y la actual combinación de materiales y estilos arquitectónicos se debe a su final: sus últimos defensores hicieron volar la construcción durante un asedio francés, en 1808; luego se reconstruyó dos siglos después.

El museo del castillo de la Trinitat consta de una serie de grandes contenedores con vídeos breves, disponibles en varios idiomas, que cuentan aspectos clave de su historia: su diseño, su vida cotidiana, la importancia de las armas de fuego, etc. Se complementan con varias escenografías y proyecciones que ayudan a imaginar cómo era el fuerte en su tiempo. La experiencia se puede enriquecer con una visita guiada.

Las escenografías ayudan a imaginar cómo fue la vida en el fuerte

Las escenografías ayudan a imaginar cómo fue la vida en el fuerte

V.V.

250 años en 500 palabras

El fuerte se levantó entre 1544 y 1551 en una zona donde antiguamente existía una capilla dedicada a la Santísima Trinidad, de ahí su nombre. Fue Carlos I quien encargó al duque de Alba fortificar la bahía de Roses, en un contexto de guerras constantes con Francia. La ubicación del castillo, en medio de un promontorio, permitía dominar cómodamente el mar con sus culebrinas (un tipo de cañón alargado).

Para sacar el máximo provecho de ello, el ingeniero militar Luis Pizaño optó por un diseño a base de estructuras triangulares. El resultado fue una especie de estrella mironiana de cinco puntas. Se trata de uno de los primeros ejemplos de fortaleza moderna de artillería costera. 

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Los visitantes descubrirán un camino de acceso en zigzag que pretendía dificultar la entrada a los invasores. Y también podrán ver dónde encajaba el puente levadizo en la puerta de acceso al reducto.

El castillo constaba de tres plantas de diferente tamaño. En la superior, la más pequeña, se encontraban la capilla y una plataforma de artillería. La planta principal, más espaciosa, incluía las estancias del gobernador, que disfrutaba de letrina propia –todo un lujo–, y las dependencias de la guarnición. Los soldados, no más de una treintena, eran profesionales que servían durante unos 20 años. Ocupaban la mayor parte de su jornada en guardias, instrucción y el mantenimiento de las armas.

Escultura de bronce del capitán Cochrane, ante el portal principal

Escultura de bronce del capitán Cochrane, ante el portal principal

V.V.

Lo poco que ganaban solían apostarlo a las cartas. Y a veces las partidas degeneraban en riñas. A los implicados les esperaba entonces el calabozo, ubicado en la misma planta… El hecho es que la convivencia durante tanto tiempo en un espacio cerrado y a la espera de posibles ataques alimentaba las tensiones. Los soldados tenían pocas ocasiones de salir, apenas para cazar y pescar. Y salvo en los días de permiso, las únicas mujeres que a priori podían ver eran las cocineras.

El espacio más amplio del fuerte era el sótano. Ahí existían los almacenes, las letrinas comunitarias y una gran cisterna para acumular el agua de lluvia. La zona más profunda estaba destinada al polvorín.

Este polvorín es el que se encendió, en una acción desesperada, para evitar que los franceses tomasen la fortificación. Ocurrió el 5 de diciembre de 1808. Las tropas napoleónicas, después de atacar desde una posición superior (el Puig Rom, a 225 metros de altura), habían logrado sitiar el castillo. Ante la imposibilidad de hacerles frente, el capitán escocés Thomas Cochrane, que había desembarcado con la fragata Imperieuse de la Royal Navy para dar apoyo a la Trinitat, prefirió destruir el enclave.

Cochrane pudo huir por mar, al frente de unos 180 defensores. Años más tarde, por cierto, lucharía contra el imperio español en varias de sus colonias en América y recibiría el título de lord. En cuanto al castillo, no se restauró hasta inicios del siglo XXI.

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