Julio Cortés es lo que se conoce como un auténtico trotamundos. Con solo 29 años, este joven catalán decidió hace más de 1 año salir desde su casa en Mollet del Vallès para dar la vuelta al mundo en bicicleta. Lleva 395 días de aventura y más de 17.000 kilómetros y no volverá a casa ni por Navidad. Según sus cálculos, le llevará al menos tres años más completar esta aventura. Desde Hanói atiende a Guayana Guardian para explicar como está viviendo esta experiencia.
Para Julio la aventura es una constante, ya que siempre ha viajado, primero con sus padres y después en solitario. “La idea surgió hace 4 o 5 años. Durante el covid decidí irme a trabajar a Andalucía, en la aceituna, ahí empecé a pensar cuál sería mi siguiente aventura. Quería algo que fuera algo para mucho tiempo, una aventura más larga y aunque yo no hacía bicicleta, pensé dar la vuelta al mundo en bicicleta”, explica. A pesar de ser muy activo en alpinismo y deportes de montaña, nunca había practicado ciclismo de forma regular. “No entrené con la bicicleta. No hice nada de ciclismo, pero sí que era una persona activa”, confiesa.
Julio Cortés, dando la vuelta al mundo en bici (cedida)
Los desafíos al planear un viaje de esta magnitud no fueron solo físicos. El tema de las fronteras fue uno de los mayores obstáculos. Países como Rusia, Irán o Pakistán presentaron dificultades para su paso, lo que obligó a modificar su ruta en varias ocasiones. Además, preparar el equipo necesario para una travesía tan larga no fue tarea fácil. “Preparar el material, los componentes, la tienda de campaña, la cocina y todo lo que iba a llevar fue una de las partes más complicadas”, comenta.
La financiación de la expedición fue otro aspecto fundamental. Durante los últimos cuatro años antes del viaje intentaba ahorrar el máximo para poder cumplir este sueño. Con el tiempo, sus vídeos y publicaciones en redes sociales —donde acumula más de medio millón de seguidores— han permitido cubrir parte del trayecto. “Ahora puedo empezar a financiar el viaje solo con las redes sociales”, asegura.
De Mollet del Vallès a dar la vuelta al mundo en bicicleta
Una de las pruebas más duras de un desafío de esta magnitud podría ser la gestión de la soledad. Sin embargo, confiesa que para él no supone ningún problema “me encanta viajar solo y la verdad es que lo llevo genial. No he tenido ningún momento de bajón”.
Julio Cortés, dando la vuelta al mundo en bici (cedida)
Su jornada comienza muy temprano, sin grandes rituales. “Me despierto, casi ni desayuno, desmonto la tienda de campaña y me pongo a pedalear”. Generalmente, hace entre 60 y 100 kilómetros diarios, dependiendo de la zona y las circunstancias. “El desierto fue una etapa dura, tenía que hacer unos 100 kilómetros al día, pero después he ido más tranquilo”.
A pesar de estar constantemente en movimiento, el descanso forma parte de su rutina, y cada 10 o 15 días se toma un respiro. Por las tardes, el tiempo libre lo dedica a editar los vídeos que comparte en redes. Este Willy Fog del siglo XXI apuesta siempre por la improvisación. “El 80% de mis días son improvisados. Ni siquiera suelo mirar la ruta del día siguiente. Generalmente, sé hacia dónde tengo que ir y ya está”.
Cuando empieza a anochecer, activo el radar de búsqueda de sitios para poder dormir
Durante este primer año, Julio ha tenido algunos problemas con la bici. Pese a llevar herramientas para reparar las cosas más básicas, algunas veces no lo ha podido solucionar del todo hasta llegar a un pueblo o ciudad. “Esto me pasó en el desierto, que se me partió el porta bultos que sostiene mis alforjas y la próxima ciudad estaba a 150 kilómetros y avancé como pude”, relata. Anticipándose a estos problemas, eligió una bicicleta gravel de acero que tiene una mecánica muy sencilla. “Si pasa algo se puede soldar y con frenos mecánicos, para poder encontrar los componentes en cualquier país”, detalla. En estos 395 días, lleva cerca de 50 pinchazos de rueda “llevo la recámara y parches y lo puedo solucionar en ruta, sin mucho problema”, explica.
Merry, la bicicleta de Julio Cortés (cedida)
La bici, bautizada como Merry, es el bien más preciado de este joven catalán, ya que lleva todo lo necesario para vivir. “Cocina, todo lo necesario para dormir, ropa para todas las estaciones, incluso una ducha portátil. La bicicleta puede pesar unos 50 kilos”. La vida nómada está muy ligada a la improvisación, por eso, el lugar donde duerme cada día de ruta también es una sorpresa. “Cuando empieza a anochecer, activo el radar de búsqueda de sitios para poder dormir y cualquier sitio donde se pueda. En Asia es muy seguro dormir en cualquier parte, y si no la gente, generalmente es buena y te ayudan y te recomiendan algún sitio para dormir”, relata. Según explica, en los países asiáticos hay menos restricciones, en cambio, en Europa sí se tiene que tener más cuidado. Sin embargo, asegura que si respetas el medio ambiente y la zona en la que has dormido “pocas veces te van a poner problemas, ni la policía o la autoridad”.
El choque cultural más grande lo sentí al llegar a China
A lo largo de su viaje, ha tenido la oportunidad de conocer a mucha gente, tanto local como otros viajeros. “La gente local me ha sorprendido muchísimo. Siempre he encontrado gente dispuesta a ayudarme y a invitarme a sus casas”. También ha vivido experiencias culturales que han marcado su visión del mundo. “El choque cultural más grande lo sentí al llegar a China. Había muchos mitos que tenía sobre el país, pero me sorprendió la hospitalidad de la gente, la belleza de los paisajes y la riqueza de la gastronomía”. Sin embargo, algunas costumbres le resultaron chocantes, como la falta de respeto al espacio personal. “En China, por ejemplo, a veces me encontraba con gente que venía a la tienda de campaña a bailar o a tocar el saxofón a las 7 de la mañana”, aun así remarca que no se queja, ya que “entiendo que no es mi país y tienen sus costumbres. Es lo bonito de viajar”.
Julio Cortés, dando la vuelta al mundo en bici (cedida)
Lo que más valora Julio de esta aventura es la libertad. “Es la sensación de poder dormir donde quiera y no tener ninguna obligación. Buscaba eso: la libertad de no estar atado a nada”. Pese a no tener un destino favorito, China ha sido uno de los que más le ha sorprendido y tiene muchas ganas de conocer Suramérica. “Me motiva mucho tanto por la gente como por la naturaleza”.
A pesar de que la experiencia está siendo muy emocionante, también ha vivido algunos momentos de tensión. “En Croacia un hombre intentó retenerme en su casa. Me invitó a dormir y al día siguiente me dijo que por dejarme dormir tenía que quedarme dos días trabajando para él. Fue una situación tensa y le dije que no iba a hacer esto”, explica. Otra situación que ha sido incómoda desde su llegada fue hace poco en China. “No sé si fue por invasión del espacio temporal, pero estaba solo en un bosque durmiendo y un hombre me intentó levantar la sudadera para verme el torso y me dijo que era muy guapo. Le dije que se fuera y no puso problema”. Pese a eso, destaca que “por suerte lo que más se ve es gente maravillosa”.
Próxima etapa: recorrer el sudeste asiático hasta el mes de mayo
De momento, Julio ha recorrido más de 17.000 quilómetros y según sus cálculos acabará haciendo entre 50.000 y 60.000 quilómetros, pero su filosofía no es terminar rápido, lo que valora más de la experiencia es disfrutar del camino. “No tengo una fecha de vuelta ni un tiempo previsto, pero calculo que serán unos 3 años más”. Entre sus planes no está volver a España “para mí es importante hacer la vuelta al mundo sin paradas”, por eso su familia vendrá a visitarlo y estas Navidades las pasarán en Tailandia. Su siguiente reto es hacer el sudeste asiático. “Vietnam iré a Laos, y de Laos a Tailandia, y ahí estaré con mis padres un mes. Dejaré mi bicicleta en Bangkok y volveré a recoger la bicicleta porque para mí sí que es superimportante no avanzar con otro vehículo que no sea la bicicleta”, relata. Después de recorrer el sudeste asiático, que prevé que acabará hacia el mes de mayo, tocará viajar a Australia.
