El hotel-cabaret del Soho que conquista el corazón de Londres

Hotel boutique

Entre terciopelos, murales felinos y cócteles fellinianos, así se vive en el Broadwick Soho el electrizante barrio londinense desde dentro

El Soho es el barrio canalla y artístico por excelencia de Londres

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Ambra Vernuccio

Willkommen, Bienvenue, Welcome”. La invitación del musical Cabaret, el clamoroso éxito queer, en cartel desde hace cuatro años en el Playhouse Theatre —rebautizado como Kit Kat Club— del West End, resuena en las calles del Soho londinense. En este barrio que durante décadas ha sido refugio de artistas, noctámbulos y espíritus libres, precisamente en el número 20 de Broadwick Street, se encuentra hoy un hotel boutique que invita a “vivir la vida como en un cabaret”, con toda la extravagancia, sensualidad y glamur que ello promete.

En realidad, la historia del Broadwick Soho comienza lejos del bullicio urbano, en un hotel familiar a orillas del mar. En los años setenta, Noel Hayden –futuro fundador del Broadwick– era apenas un niño que crecía entre bastidores en el Mon Ami, el hotel que sus padres, Noel sr. y Jackie, regentaban en la costa de Bournemouth. Aquel era un lugar pintoresco y flamboyante, donde Noel sr., antiguo artista de circo, entretenía a los huéspedes con trucos de magia dos veces por semana, mientras Jackie aportaba su toque de familiaridad y calidez.

Espíritu Bournemouth: el fundador rindió homenaje al hotel costero que regentaban sus padres

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Ambra Vernuccio

Sin embargo, los tiempos dorados del Mon Ami terminaron cuando el auge de los vuelos baratos llevó a los turistas británicos a las playas soleadas del Mediterráneo. El venerable hotel costero no pudo competir y acabó quebrando, sumiendo a la familia en la bancarrota. Noel Hayden, con apenas 15 años, abandonó los estudios y se lanzó al mundo de los negocios, logrando amasar una fortuna en la industria tecnológica y de los videojuegos. En 2017, decidió rendir homenaje a sus raíces fundando Broadwick Soho, una carta de amor a su familia y al barrio más canalla y creativo de Londres.

El hotel logró abrir sus puertas en noviembre de 2023, gracias a la férrea voluntad de Noel y de otros cuatro amigos. Se encargó la puesta en escena al renombrado interiorista Martin Brudnizki, conocido por su trabajo en clubs y restaurantes emblemáticos de Londres, con una consigna simple y seductora: crear un hotel que fuera Soho en estado puro, con toda su historia, decadencia alegre y espíritu libertino, un lugar divertido y frívolo en el mejor sentido. Brudnizki aceptó el reto y desplegó todo su virtuosismo teatral.

El hotel nace del recuerdo de un niño

El edificio, levantado sobre los restos de un antiguo estudio discográfico, se abre a la calle por una llamativa puerta rosa, custodiada por un portero en chaqueta de leopardo. Una vez dentro, “más es más” es la consigna: techos de espejos, barras de ónix, cojines felinos, murales de tigres y cebras. Brudnizki cruzó las almas de Liza Minnelli y Federico Fellini con un toque de India y mucho Soho. El resultado es gloriosamente recargado. Minimalistas, abstenerse.

La estética del Broadwick Soho bebe de múltiples influencias históricas y culturales, empezando por el glamur sórdido y la diversidad del barrio: hay ecos de los jazz bars de los 60, la disco setentera, la excentricidad británica a lo Oscar Wilde y homenajes a musas rebeldes de Soho. Para lograr este equilibrio exuberante entre fiesta desenfrenada y comodidad hogareña, se combinaron terciopelos, estampados psicodélicos, lámparas de Murano y mármoles italianos, junto a motivos animales que refuerzan la estética teatral del hotel.

Excentricidad: un portero con chaqueta de leopardo da la bienvenida

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Ambra Vernuccio

Buena parte del mobiliario está hecho a medida: mesas de cerámica de Positano, espejos venecianos artesanales y minibares en forma de elefante repujado traídos desde Jaipur. La colección de arte del hotel suma más de 300 obras. Por los pasillos se pueden encontrar litografías abstractas de Victor Pasmore o un lienzo original de Francis Bacon, así como con hallazgos de mercadillos. En la planta baja cuelgan obras de Bridget Riley y hasta bocetos de Andy Warhol (parte de la colección personal de David Bowie, nada menos).

Cada una de las 57 habitaciones (a partir de 770 € por noche) combina muebles, antigüedades y curiosidades, como si se tratara del dormitorio de un coleccionista bohemio. No obstante, en comparación con las zonas comunes, los dormitorios resultan más serenos. Al abrir las gruesas cortinas, ventanales de suelo a techo inundan el espacio con luz natural y vistas a los tejados del Soho. Y a pesar del ajetreo callejero, el excelente aislamiento acústico garantiza un sueño reparador incluso en pleno corazón de la movida londinense.

Discreción bohemia: TheNook, el salón privado para huéspedes, con chimenea y vinilos

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Ambra Vernuccio

Las diez suites y la penthouse elevan la experiencia a otro nivel. Sus paredes están cubiertas por un papel marmoleado en el que flotan elefantes y fieras tropicales entre hojas de palmera. En cada suite cuelgan obras de arte distintas, lo que transmite la sensación de alojarse en la casa de un amigo excéntrico y adinerado. Y la clientela está a la altura: desde estrellas del pop como Harry Styles o Kylie Minogue, hasta diseñadores, cineastas y artistas de todo tipo.

En la planta baja se encuentran algunos de los espacios sociales más codiciados, abiertos tanto a huéspedes como a locales. En la esquina, a pie de calle, el Bar Jackie despliega sus mesitas en la acera, perfectas para observar la fauna urbana. Este café-bar de aire europeo rinde homenaje a la madre de Noel, quien solía preparar espresso y bomboloni en el Mon Ami. Por la mañana se sirven desayunos tardíos; por la tarde, el ambiente se transforma y aparecen los cócteles clásicos y las copas de prosecco para quienes hacen una pausa entre compras por Carnaby Street.

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Si Bar Jackie es la terraza diurna, Dear Jackie es su reverso nocturno. Oculto en el sótano, este restaurante es un pequeño templo del hedonismo italiano. Al descender las escaleras, el ambiente se transforma en pura teatralidad: paredes forradas de terciopelo rojo burlesque, techos bajos que susurran complicidad, cerámicas con motivos sugerentes y lámparas vintage de Murano que destellan entre canciones de Dean Martin y una atmósfera desenfadada. La cocina rinde homenaje a los platos favoritos de la familia, reinterpretados con un toque refinado. A diferencia de muchos restaurantes de hotel de lujo, aquí los precios siguen siendo accesibles, por expresa voluntad de Noel.

En la azotea brilla Flute, un bar exuberante de alma art déco: barra ovalada de ónix retroiluminado, butacas rosadas y un techo revestido de espejos y mosaicos. Cada rincón destila glamur retro, y en uno de ellos se ha instalado un diminuto escenario con bombillas en forma de concha, digno de un cabaret clandestino. Flute, que ya es uno de los secretos peor guardados de Londres, captura como pocos la energía del Soho: íntimo pero vibrante, sofisticado, aunque con un punto gamberro.

En la azotea está el bar Flute, de aire art déco y vistas al ‘skyline’

En la azotea está el bar Flute, de aire art déco y vistas al ‘skyline’

Ambra Vernuccio

Queda un espacio más, quizás el más exclusivo de todos porque es el único que no está abierto al público general: The Nook, el equivalente a la sala de estar de esta gran y excéntrica towerhouse inglesa. Tiene una chimenea siempre encendida, estanterías repletas de libros de arte y vinilos, y un tocadiscos a disposición de los huéspedes. Es un refugio íntimo, perfecto para cerrar el día con un whisky en mano. Aquí se dan cita insiders de la moda durante la London Fashion Week, músicos tras bambalinas de Frieze o figuras del teatro en busca de un rincón discreto con personalidad.

Más allá del diseño extravagante, el Broadwick Soho se integra perfectamente en la vida cultural del barrio. Noel y su equipo, de hecho, desde el principio quisieron que fuera un lugar abierto, diverso, acogedor. No en vano, durante el mes del Pride, se suma a la celebración con espíritu inclusivo y radical hospitalidad. Porque aquí todo el mundo es bienvenido: “Willkommen, Bienvenue, Welcome”.

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